Por Carlos Orejas L’Orfeo con Biondi y Europa Galante
A menudo se considera de iure ‘L’Orfeo’ de Claudio Monteverdi como la primera ópera de la historia. Esta aseveración tiene en cuenta el prejuicio infundado de que las obras anteriores de Peri o Caccini son meras tentativas que no han pasado al canon de óperas habitualmente interpretadas, que van desde el Barroco hasta la contemporaneidad pasando por los populares títulos belcantistas y veristas. En las interesantes –aunque extremadamente cortas– notas al programa, Luis Gago cita la aguda (a la par que jocosa) observación del estudioso Nino Pirrotta acerca de que son dos los compositores que marcan la evolución de la ópera seicentesca: Monteverdi y Monteverdi.
Y es que el compositor cubrió dos expectativas con ellas: en su primera etapa la de la ópera cortesana, como en el caso de L’Orfeo, que recurre a lo mitológico y lo emblemático, con grandes efectivos instrumentales y un coro moralizante como imitación de las antiguas tragedias griegas; y en el final de su carrera la de la ópera de consumo para el gran público, restringida en su efectivo orquestal para abaratar costes, con personajes de diferentes matices afectivos y menos monolíticos -sin excluir la posible comicidad- y un contexto provisto por un argumento histórico como excusa para dar vida a las pasiones humanas intemporales -tan atractivas para el público-, de la que son ejemplos las últimas óperas de Monteverdi L’incoronazione di Poppea o Il ritorno d’Ulisse in patria, hechas ya para los teatros de localidades de pago de la Venecia de los años cuarenta del siglo diecisiete. Biondi y Europa Galante Orfeo
A diferencia de las óperas posteriores del mismo autor, L’Orfeo sintetiza muy bien los elementos del último Renacimiento del madrigal polifónico, la canzonetta estrófica y los balli, con la imitación natural de la expresividad del habla con todas las prerrogativas del arte lírico, a través de una recitación monódica subrayando los diferentes tintes afectivos del texto, lo que conocemos como seconda prattica o recitar cantando frente a la prima prattica del estilo antiguo de la polifonía. La interesante versión de la Europa Galante, bajo la dirección de Fabio Biondi, tiene en cuenta todas estas necesidades de la partitura en la interesante puesta en escena en versión concierto que nos ocupa. En primer lugar, con el excelente conjunto instrumental, que a tan buenos registros y conciertos nos tiene acostumbrados, especialmente del settecento italiano. En segundo lugar, con un excelente plantel de cantantes. Y por último, gracias al Coro de Cámara del Palau de la Música Catalana, bajo la dirección de Xavier Puig, que resultó exquisito en la emisión y el empaste de sus voces y que cubrió con creces los numerosos momentos corales de la pieza, aunque resultó en ocasiones algo frío en la expresión de los momentos de mayor fragor dramático, algo comprensible en un coro que no visita a menudo el repertorio operístico y que, aunque sea en una mínima dosis, incluso una ópera tan temprana como L’Orfeo también reclama. Biondi y Europa Galante Orfeo
En el primer acto, el libreto de Striggio presenta una escena bucólica con los enamorados Orfeo y Eurídice, que se cantan recíprocamente su amor y que es celebrado por un coro de ninfas y pastores. La aparición de Monica Piccinini como la Musica resultó elegantísima. Voz de preciosa emisión y dicción, añadió algunas interesantes florituras en forma de groppi y trilli al texto de Monteverdi que acentuaron el valor expresivo del discurso, presentando de esta manera la acción operística. Roberta Invernizzi estuvo vocalmente fría en su primera intervención en el personaje de la ninfa, aunque esto se solventaría en sus siguientes apariciones en las que luciría un talento especial para traslucir todas las tintas que precisan las múltiples inflexiones de este difícil recitativo temprano, que va desde la simple cantilación hasta la exaltación ariosa en algunos momentos, sin solución de continuidad. El recitativo arioso de Orfeo ‘Rosa del ciel’ a cargo de Ian Bostridge resultó meritorio tanto por su elegancia como por la morbidez de su emisión, faltando italianidad en su sonido, algo falto de timbre.
Monica Piccinini presentó tras él de manera convincente el primer monólogo de Euridice ‘Io non dirò qual sia nel tuo gioir’. Las intervenciones de ninfas y pastores fueron garantizadas por el coro, siempre impoluto en su dicción, empaste y afinación. De los números a solo de los pastores a lo largo de la ópera, merecen ser señalados aquéllos desempeñados por Filippo Mineccia, anotados por Monteverdi en la tesitura de contralto y en los que Mineccia brilló especialmente en la tesitura más aguda de los mismos, haciendo uso de una emisión enfocada a la par que redonda, con un fraseo elegante. Los dúos de pastores en la tesitura de tenor presentaron leves problemas de afinación, algo que se hizo más palpable por ser un dúo de voces iguales. La orquesta resultó muy atinada en el carácter de sus intervenciones, siempre bajo la atenta dirección de Fabio Biondi, tanto en los ritornelli que jalonan la acción y la vertebran como en la toccata inicial. Especialmente eficaz fue el grupo de continuo, que sostiene con acordes y pasajes la tensión de la acción sobre la que recitan los cantantes y hace de reloj oficioso sobre el que suceden los eventos de la recitación de los personajes. El uso de un pulso uniforme hubiera facilitado sentir con más claridad la afectividad inherente al cambio de figuración, marcada de manera muy precisa por Monteverdi en su partitura. Biondi optó por acelerar o retardar según el efecto deseado y el afecto del pasaje, que es otra posibilidad, y lo hizo de manera convincente, pagando sin embargo el precio de perder la unidad interna de las proporciones que un pulso más o menos constante hubiera garantizado.
En el acto segundo, Orfeo canta la hermosura de la naturaleza, aunque la Messagiera le anuncia la muerte de su amada por una mordedura de serpiente mientras recogía flores. Orfeo, la Messagiera y el coro se lamentan por la fatalidad de este incidente. Orfeo expresa su intención de ir al infierno para que Plutone permita que Euridice vuelva al mundo de los vivos. Ian Bostridge presentó su canzonetta estrófica ‘Vi ricorda, o bosch’ombrosi’, en la que estuvo exultante y ágil rítmicamente, expresando muy bien carácter popular de la pieza, cercana a la villanella y a la frottola, delatando el sustrato aún renacentista de esta ópera temprana. También resultó interesante Marina de Liso como la Messagiera, aunque a veces se abalanzó en el comienzo de sus interlocuciones, normalmente en alternancia con el personaje de Orfeo y con los pastores. Hizo gala de un bello timbre en el centro de su voz, lo que junto a una buena dicción dotó de franqueza al dolor expresado en sus recitados. Tan sólo se echó en falta una menor premura en sus intervenciones y si acaso, un fraseo en unidades más largas. El coro expresó de manera magistral la amargura de la acción resaltando las disonancias de la partitura mediante el uso de las dinámicas y el establecimiento de un color oscuro elegantísimo y sin concesiones que, a manera de coro de tragedia griega, hizo sentir la dureza de la desgracia. La cuerda de la orquesta se mostró muy atinada en la transmisión del afecto de las diferentes sinfonías y ritornelli, algo que continuaría a lo largo de toda la ópera.
En el tercer y cuarto acto, Orfeo viaja a la laguna Estigia acompañado de la Speranza, encandilando a Caronte, al que duerme, y utilizando su barca para atravesarla, tras la negativa inicial del barquero. Una vez en el Hades y con la complicidad de Proserpina, convence a Plutone para que deje marchar a su amada al reino de los vivos. Plutone le pone la condición de no mirar atrás, hacia su amada, durante el viaje de vuelta. Orfeo, receloso de Plutone, incumple la promesa y al volver su mirada a Euridice, ésta se desintegra. En el tercer acto destacó Ian Bostridge con su ‘Possente spirto’, que desgranó de manera magistral en su cantar di garganta (filigranas sobre la base del recitativo, para generar expresividad), resultando arrollador gracias a su rigor rítmico y al vigor de su fraseo, siempre con slancio. De Liso como la Messagiera cumplió con creces, siendo la intervención de Ugo Guagliardo como Caronte correcta. Durante el cuarto acto se dan alternancia Proserpina, Plutone, Orfeo y los espíritus infernales, normalmente encomendados a los mismos cantantes que hacen los pastores de los primeros dos actos, como sucedió en la versión que nos ocupa. Roberta Invernizzi como Proserpina, cuyo canto hizo uso de una administración de las inflexiones dinámicas a través de messa di voce magistral y que generó la difícil ilusión de un fraseo infinito en el que las inflexiones tonales no dejaban decaer la tensión de la frase mereció el mayor de los elogios y sus dos intervenciones ‘Signor, quel infelice’ y ‘Quale gratie ti rendo’ fueron destacadísimas.
En el quinto acto, Orfeo vuelve a Tracia y lamenta la pérdida de su amada. El eco deja resonar sus quejas fuera de la escena. Su padre Apollo se apiada de sus lamentos, acudiendo en su búsqueda. Mientras lo eleva a los cielos, desde donde podrá con una existencia feliz contemplar a Euridice reflejada en las estrellas, cantan un dúo. La ópera acaba con una vigorosa danza de carácter llamada moresca. En este último acto se alternan el personaje de Orfeo junto a Matheus Pompeu como Eco de Orfeo fuera de escena y Francesco Marsiglia como Apollo. Este final trata de atemperar el dolor por la pérdida definitiva de Euridice por parte de Orfeo. Tras un monólogo a cargo de Orfeo que se alterna con el eco del final de sus frases, Francesco Marsiglia como Apollo, voz de innegable italianidad bien apoyada en la máscara, da interlocución a su hijo Orfeo en un diálogo que termina con un dúo, que si no es un final feliz, al menos da consuelo al personaje de Orfeo y que, junto a la danza morisca que le sucede, dan fin a la ópera. El público dio una merecidísima y larga ovación a los cantantes, al coro, la orquesta y al director, que saludaron tras ofrecer una lograda versión de una ópera que no se escucha con la frecuencia que merece.
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Auditorio Nacional de Madrid, 20 de febrero de 2022. L’Orfeo de Claudio Monteverdi. Europa Galante, Fabio Biondi, violín y dirección. Coro de Cámara del Palau de la Música Catalana (dir. Xavier Puig). Elenco: Ian Bostridge (Orfeo), Monica Piccinini (Euridice, La Música), Marina de Liso (Messaggera, La Speranza), Ugo Guagliardo (Caronte), Roberta Invernizzi (Proserpina, Ninfa), Fabrizio Beggi (Plutone), Francesco Marsiglia (Apollo), Valentino Buzza (Pastor), Filippo Mineccia (Pastor).