Asmik Grigorian en A Coruña: el don de la oportunidad

                                              Asmik Grigorian Coruña Por Hugo Álvarez Domínguez

La 70ª temporada de Amigos de la Ópera de A Coruña arrancó, en un momento de renovación – César Wonenburger, a la postre responsable de gran parte de los eventos de la presente edición, cede el testigo a Aquiles Machado, que se ha incorporado el pasado mes de abril como nuevo director artístico- con un recital de canto-piano a cargo de la soprano lituana Asmik Grigorian, sin duda una de las artistas más importantes y carismáticas de su generación: figura indiscutible en los mejores escenarios internacionales, valoradísima por su vibrante capacidad de cantante-actriz, de artista completa, entregada y amante de los retos; pero que todavía no nos visita con demasiada frecuencia en España. Hasta hoy solamente la hemos visto en una memorable Rusalka en el Madrid pospandémico de 2020.

Lukas Geniušas y Asmik Grigorian en el Teatro Rosalía de Castro   Foto: © Alfonso Rego
Lukas Geniušas y Asmik Grigorian en el Teatro Rosalía de Castro Foto: © Alfonso Rego

Y si de renovar aires de trata, no podemos más que decir que todo o prácticamente todo tuvo en este recital lo que podríamos denominar el don de la oportunidad. Se había anunciado inicialmente un programa compuesto por canciones de Rachmaninov –aquellas que Grigorian acaba de grabar para el sello Alpha Classics junto al pianista Lukas Geniušas, que también la acompañó esta noche-, pero en su lugar y por sorpresa nos encontramos con un programa compuesto por un ramillete de canciones de Chaikovsky, a las que seguiría la escena de la carta de Tatiana en Eugenio Oneguin ; para centrar la segunda parte en algunas de las arias de ópera de los roles que le han dado la fama internacional, tanto en repertorio pucciniano –Manon Lescaut, Madama Butterfly, Lauretta o la rareza de Musetta- como en repertorio eslavo –Rusalka o el rol titular de Anoush de Armen Tigranian-. Sin duda un programa mucho más exigente y atractivo que el inicialmente anunciado, que permite calibrar mucho mejor la dimensión de la artista. Además, por un desafortunado incidente en las conexiones de vuelo, las maletas de la soprano no llegaron a tiempo a A Coruña; por lo que debió presentarse a cantar ante el público poco menos que con lo puesto –jeans, una camiseta local y su desenfadada melena-, aportando al resultado final un aire de naturalidad que casa mucho con la energía de la artista y con las futuras intenciones del nuevo director artístico.

No cabe duda de que para valorar el arte de Grigorian en su máxima expresión, resulta conveniente  verla en una ópera representada –se entrega hasta el paroxismo-; y, sin embargo, el presente recital dio buena muestra de por qué estamos ante una de las artistas emergentes más buscadas de su generación: la voz –podríamos decir que es una lírica plena de centro carnoso y agudo generoso- tal vez no sea enorme; pero está perfectamente proyectada y posee una redondez y un color que enamoran al instante. Pero si algo seduce particularmente de su canto es un fraseo siempre cálido, ardoroso y atento al sentido de la palabra. Sin desmerecer en absoluto el ciclo de canciones de Tchaikovsky –plenas de musicalidad- fue la escena de Tatiana de Eugenio Oneguin que cerró la primera parte el punto culminante de todo el concierto: sencillamente, por intención y medios es difícil escuchar la página mejor cantada a día de hoy, tanto por la calidez del instrumento como por esa sección central atacada a media voz que podría rivalizar sin despeinarse con grandes intérpretes históricas del papel. Solo la ejecución de esta página ya justificó el recital para quien suscribe: pero en la segunda parte –donde hubo un notorio descuadre entre el orden y el contenido anunciado- consagrada a la ópera, Grigorian se paseó cómodamente por un ramillete de arias sobradamente conocidas –salvo quizá la rareza de Anoush de Tigranian, que la lituana convirtió en otro puntal de su recital por su capacidad introspectiva a la hora de exponerla-. Podrá sorprender encontrar a una voz de sus generosos medios abordando la Musetta –su vocalidad ya es la de Mimí-; pero no cuesta entender por qué posiblemente estemos ante la Rusalka de su generación –difícil frasear la “Canción a la luna” con más gusto- y por qué se está convirtiendo ya en una pucciniana de alto rango: mantiene su tesitura originaria, sin forzar en los extremos –los comprometidos ascensos al agudo de “Sola, perduta, abandonata” o “Un bel di”- suenan plenos-, nunca fuerza la emisión y el componente cálido y esencialmente lírico de su instrumento aporta sin duda una pureza que rara vez se escucha en este tipo de roles –habitualmente en manos de voces más dramáticas-. Más virtudes: la Grigorian no necesita imitar ni parecerse a ninguna colega del pasado, ha encontrado su propio estilo, su propio color y su propio carisma, se agradece. Y, hablando de carisma, posee una presencia escénica propia de una verdadera actriz, que le permite comunicar con la mirada, con gesto pequeño, desde la sobriedad, lejos de aspavientos más o menos asociados al mundo de la ópera: incluso en recital, se agradece esta contención, porque menos es más. Asmik Grigorian Coruña

Después del programa anunciado –que se puede considerar como un verdadero tour de force, habida cuenta de que no hubo ninguna página que permitiese descansar a la soprano-, Grigorian ofreció como bises “Oh, mio babbino caro” y –¡por fin!- una canción de Rachmaninov, que puso broche de oro a un recital importante de una cantante que, esperemos, nos visite en un futuro próximo con un título representado que permita admirar todo su potencial. Tuvo Grigorian en el piano de Lukas Geniušas un acompañante cómplice que, desde un aparente segundo plano, supo respirar con la soprano y alcanzar momentos de altos vuelos. Lo diré una vez más: todo lo que ocurrió en el número de Eugenio Oneguin fue para agradecer haber estado ahí.

El público –no muy numeroso pero volcado con los artistas- supo reconocer en pie las virtudes de un recital importante que quizá hubiese merecido mayor difusión; y que presentó en la ciudad a una artista completa y carismática de esas que hacen arte con mayúsculas. Todo parecía torcido al comienzo, pero todo se enderezó para acabar siendo una velada difícil de olvidar. Solo cabe desear a Amigos de la Ópera la mejor de las suertes en el inicio de esta nueva andadura, y esperar que Asmik Grigorian regrese pronto. Asmik Grigorian Coruña


1 de septiembre de 2022. Teatro Rosalía Castro (A Coruña). Recital de Asmik Grigorian, soprano y Lukas Geniusas, piano. Obras de Chaikovsky, Tigranian, Puccini y Dvořák. Programación Lírica de A Coruña 2022.