Atlántida. Falla. Madrid

31/1/2014. Auditorio Nacional de Música (Madrid), Sala Sinfónica. La Atlántida (Manuel de Falla / Ernesto Halffter). Coro Nacional de España, Coro de RTVE, Escolanía del Sagrado Corazón de Rosales. Solistas: María Espada (soprano), Lidia Vinyes Curtis (mezzosoprano), Francisco Vas y Mikeldi Atxalandabaso (tenores), José Antonio López y Joan Martín-Royo (barítonos). Orquesta Nacional de España, Josep Pons (director).

El resurgir de la Atlántida

Pocas obras en la historia de la música, y más concretamente, en la española, han tenido un proceso de gestación tan dilatado como la obra póstuma de Manuel de Falla. Basada en el gran poema épico en catalán de Jacinto Verdaguer, el gaditano veía reflejadas en L’Atlàntida (1876) sus grandes inquietudes filosóficas y religiosas, su visión humanista y espiritual, además de su gran amor a la patria. En ella volcó sus esfuerzos y desvelos hacia 1928, alargándose la composición en graduales intervalos hasta su exilio argentino en Alta Gracia, donde pasó sus últimos días, dejando su obra inconclusa. La intención inicial del gaditano (según sus conversaciones con el escenógrafo Josep Maria Sert) había sido la de configurar La Atlántida como una gran cantata escénica para representar ese gran relato mitológico-alegórico de la legendaria ciudad sumergida por el mar y que conectaría posteriormente con el episodio histórico del descubrimiento del nuevo mundo por el marinero Cristóbal Colón, mencionado en la tercera y última parte de la obra.

Fue nada menos que un compositor de la talla del madrileño Ernesto Halffter, a la sazón uno de los más renombrados discípulos de Manuel de Falla, a quien le fuera encargada por la editorial Ricordi la ingente labor de concluir la composición de su maestro. A Halffter no le fue nada fácil el trabajo de recomposición y sistematización de los múltiples fragmentos musicales de Atlántida dejados por su maestro, ya que se vio en todo momento condicionado por la historia y el respeto reverencial hacia Don Manuel. En una primera versión, la obra se estrenó en el Liceo barcelonés en un año tan tardío como 1961, con nuestra soprano Victoria de los Ángeles interpretando a la Reina Isabel. Fue sólo un año más tarde cuando Atlántida vio la luz en su versión como cantata escénica en la Scala de Milán. En la década siguiente, Halffter retomó la partitura para reducirla significativamente en duración (quedándose en una hora y cuarto aproximadamente), estrenándose en Lucerna en 1976 la que se considera la versión definitiva de la obra, y que fue la que pudimos escuchar esta noche en el Auditorio madrileño.

Se comprueba en la escucha de esta magna obra una gran heterogeneidad en el material musical, de lo que se adivina el arduo trabajo de engarzamiento y aportación propia de Ernesto Halffter en la escritura musical respecto de los originales. Es muy complicado determinar qué partes podrían pertenecer a Falla y cuáles a Halffter (se sabe al menos que el prólogo es completamente del gaditano), pero es fácil apreciar en ocasiones el estilo neoclásico del autor de El amor brujo, a pesar de ser excesivamente parco en melodías, con pasajes bastante menos inspirados en comparación con sus grandes obras anteriores, por lo que no estamos ante una partitura que pueda ser calificada de maestra. A pesar de la en ocasiones anárquica y errática continuidad musical, la obra posee bellísimos pasajes encomendados al coro, de una profunda espiritualidad. Determinados retazos instrumentales y la forma en que recita el narrador Corifeo recuerdan a la ópera de cámara El retablo de Maese Pedro o al Concierto para clave, en la línea de ese interés del compositor andaluz por lo arcaico. También la gran pasión de Falla por la polifonía coral de Tomás Luis de Victoria y la música de Wagner son muestras e influencias evidentes en la obra (escuchando el tratamiento vocal de las siete Pléyades es difícil no recordar el canto de las hijas del Rin).

El coro se erige como testigo imperturbable de los hechos narrados por el Corifeo, y por ello esta marmórea y ambiciosa cantata es básicamente una obra coral, escrita para un gran coro mixto y voces blancas, cuyas partes son las de mayor exigencia. Las aportaciones de los solistas vocales son episódicas y muy concisas: la reina Pirene, Gerión el Tricéfalo, las Pléyades y la aparición final en la tercera parte de la reina Isabel la Católica en la Alhambra granadina. Aunque la gran parte del texto de la partitura es en el catalán original del poema de Verdaguer, Falla utiliza el latín para los episodios netamente religiosos, como el “Sanctus” que concluye la segunda parte entre canto y recitado coral, y el castellano para la “Salve en el mar” de la tercera, que también contiene texto en latín. Asimismo, el canto de las Pléyades es un poema de Josep Maria de Sagarra que aparentemente no se corresponde con el original de Falla.

No sólo el maestro Josep Pons venía de interpretar en noviembre pasado la cantata en el escenario que vio su estreno absoluto en 1961, el Liceo de Barcelona, sino que fue protagonista de su puesta en escena en el año 1996 por la Fura dels Baus en Granada, por lo que se ha convertido sin lugar a dudas en el mayor especialista actual en esta partitura, a fuerza de ahondar y sumergirse en Atlántida. Al frente de la que fue su director titular durante casi diez años, la Orquesta Nacional de España, el director catalán ha realizado un trabajo encomiable, como el experto arquitecto que conoce todas las aristas y entresijos de una construcción compleja, descubriendo para gran parte del público madrileño al Falla más inédito y vanguardista, a pesar de que la cantata cuenta en el mercado con varias grabaciones discográficas. Pons ha sabido imprimir el carácter apropiado a cada episodio musical, extrayendo una sonoridad homogénea y una ductilidad orquestal que han honrado sin duda las intenciones iniciales del maestro Falla.

Para esta ingente y titánica labor, se ha contado con el refuerzo vocal de dos formaciones corales tan experimentadas en nuestro país como son el Coro Nacional de España y el Coro de RTVE, que se han introducido en lo más hondo de una partitura arriesgada y compleja para la masa coral, viéndose magníficamente complementadas ambas por el trabajo de la Escolanía del Sagrado Corazón de Rosales dirigida por Belén Sirera Serradilla, que en los episodios de la tercera parte empastó satisfactoriamente con sus compañeros adultos, aunque la voz del niño solista de la Escolanía, Javier Rubio Morillo-Velarde, se percibía algo distante en sus brevísimas intervenciones.

A nivel de solistas, se contó con un sólido equipo vocal, destacando por encima de todos el más que digno trabajo vocal femenino: de una lado el de la mezzo Lidia Vinyes-Curtis en su aria de la Reina Pirene, con una deliciosa levedad a la hora de emitir la última nota en la que muere su personaje; y por otro, la soprano María Espada, que vocalizó delicadamente su madrigalesco romance de la reina Isabel, quizá el canto solista de más belleza melódica de toda la obra. Entregada y contundente la aportación del barítono José Antonio López como Corifeo, así como intachable la del tenor Francisco Vas en el dificultoso canto del Tricéfalo, que emitía en contraposición con las voces de Mikeldi Atxalandabaso y Joan Martín-Royo. Todos hicieron propia la pronunciación catalana, ya que muchos son nacidos en la tierra. Hasta aquí podemos decir sin temor a equivocarnos de que a los ojos del espectador de Madrid, La Atlántida de Falla-Halffter, ha resurgido de su abismo marino.

Germán García Tomás

@GermanGTomas