La bohème en Oviedo: Vida de bohemios en tiempos de revolución

La bohème en Oviedo: Vida de bohemios en tiempos de revolución
La bohème en Oviedo: Vida de bohemios en tiempos de revolución

La dirección artística de la Ópera de Oviedo, con inteligencia, programa con cierta regularidad este título tan querido por el público, sabiendo que la taquilla está asegurada. Buena decisión en tiempos de crisis es buscar la taquilla y tirar del “fondo de armario”. Sobre todo si la producción, como es el caso que nos ocupa, ha sido un éxito previamente. Como lo fue y sigue siendo la que atesora la Ópera de Oviedo, con la firma de Emilio Sagi (estrenada en 2000 y repuesta en 2008) en la que todo está en su sitio, sin renunciar a un guiño a la puesta al día en la cuestión temporal. En la buhardilla de los artistas encontramos un afiche del Che Guevara y en el segundo acto vemos unos jóvenes manifestándose en contra de las tropas que desfilan en ese momento (“La ritirata”) nos hace pensar en el final de la década de 1960 aunque el vestuario (Peppispóo) no terminó por cerrar la horquilla de tiempo. La bella y funcional escenografía (Julio Galán), soberbiamente iluminada (Eduardo Bravo), es utilizada con la meticulosidad a la que Sagi nos tiene acostumbrados. Los cantantes se convierten en actores de pies a cabeza. Esta función fue defendida, en los papeles principales, por seis cantantes con la frescura y aparente espontaneidad propia de los personajes jóvenes, como ellos, que encarnaban.

La bohème en Oviedo: Vida de bohemios en tiempos de revolución
La bohème en Oviedo: Vida de bohemios en tiempos de revolución

La soprano Vanessa Navarro nos mostró una Mimì fuerte, alejada de la timidez con la que otras de cantantes la interpretan. La voz es dúctil, con un vibrato que le otorga calidez, aunque deberá controlar para mantenerlo a raya. La voz clara, delicada y bien modulada del tenor Francisco Corujo sirvieron para delinear a un Rodolfo menos vehemente pero sí muy efectivo, con buena línea canora, fraseo elegante y agudos en su sitio. A Musetta la encarnó la soprano Sandra Pastrana con juvenil ardor y canto siempre apoyado. Las oscilaciones en su emisión afean un tanto el resultado final, sin llegar a ser un desastre. Convincente como actor y como cantante el barítono Carlos Daza en el personaje de Marcello. Voz redonda, potente y de sana emisión. El bajo David Cervera se encargó, con buena sobradas cualidades vocales y prestancia escénica de Colline, aunque una pizca de malebilidad le habría venido mejor a su “Vecchia zimarra”. Manel Esteve construyó un Schaunard de libro, mezclando con sabiduría la comicidad, el sarcasmo y la acidez del personaje. En el foso la Orquesta Oviedo Filarmonía fue prudente en el volumen y atenta a las indicaciones de Marzio Conti. Su lectura fue un tanto convencional, con pasajes en los que las dinámicas parecían no lograr cambiar y otros en los que pudo modelar bellas frases con adecuados tempi. Las otras voces solistas eran las mismas de las otras cuatro funciones programadas, una de las cuales ya fue reseñada por un colega en días pasados. Un grupo de señoras comentaban al final de la representación: La bohème en Oviedo siempre será bienvenida.

Federico Figueroa

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