Ramón Tebar y la Orquesta de Valencia en Castelló. Por Antonio Gascó crítico OWe «Así se dirige a Beethoven». Estas palabras, pero en inglés, las dijo, con entusiasta convencimiento, el gran cellista Daniel Müller Schott, del director Ramón Tebar, en el pasillo de artistas que conduce al escenario del Auditorio de Castelló. Había concluido, en la segunda parte del concierto, la interpretación de la cuarta sinfonía de Beethoven y el público la acogió con estentóreas ovaciones. Cinco veces se vio obligado a salir a saludar el maestro valenciano, con el añadido de que Müller Schott, que escuchó la obra desde la entrada al palco escénico, (algo inhabitualísimo) salió, motu proprio, también a ovacionarle, sumándose a los aplausos que le dedicó la agrupación sinfónica. En verdad, este comentarista, nunca había visto tal suceso. El prestigioso solista muniqués, que había intervenido en la primera parte, palmoteó manteniéndose en las tablas durante los más de siete minutos que el público le brindaba su pláceme a él y a la Orquesta de Valencia. Ramón Tebar y la Orquesta de Valencia en Castelló
Quien esto escribe, abandonó su palco en el que estaba recluido en solitario, por la escalera de camerinos y bajó a cumplimentar al director al concluir la audición, apreciando, de primera mano, la frase con la que se titula esta crónica. Así que este relato solo tiene que ver con ofrecer un testimonio, tan sincero como auténtico, de lo sucedido. Sin duda, el halago tiene más importancia cuando lo refirió un gran artista que ha grabado y ha interpretado, con las mejores orquestas y en las mejores salas del planeta, todo el repertorio para cello del genial sordo de Bonn. Item más, no se pueden olvidar sus registros y sus actuaciones a la vera de Anne Sophie Mutter, la violinista mimada por Von Karajan. Una opinión, por tanto, la del cellista más que autorizada, dado que su ciudad natal Múnich, Berlín y Dresde pueden ser las capitales más beethovenianas de Alemania.
Viene todo esto a cuento por la muy inspirada y renovadora lectura de Tebar de la sinfonía que cerró la audición. Una obra muy interesante, compleja de ejecución por su virtuosismo empedernido. Y no solo por ello, si no por sus timbres, transparencias, dinámicas, pulsos y por su mucha fantasía jubilosa, que revela el tiempo más dichoso que vivió Beethoven. Pero, por el contrario pocos directores le sacan el partido que merece. Desde sus cuatro notas iniciales (Sol, Mi, Fa y Re) la introducción del primer movimiento a la que la orquesta, en el diálogo de maderas y arcos, concedió un sereno y atmosférico sonido organístico, con un punto de pesadumbre evocadora, dio paso al allegro en SibM intenso, efusivo y transparente a un tiempo. La procesional romanza del adagio, patentizó una circunspección de sutilezas y metamorfosis rítmicas. El minueto, lleno de galanura, estableció un inspirado trio con unas maderas, trompas y arcos en estado de gracia. El jovial y complejo tiempo final se ofreció a modo de motto perpetuo, con un caudal de contrastes e irradiación desusados. Uno, que aplaudió con fervor las intensidades diferenciadas, tal vez le hubiera pedido al maestro una mayor celeridad en el pulso, teniendo en cuenta que el compositor marca en la partitura la blanca a 80 y la negra a 160. ¡Ay Kleiber, Kleiber (hijo, claro) cuánto me determinas! Ramón Tebar y la Orquesta de Valencia
El primer concierto de Saint Säens contó con un Daniel Müller Schott al extremo de sensibilidad, inspiración técnica prodigiosa y bellísimo sonido baritonal aterciopelado. Sin duda, fue el gran protagonista de la versión siendo arropado, con exquisitez, por la batuta para permitirle frasear a placer y conveniencia. Tras el vehemente inicio, introducido con un claro medio compás de clavo, el solista fraseó con refinada determinación operística el primer tema, que Tebar entendió con un postulado de aria. El motivo subsiguiente tuvo empeño de minueto por su elegancia palaciega, enlazando con un vals que abandonó el ¾ para ser llevado jovialmente a uno, en la dicción de una cuerda de terciopelo. Un edredón de nubes para la sugestiva sugestión del muniqués. La recuperación del tema inicial, al término del concierto, conoció una persuasiva intervención del cello, con rítmicas síncopas que evocaban un aire de sarabanda de primorosa delectación, antediciendo a un tutti de beethoveniano atributo. Era el preludio para el rondó final que cerró la obra con un regocijo sugestivo y motivador. Muy bien todos. Así lo determinaron los fervientes aplausos del respetable. Ramón Tebar y la Orquesta de Valencia en Castelló