Las Bodas de Fígaro mozartianas inauguran la XXVIII edición del Ciclo Ópera Cataluña con un gran reparto de cantantes de la tierra que supieron unir profesionalidad, calidad y frescura en esta gira por tierras catalanas.
La Associació d’Amics de l’Òpera de Sabadell (AAOS) celebra su 34º aniversario en este año 2015 con más de 750 espectáculos a sus espaldas en un repertorio que ha mostrado desde la ópera del XVIII al XX en diversos puntos de la geografía catalana, española y mundial.
Es curioso observar como a veces el asociacionismo catalán y el sueño de una persona, en este caso, la soprano Mirna Lacambra junto con el apoyo de la Generalitat de Catalunya, el Ayuntamiento de Sabadell y el Ministerio de Cultura (INAEM) han sabido conformar un proyecto digno de admiración al acercar la lírica a donde no llegan los proyectos operísticos de los grandes coliseos.
Tras unos años de representaciones en Sabadell se lanzaron a la aventura de recorrer carreteras para hacer más cercana la experiencia lírica y así nació el Ciclo Ópera en Cataluña que este año llega a su edición número 28, todo un ejemplo de generosidad hacia la lírica y de creatividad artística.
La presente temporada consta de cuatro propuestas diferentes: Bodas de Figaro para inaugurar la temporada, un programa doble a finales de noviembre con La Serva Padrona / Il segreto di Susanna, para lanzarse en febrero-marzo con su primera producción del Otello verdiano y acabar en abril-mayo con una reposición de Madame Butterfly.
Es la cuarta vez que la AAOS ponen en escena Las Bodas de Fígaro tras sus propuestas de 1988, 1996 y 2005 para lo cual han utilizado la misma producción que hace diez años, bajo la dirección de Pau Monterde y escenografía de Elisabeth Castells.
Hacer mal Bodas de Fígaro es casi misión imposible porque posee todos los elementos para que un buen regista y unos cantantes con ganas se lo pasen bien haciéndoselo pasar bien al respetable, y es lo que ha ocurrido nuevamente con esta obra.
Hace diez años pudimos ver a un debutante Carlos Daza en el papel del Conde con esta misma producción pero en la Ópera Escuela que organiza esta Asociación para jóvenes cantantes. Y el tiempo ha dado un buen vino. Este barítono barcelonés redondeó una función con un conde elegante, seguro, noble de voz y con un canto muy cuidado. Su aria del tercer acto fue una lección de fraseo, matices y riqueza expresiva con un instrumento cálido y poderoso.
Su criado rebelde estuvo servido por un Toni Marsol en estado de gracia. Su Figaro dió rienda suelta a la alegría de su personaje con un dominio vocal admirable en todo momento de este papel tan agotador. Brillante desde su primera aria “Se vuol ballare” hasta la última del cuarto acto pasando por la delicadeza de los duos con Susana o la ironía de sus recitativos.
La Condesa de Marta Mathéu destacó por lo que ya nos tiene acostumbrado una técnica excelente al servicio de una expresividad exquisita junto con un saber estar escénico. Sus dos arias fueron memorables aunque su registro más agudo no brilló como en otras ocasiones.
Nuria Vilà fue una Susana que se quedó por debajo del bombón que es este personaje. Se la vió más preocupada de mirar la batuta que de interaccionar con sus compañeros en la escena lo que creó momentos de poca fuerza dramática. Vocalmente sobresalió en su aria del cuarto acto pero hasta entonces se movió en una pobre corrección. Esperemos que con el tiempo su seguridad escénica acompañe a la de su bello instrumento vocal.
El Cherubino de Anna Tobella fue in crecendo en toda la obra haciendo las delicias del público con su gracia y su interpretación picaresca de este personaje travestidamente travestido.
Fue una pena que la pareja Marcellina y Bartolo no estuvieran en la misma sintonía. Ella, Eugènia Montenegro absolutamente entregada a su papel de dama ridícula pero fantásticamente defendida por esta soprano mientras que el Bartolo de Xavier Aguilar careció de gracia escénica y canora con su aria de la vendetta más bien inflada de aire y carente de interés musical.
Todo lo contrario al Don Basilio de Jordi Casanova, siempre en interrelación perfecta con sus compañeros en la escena, desbordando humor en este papel tan ingrato y que se ha de hacer con el equilibrio justo como lo hizo Jordi Casanova para no caer en un ridículo vacio de gracia y recuperando en esta propuesta las dos arias del cuarto acto de Marcelina y Basilio dignamente defendidas ambas.
Correctos el resto de los partiquinos que junto con el coro remataron una velada agradable donde la gente se lo pasó pipa riendo las situaciones rocambolescas creadas por la inspiración de Beaumarchais y adaptadas por Da Ponte para la partitura de Mozart.
A pesar del esfuerzo y buen criterio de Daniel Gil de Tejada en la dirección musical la Orquesta Sinfónica del Vallés no hizo un buen papel, destacando la cuerda por un sonido destemplado y poco empastado, todo lo contrario a la sección de viento madera mucho más expresiva y cuidada, destacando los solos de oboe.
El director de escena Pau Monterde nos ofreció momentos llenos de vida pero en los conjuntos pesó más la cuadratura musical que la interacción escénica con lo que a veces parecía más una versión en concierto que on stage.
Grandes aplausos a lo largo de la velada, y sobre todo al final, coronaron una representación llena de buen feeling hacia la música de Mozart y su “Corriam tutti a festeggiar”.
Robert Benito