Asociación Amigos Canarios de la Zarzuela de Tenerife

Los que han tomado la decisión de no continuar con responsabilidades en la Asociación Amigos Canarios de la Zarzuela de Tenerife han dejado el listón muy alto con este gran colofón en el 20º Aniversario del Festival. Aunque personalmente sea parte interesada en el evento, es imposible sustraerse ante lo visto en el teatro Guimerá. Si la función de «Bohemios-Homenaje a Celso Albelo» del viernes 18 fue espléndida, la del sábado 19 fue apoteósica, demostrando así que a veces funciona más el boca a boca, y que el teatro estuviera lleno hasta la bandera para satisfacción de los organizadores.

«Bohemios», de Amadeo Vives, es una obra corta pero con una riqueza musical única, como prueban sus cantables, que después de 111 años de su estreno mantienen la vitalidad para seguir representándose sin perder actualidad. La produ cción, a base de proyecciones sobre un ciclorama, un practicable con atrezo adecuado y un excelente vestuario, nos trasladó al viejo Paris de los años veinte. Se vio perfectamente representada la buhardilla del primer cuadro, donde vive el papel principal, un compositor que sufre las penurias del principiante. Nada digamos de la Ópera de París del tercer cuadro, en cuyo salón con un gran piano de cola se celebran las audiciones. Se demuestra con esta presentación que en tiempos de crisis hay que agudizar el ingenio y renovar esos mamotretos corroídos por el tiempo, y con un perfecto juego de luces el espectador puede adentrarse en un mundo de ilusión, tristezas y alegrías que viven los artistas.

La presentación estuvo llena de contenido, como es habitual en la dirección escénica del todoterreno Carlos Duran. El reparto, hay que decirlo con mucho orgullo, fue totalmente canario, pues el actor José Luis de Madariaga, argentino de nacimiento, es de la tierra desde hace tiempo, un artista solvente y seguro que dio vida a Papá Girad. Igual de admirable es el trabajo de la magnífica Alicia Rodríguez, actriz incombustible y desenvuelta que interpretó a la Pelagia. Juana y Cecilia fueron nuestras sopranos Candelaria González y Noelia Guidi, impecables vocalmente y que cada vez adquieren más experiencia en las tablas. Nada digamos de Rucadén Dávila, que estuvo soberbio como tenor cómico, e hizo un Víctor loable, simpático y ocurrente. El Marcelo del bajo Alberto Feria llenó la escena con su magnífica voz y su enorme personalidad, y en el tercer cuadro nos deleitó con una preciosa habanera, que es la primera vez que la escucho, la «Galeota», una actuación de lujo que el público refrendó con una ovación de gala. El bohemio del barítono Airam de Acosta estuvo algo flojo en la primera función, cosas de los aires acondicionados que tuvo que tratarse con «Urbason», pero que mejoró para la segunda, y además deleitó con el «Adiós dijiste…», esa joya de romanza de la zarzuela «Maravillas». La pareja protagonista, Cossette y Roberto, fueron para Carmen Acosta y Badel Albelo, colosales, seguros y brillantes, que soportaron la carga de la obra con perfecta armonía y dicción, un debut con el que triunfaron merecidamente.

Este reparto demuestra que hay una gran cantera de artistas líricos canarios, que no necesitamos importaciones para hacer excelente zarzuela y ópera, y que ellos mismos lo han conseguido con su esfuerzo, la predisposición de la asociación y el buen criterio del director artístico, Jorge Rubio. Espero que otros sigan el ejemplo, y no cometan el error de traer de donde sea un artista para cantar una simple «fracesita», con el coste que supone y el consiguiente olvido de los nuestros.

He dejado para el final el entrañable homenaje a Celso Albelo, quien el primer día cantó la salida de Jorge de «Marina», pero que en el segundo nos deleitó además con la romanza del vagabundo de «Alma de Dios» y con «El trust de los Tenorios» de propina, a dúo con su hermano Badel. El público aplaudió enfervorizado, y se puso de pie para ovacionar reiteradamente a todos los protagonistas, incluido al coro y la orquesta, excelentemente dirigidos con Juan Ignacio Oliva y el maestro Jorge Rubio.

Fue una noche inolvidable, que quedará enmarcada para siempre como uno de los acontecimientos memorables de la lírica en Tenerife, gracias a nuestro insigne tenor y ese gran plantel de cantantes de la tierra.