Ballerina, como La La Land, también nos habla de perseguir nuestros sueños…

Fotograma de Ballerina. Foto: A contracorriente Films
Fotograma de Ballerina. Foto: A contracorriente Films

La niña protagonista llega al Ballet de la Ópera de París, a finales del siglo XIX, cuando  la estrella era la española Rosita Mauri, también personaje de esta película de animación

Lo primero de todo, decir que  Ballerina está creada para llegar a todos los públicos y de ahí su éxito en taquilla. Es una deliciosa película de animación, en la que la recreación de la bella arquitectura del París de Haussman y Garnier es magnífica y el coliseo de la Ópera se reproduce con toda riqueza de detalles ornamentales, destacando sus escalinatas de mármol y sus famosas cúpulas, vistas con planos aéreos o en vertiginoso movimiento, lo que multiplica la sensación de estar introduciéndose de lleno en la época.

Esta película franco-canadiense de los productores de Intocable, que han dirigido Eric Summer y Éric Warin, distribuida en España por A Contracorriente Films, habla de tener un sueño y perseguirlo; con trabajo, esfuerzo y dedicación de por medio, eso sí. Coincide con La La Land, -pero aquí sin efectos colaterales sentimentales por ello- y también con¡Canta!, en subrayar que el arte es compromiso y hay que dedicar muchas energías para «llegar».

Estamos en 1879 y, aunque no se diga, añadimos que Francia vivía su III República. Felicia vive en un orfanato en Bretaña desde que murieran sus padres y sólo piensa en escaparse para ir a París y convertirse en bailarina de ballet. Lo consigue junto a su amigo Víctor y, a su llegada a la ciudad, mientras Eiffel construye la Torre que llevará su nombre y la estatua de La Libertad, la velocidad de la ficción le hace entrar de lleno a la jovencita en el mágico mundo del Ballet de la Ópera y tener la oportunidad de protagonizarEl cascanueces junto a la estrella de la compañía, a la que, nada más llegar, ha visto bailar un solo de El lago de los cisnes

Todo ello, podrá hacerlo gracias a la ayuda de Odette –quien la entrena al estilo Karate Kid, pero en ballet-, limpiadora en el teatro (fue bailarina y una lesión le apartó de su sueño) y portera en casa de una malvada ricachona tipo Cruela de Vil, cuya hija Camille está esperando carta de admisión de la escuela de ballet de la Ópera.

La estrella que ve bailar Felicia a su llegada al gran teatro, es, ni más, ni menos, que la histórica española Rosita Mauri (Palma de Mallorca, 1850; París, 1923), considerada  en su época un ejemplo de bailarina de “todo género” (era experta tanto en ballet, como en danza española) y cuyo reinado en el Ballet de la Opera de París durante el proceloso fin de siècle francés, culminó como venerada maestra. Hoy la compañía la dirige Aurélie Dupont, una de sus estrellas, y quien figura en los créditos como coreógrafa, junto a Jérémie Bélingard. Sus evoluciones se han reproducido en la cinta para hacer bailar a Felicia, con sensores que transmitían puntos de movimiento a un ordenador.

Junto a Rosita Mauri, también se ha incluido como personaje al coreógrafo principal de la Ópera de aquellos años, Louis Mérante (1828-1887), uno de los tres en definir la tradición francesa del ballet en aquellas décadas, junto a Arthur Saint-Léon y Jules Perrot. Decir que son los años de las famosas bailarinas de Degas, quien también inmortalizó a Mérante en su pintura Foyer de Danse à l’Opera de le rue Le Peletier (1872) y a la Mauri en, entre otros, Danseuse sur la scène (1978), a quien también pintó Manet (Portrait of Rosita Mauri, 1977/79), Auguste Renoir o Léon Bonnat.

Fotograma de Ballerina. Foto: A contracorriente Films
Fotograma de Ballerina. Foto: A contracorriente Films

Como Ballerina es cine creado para llegar al gran público, hay que pasar por alto algunos anacronismos, como que El cascanueces (1890) y El lago de los cisnes (1895) no se habían estrenado todavía en San Petersburgo. Porque comprendemos, además, que la producción coreográfica de la época estrenada por Rosita Mauri y/o realizada por Mérante, como Sylvia (1876), no reúne títulos tan conocidos por los espectadores.   

Además, si los niños quieren ser bailarines, en muchos casos es porque han visto en el teatro esos icónicos ballets, también los más representados: la magia de su puesta en escena agita ese deseo por bailar y, como dice Felicia, desde ese momento es parte de su vida.

Como en La La Land, el mensaje final es que el arte es compromiso. Y para ser bailarina de ballet se necesita mucho trabajo, muchas horas de clase y esfuerzo, además de que, en muchas ocasiones, esa vida está reñida con la llamada “normal” del resto de los mortales.

Ballerina dice a grandes y pequeños que si tienes un sueño, debes perseguirlo. Eso sí, para ello tendrás que dedicarte en cuerpo y alma, porque conseguir lo que se desea, cuesta. Pero, ¡ay!, cuánto se saborea después el éxito… Mi recomendación, que no se la pierdan.

Cristina Marinero