BENAMOR EN EL TEATRO DE LA ZARZUELA Por Majo Pérez
El Teatro de la Zarzuela completa con Benamor la que se ha dado en llamar la “trilogía orientalista” de Pablo Luna, a pesar de que como recuerda Ignacio Jassa en las notas al programa, el compositor de Alhama de Aragón llegaría a “quejarse de su encasillamiento como «profesionalista de la música oriental»”. Además de firmar El asombro de Damasco (1916) y El niño judío (1918), obras que junto a la que nos ocupa conforman la mencionada trilogía, de su pluma nacieron El aduar (1918), El suspiro del moro (1919), El sinvergüenza en palacio (1920, junto a Amadeo Vives), La joven Turquía (1924) y El anillo del sultán (1925).
Benamor, que desde su estreno en 1923 en el Teatro de la Zarzuela, no había vuelto a representarse en este escenario, ha sido versionado y dirigido escénicamente por Enrique Viana. No es tarea fácil actualizar una dramaturgia que hace humor de los estereotipos de género o de la compra-venta de una joven y bella esclava por parte de dos viejos verdes, por poner solo dos ejemplos. Enrique Viana intenta sortear tamaños escollos dando una vuelta de tuerca a tan disparatada historia, en la que introduce dos monólogos (que él mismo interpreta) y un reguero de vianalités con el objetivo de que quede claro que estamos ante un mero divertimento en el que todos nos vamos a reír de todos.
Los fans de Viana, pródigos de carcajadas y aplausos, aclamaron en pie a su ídolo al final del espectáculo. En mi caso, si bien admito que alguna cosa me hizo gracia, alargar la obra casi veinte minutos con añadidos que no tienen nada que ver con la trama me parece innecesario y, lo que es más grave, encuentro que la grandiosa y realista escenografía de Daniel Bianco y el lujoso vestuario de inspiración historicista diseñado por Gabriela Salaverri, elementos que superan en calidad a todo lo demás, chocan de bruces con el espíritu chabacano y estrambótico del concepto dramatúrgico, haciendo de este Benamor en el teatro de la zarzuela un caro juguete roto.
La partitura, extensa más que rica, encierra momentos memorables como la conocida “Danza del fuego” del final del segundo acto. Coreografiada diestramente por Nuria Castejón, esta danza constituye el único momento de la obra en la que la sugerente iluminación de Albert Faura y la evocadora escenografía de Bianco se concilian con lo que está sucediendo encima de las tablas. La batuta de José Miguel Pérez-Sierra no contribuyó a minimizar el carácter “pretencioso y de sonoridad grandilocuente” que ya la noche de su estreno de 1923 algunos críticos achacaron a la música de Luna. Durante el primer acto, una orquesta destemplada se decantó por los decibelios, poniendo en apuros a los solistas, aunque fue mejorando a partir del segundo acto y terminó salvando los trastos.
El equipo de solistas estuvo equilibrado, lo que significa que todos cumplieron con su cometido satisfactoriamente, sin grandes brillos ni tropiezos. Vanessa Goikoetxea fue una esforzada princesa-varón que privilegió la actuación ante el canto, mientras que Carol García, sultán-hembra, dio menos juego escénicamente quizá por estar más centrada en su prestación vocal. Bien logrado el Juan de León del barítono Damián del Castillo y merecidamente aplaudida su romanza “País del sol”. Enrique Viana brilló actoralmente en su papel de Gran Visir. Irene Palazón, como Nitetis, actuó, cantó y bailó con gracia. Gerardo López, como príncipe de Florelia, y Gerardo Bullón, como príncipe de Kabul, conformaron un dúo cómico bien avenido. A Francisco José Sánchez, Alifafe, se le vio algo inseguro al comienzo, pero se fue creciendo. El veterano Emilio Sánchez encarnó con oficio al traficante Babilón y Amelia Font arrancó las carcajadas del público encarnando a la histriónica madre de los protagonistas.
Ficha artística
Benamor, música de Pablo Luna y libreto de Ricardo González del Toro. Vanessa Goikoetxea (Benamor), Carol García (Darío, sultán), Irene Palazón (Nitetis), Amelia Font (Pantea, madre), Enrique Viana (Gran visir Abedul / confitero / pastelera), Damián del Castillo (Juan de León), Gerardo Bullón (príncipe de Kabul), Gerardo López (príncipe de Florelia), Francisco J. Sánchez (Alifafe), Emilio Sánchez (Babilón), Esther Ruiz (odalisca). Orquesta de la Comunidad de Madrid y Coro Titular del Teatro de la Zarzuela. José Miguel Pérez-Sierra, dirección musical. Enrique Viana, dirección de escena, Daniel Bianco, escenografía, Albert Faura, diseño de iluminación, Nuria Castejón, coreografía, Gabriela Salaverri, vestuario. Teatro de la Zarzuela. Madrid, 14 de abril de 2021.