La nueva Temporada 2015-16 del ciclo estrella del Palau de la Música Catalana, Palau 100, ha comenzado con dos conciertos estivales protagonizados por la Staatskapelle de Berlín. Y ha sido un éxito musical en el que su titular ha hecho efectivo el adagio latino. Barenboin: Vedi, vidi, vinci
Efectivamente tras su paso por Madrid el sábado y sus polémicas declaraciones contra la falta de interés por la cultura y la educación musical de nuestros políticos el director y pianista judeo-argentino ha recalado con sus huestes orquestales en el Palau de la Música Catalana.
Dos días seguidos con dos programas basados en el binomio operístico Wagner-Verdi con un relleno muy apetitoso de Elgar han sido los ingredientes de este suculento manjar musical.
Tal vez por las fechas o por ser uno de los ciclos más caros de España el Palau no estaba lleno aunque sí poblado de turistas que aprovecharon estos magníficos conciertos para visitar el recinto modernista con mucho más acierto que los espectáculos flamencos que llenan cada noche la programación de esta casan de la música catalana por excelencia.
El primero de los conciertos tuvo una primera parte operística con obras sinfónicas de Wagner procedentes de las óperas Parsifal y Maestros Cantores, donde se demostró el buen hacer de batuta y orquesta hacia este repertorio, reafirmando una visión muy germánica, pausada y casí mística en la primera ópera y contundente con gran sonido en la segunda.
La segunda parte estuvo dedicada a Edward Edgar,un compositor que últimamente está siendo recuperado por diferentes directores, entre ellos Baremboin que ha grabado ya dos de sus sinfonías y que en esta ocasión nos brindó la primera de ellas donde volvimos a disfrutar de un sonido de la cuerda amplio y generoso, lleno de expresividad, más cercano a Wagner que a la tradición inglesa.
A priori completar un programa con esta sinfonía para una orquesta con especial relevancia en el repertorio germánico podría parecer una equivocación pero la verdad es que se supo ganar con la interpretación de la sinfonía el aplauso definitivo del público abriendo apetito para la siguiente cita al día siguiente.
El martes siete de julio nos esperaba la visión italiana con un programa Verdi un tanto extraño en su configuración y efectivos.
A la Staatskapelle de Berlín se le unieron en la segunda parte del concierto los efectivos del coro titular de la casa, el Orfeó Català junto con el Cor de Cambra del Palau de la Música Catalana y bastantes refuerzos para enfrentarse a las Quattro pezzi sacri del maestro de Busseto, una obra raramente programada.
Es de agradecer esta política de la dirección artística del Palau de programar conciertos con orquestas y directores de primer nivel para cantar los coros titulares de la casa juntando en las propuestas calidad y variedad de repertorio como en este caso.
Ojalá que esta política se ampliara también a potenciar la música de compositores nacionales del pasado o del presente para que estas orquestas y directores conociera y realizaran sus versiones de un repertorio rico y de tanta calidad.
Preludios y oberturas de Verdi formaron la primera parte donde demostraron una buena interpretación y buenas ideas de fraseo, aunque sin embargo faltó un poco más de italianidad por encima de la contundencia de la versión ofrecida en Las Visperas sicilianas, la delicadeza y pianísimos increíbles de Traviata o dramatismo de Forza del destino.
Tras la composición de Aida Verdi se queda en un barbecho musical operístico, sin embargo como ya hiciera Rossini, se acerca en su vejez al género religioso con cuatro composiciones que aunque independientes en texto y contexto litúrgico normalmente se interpretan como un todo en concierto.
En estas composiciones de vejez pudimos apreciar ecos de otros momentos de sus composiciones líricas si bien dentro de una ambiente de acercamiento profano-teatral a unos textos religiosos.
La pieza más breve fue la primera, Avemaria, donde una selección del coro la interpretó a capella , uniéndose todos los efectivos coralesy orquestales en el Stabat mater.
Esta gran obra incluye un coro de más cien personas para compensar la escritura orquestal como consiguieron los coros del Palau en esta parte integrando perfectamente el sul-fiato del “Vidit suum” con los contrastes dinámicos exageradamente escritos por Verdi y exigidos desde la batuta de Barenboim desde un ffff hasta un pppp al final de la obra “Quando corpus morietus”…
La tercera pieza fue Laudi a la Vergine Maria en el que el coro femenino demostró su gran capacidad de fraseo si bien algunos ataques de la cuerda de soprano tuvieron cierta dureza rozando la estabilidad de afinación.
El Te Deum concluyó el concierto por parte de todos los integrantes, destacando al coro masculino en la primera sección al modo gregoriano con una simple armonización, para pasar a la exaltación del Sanctus con intervención de un tutti de orquesta y coro lleno de contundencia sin perder por ello la gran capacidad de empaste del coro tras la llamada de la soprano solista a confiar en el Señor que recoge como última afirmación coro y orquesta en forte, la música se diluyó en un pianísimo sutil que costó arrancar los aplausos de un público entregado en este ambiente de recogimiento musical.
Sería recomendable que alguien revisara los textos del programa de mano que se ofrecen para seguir el concierto ya que en el caso de la última pieza del concierto estaba equivocada la distribución de efectivos musicales, así como la última frase que no se cantó.
Este aspecto igual que algunos momentos en que el texto no se entendía no afearon un gran concierto que esperamos sea la tónica de la temporada, calidad en la interpretación, variedad en la programación y riesgo en las propuestas.
Grandes, sonoros y prolongados aplausos no lograron arrancar de Barenboim y sus huestes ningún bis lo que no agradó del todo al respetable esta falta de generosidad por parte de un director que dirigió de memoria todas las piezas de los dos conciertos excepto las piezas sacras de Verdi donde demostró otra faceta suya no habitual la de director de coro a capella. Barenboin: Vedi, vidi, vinci
Robert Benito