Patricia Petibon sorprende por su versatilidad al auditorio de Castellón
«Noveau monde» fue el título de un programa que ofreció en el Auditorio de Castellón, la soprano Patricia Petibon acompañada por el conjunto instrumental «La cetra» con música de autores del barroco, que incluían desde la geografía europea a la del Nuevo Mundo. En verdad el título no solo hacía referencia a las tierras americanas sino a lo que supuso su descubrimiento en el viejo continente: la revolución de los precios y el impulso de las clases sociales que potenciaron las formas industriales y comerciales. Esta especie de burguesía artesana y mercantil disfrutaba de las jácaras, entremeses y tonadillas que acompañaban las grandes obras dramáticas del teatro. Pues bien ese género que con razón se llama jacarandoso, lo hizo suyo la Petibon con un programa de canciones y fragmentos instrumentales llenos de alegre algazara y jolgorio, que convirtió el barroco en un espectáculo guay a mogollón, molón y flipante por su desparpajo desenfadado, frescura y solaz y por el contrario intenso, con acentos de intenso drama, muy del hoy más hoy.
Ya de entrada el ubicar a parte de los miembros de la orquesta en una distribución tabernaria en torno a una mesa a lo Teniers, Ostade o Brouwer, resultaba significativo. La salida de la soprano, que no se estuvo quieta en todo el concierto, vestida a lo zíngaro (sin oso, claro aunque sí con peluches que lanzó al patio de butacas), tocando el pandero, bailando, compadreando con los instrumentistas o compartiendo su danza con personas del público, integrándolas en el espectáculo, suponía una clara declaración de intenciones del mismo. Los motivos populares de la segunda parte tuvieron un criterio rock friki, tan inquieto como bullicioso e intemporal.
Y en medio de todo ello, y ahí está lo importante, emergió la música, con propiedad, carácter, calidad, intención y criterio de época. Patricia Petibon llevó a cabo inflexiones vocales y sfumature de gran belleza y técnica depurada, alcanzando notas estratosféricas en ocasiones y en otras obviando en la impostación ortodoxa de las tablas operísticas. Pero siempre cantó demostrando una excepcional escuela, al servicio de un singular criterio interpretativo, ad hoc con el postulado de las obras, su ritmo, su melodía y su carácter. Sugestivo lamento en la primera de las obras de Purcell y elegancia e intimidad en un primoroso contrapunto de los arcos en la segunda. Delicada en la inspiración etérea en el popular «Greensleeves». Rítmica y galana, en Nebra y Rameau y temperamental, incluso trágica en Charpentier. Bailó e interpretó con elegancia no exenta de sensualidad y desenfado carnavalesco en ocasiones. A quien esto escribe le embelesó como una referencial Königin der Nacht, Lulu, Julieta…. o intérprete de Haydn, Haendel, Gluck o nuestros Turina, Falla o Granados… (la lista de personajes estilos y motivos sería interminable) pudiera reinventarse en un estado de tan sugestiva melopea perpetua.
La Cetra Barockorchster Basel en esta ocasión dirigida por la húngara Éva Borhi, demostró tanto en las actuaciones de conjunto carnavalesco con propiedades de la «commedia dell arte», junto a la soprano, como en sus intervenciones en solitario una solvencia de excepción, tanto en lo teatral como en lo musical. En este segundo apartado convendría destacar su esmerada afinación su propósito de versionar históricamente los tiempos y las armonías interválicas de la época, manteniendo un concepto con ritmos vivos y muy precisos en los contrapuntos en unas versiones en las que primaba la algarabía frente a otros en los que se imponía la delicadeza de esos adagios que el barroco significó como referenciales en la historia de la música en una concepción lirica de la que es deudora toda la música posterior.
Antonio Gascó