Billy Budd. Britten. Santiago de Chile

Billy Budd. TMS 2013. Foto Patricio Melo (1)

“Billy Budd” hace historia en el Municipal

La obra de Benjamin Britten se ensalza como un hito de gran nivel artístico, gracias al logrado trabajo de todos los involucrados en esta producción, la que será recordada por mucho tiempo.

“Billy Budd”, la ópera que se desarrolla completamente en un barco, finalmente “desembarcó” en el Teatro Municipal de Santiago. Los grandes elogios de público y crítica que ha recibido, no son desmesurados pues se trata de un montaje redondo, que en la suma viene a hacer historia en el quehacer artístico nacional. Ya se anticipaba por el simple hecho de ser estreno en Latinoamérica de esta obra de Benjamin Britten, compositor que se celebra en todo el mundo por su centenario. El gran nivel dispuesto en la producción, y el interés y recepción del público profundizan la importancia de lo que ya se ha calificado como un hito. Recordemos que todo este esfuerzo fue posible gracias al apoyo de laFundación Britten-Pears.

Otro dato no menor es que se trata de una ópera posterior a la Segunda Guerra Mundial (se estrenó en 1951), con lo que el repertorio lírico en Chile avanza en el tiempo, acercándose de a poco a nuestro tiempo. Precisamente, “Billy Budd” refleja muy bien el tiempo en que fue escrita. Luego de la terrible conflagración planetaria, comenzó el largo período de la Guerra Fría, donde dos bandos se enfrentaron ideológicamente, aludiendo a la división entre “buenos” y “malos”, o sea “ellos o nosotros”. La distinción entre el bien y el mal, y la clara definición de estos términos en un grupo de seres humanos que convive en un espacio limitado, es central en la obra, aunque lo rico de esta creación es que ofrece distintos niveles de lectura.

Es por eso, que a pesar de que la ambientación original de la obra se remite a fines del siglo XIX, la ópera refleja muy bien el angst sigloveintero. Y la tensión dramática resultante tuvo un marco ideal de desarrollo gracias a la imaginería visual del regisseur argentino Marcelo Lombardero, y su equipo conformado por Diego Siliano (escenografía y proyecciones), Luciana Gutman (vestuario) y José Luis Fiorruccio (iluminación). Su enfoque no extrapola la obra a otros tiempos, manteniéndose fiel al contexto temporal original del relato de Herman Melville en que se basa la ópera.

Los diseños apuntan a mostrar los distintos espacios del barco, con firmes construcciones escénicas, apoyadas por proyecciones en tela, e imágenes audiovisuales (el mar). Un recurso muy bien utilizado fueron las penumbras producidas en la iluminación, que resaltaban el aspecto reflexivo de la obra. Y otro detalle significativo lo notamos en el vestuario. Mientras este se ajusta a la época mencionada, el personaje del Capitán Vere aparece en el Prólogo y Epílogo utilizando un terno contemporáneo, buscando resaltar la distancia temporal entre los sucesos que son por él recordados.

Y ya que entramos en los personajes, es justo decir que este fue parejo en todos sus participantes. Roger Honeywell fue un sentido Vere, lleno de expresividad y emoción. Billy Budd fue encarnado por Craig Verm, y su interpretación estuvo llena de energía. La voz profunda del bajo Andreas Bauer dio vida al malvado Claggart, y también debemos elogiar el trabajo realizado por los cantantes nacionales Pedro Espinoza, Homero Pérez-Miranda, Patricio Sabaté, Sergio Gallardo y Arturo Jiménez.

Sobresaliente fue el trabajo del Coro del Teatro Municipal que prepara Jorge Klastornick, como también el de los niños del Coro The Grande School. La coherente interpretación musical estuvo guiada por el británico David Syrus, quien resaltó todas las sutilezas de la partitura, que estuvo en las buenas manos de la Orquesta Filarmónica de Santiago. Todo el trabajo conjunto fue parejo como pocas veces, y solo por eso, este montaje será recordado por un largo tiempo. Difícil será olvidar el desenlace dramático de esta producción, el que es simplemente sobrecogedor.

Álvaro Gallegos M.