Black el payaso en el Teatro Colón de Bogotá

Black el payaso en el Teatro Colón de Bogotá
Black el payaso en el Teatro Colón de Bogotá

Cuando en el mes de junio de 2014, el emblemático Teatro Colón de la ciudad de Bogotá, reabrió sus puertas al público luego de 6 años de trabajos de restauración y modernización al que fue sometido, el Colón se proyectó como un teatro de producción y para demostrarlo lo hizo con la opereta Black, el payaso de Pablo Sorozábal (1897-1988). Debido al rotundo éxito y respondiendo al llamado del público que pedía su reposición, se programó para este último mes de 2015.

Mientras ingresábamos al teatro nos encontramos con los típicos personajes de circo como contorsionistas, malabaristas y payasos, los últimos un trío de músicos compuesto por acordeón, trompeta y violín. Lastimosamente la falta de logística hizo ver este performance más como una improvisación de último momento que como parte del espectáculo. Con un aforo lleno casi en su totalidad, subió el telón.

En el foso, la Orquesta Sinfónica Nacional de Colombia se mostró siempre reticente frente a las indicaciones del director invitado Alejandro Roca, quién el año pasado se había desempeñado como director musical asistente bajo la guía de Tomasz Golka por lo que este año asumió las riendas de tan brioso corcel orquestal y la dirección musical de esta producción. Pese a su poca experiencia y las dificultades con las que se enfrentó, demostró un dominio de la partitura y un absoluto respeto por las respiraciones del elenco.

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Fue protagonista un elenco colombiano liderado por el barítono Camilo Mendoza, quien nos mostró un Black tímido en principio, pero que a lo largo de la obra se fue desarrollando vocal y actoralmente frente a nuestros ojos, trascendiendo en el perfil psicológico de un Pierrot digno de la comedia del arte. White, fue protagonizado por el bajo Hyalmar Mitrotti, con un potente instrumento sonoro supo hacer complemento a su escena. La soprano Gabriela Mazuera, toda una Princesa Sofía sin alardes vocales y tímida en lo escénico. Sorprendió Andrés Roldan como Dupont, de quien primó su poderío vocal sobre cualquier otro aspecto. No puedo valorar las otras voces puesto que tenían amplificación. El Coro de la Ópera de Colombia estuvo a la altura de los solistas principales, su director Luis Díaz Herodier hizo un trabajo coral muy pulcro, al igual que Eunice Prada, la directora del Coro Cantoría Infantil quienes también destacaron en lo escénico. Resultó interesante la presencia del actor español Emilio García, quién brilló como el director del circo y narrador del hilo conductor de la historia.

Ignacio García, el director escénico, ambienta la obra en una Europa de preguerra, nos transporta de la pista de circo hasta el salón del trono de un país que se reconstruye luego de su guerra civil, y es allí donde vemos los abismos de la identidad de los personajes y sus profundas contradicciones. Complementaron la sobriedad de la puesta en escena un vestuario vistoso y extravagante (como el circo en sí mismo), malabaristas, trapecistas, acróbatas, músicos y payasos sobre el escenario con coreografías de Jimmy Rangel, toda una sinergia encargada de romper la línea entre la realidad y la ficción teatral. La iluminación diseñada por Bogumil Palewicz estuvo siempre acorde a la escenografía, el vestuario y la dramaturgia.

García hace un verdadero homenaje a la profesión del artista, al comediante, al circense y a la gente de los carromatos que han recorrido durante siglos los caminos de un escenario que va más allá de las tablas del teatro físico. Si se encuentra en la capital colombiana y la ve en cartelera, no lo piense dos veces y pase a disfrutarla.

Ronald Perilla