Por Cristina Marinero ¡Bravo! Ballet de Barcelona
Teatre Condal. Barcelona, 13 de junio. Dirigir una compañía de ballet en España es toda una aventura, un riesgo que solo se toma si estás verdaderamente apasionado por este arte. Y dirigirla de forma privada, sin contar con respaldo público, se pueden imaginar… Los que lo llevan a cabo deberían ser declarados ¡héroes nacionales!
Esto es lo que han hecho el americano Chase Johnsey y el español Carlos Renedo, antes bailarines durante tres lustros de los famosos Les Ballets Trockadero de Montecarlo, con sede en Nueva York. En esta compañía nacida en los setenta, formada por bailarines hombres, y gays, que, tras una estricta formación en puntas, ponen su talento para convertir los clásicos en piezas llenas de humor, perfeccionaron su danza académica para interpretar con total calidad los emblemáticos títulos.
Chase Johnsey, primera figura de aquella formación, brilló por su depurada técnica y estilo en personajes como Odette, de El lago de los cisnes, Kitri, en Don Quijote, o el titular de Paquita, si bien adaptado el guión y su pantomima a la línea de comedia de los Trocks (como se conoce de forma coloquial a Les Ballets Trockadero de Montecarlo).
En 2017, recibió el National Dance Award británico como mejor bailarín, siendo distinguida su interpretación por encima de los también nominados Vadim Muntagirov y Alexander Campbell, del Royal Ballet. Esta distinción supuso un triunfo del talento por encima de otros factores. Cuando Johnsey bailó con los Trocks, los críticos de Londres lo destacaron por su velocidad, su ingenio y elegancia.
En 2018, hizo historia al bailar como primer artista con el English National Ballet. Tamara Rojo, directora de la compañía londinense, lo llamó para que se incorporara al elenco de bailarinas de La bella durmiente, probando así que un talento como él debía ser aprovechado y poniendo una pica en Flandes por la diversidad, atendiendo a la calidad de su danza. Ahora, todas sus cualidades, como las de Carlos Renedo, se han puesto al servicio de la compañía privada que dirigen, con Carolina Masjuán como asociada, desde hace dos años, el Ballet de Barcelona.
En las tres funciones presentadas en el Teatre Condal de la capital catalana han estrenado el programa formado por el segundo acto de El lago de los cisnes y la coreografía contemporánea, creada para ellos, Tongues.
El emblemático acto blanco de El lago de los cisnes, en versión de la también bailarina de la compañía, la japonesa Anna Ishii, ha sido adaptado a doce cisnes, cuatro pequeños cisnes y dos grandes cisnes, interpretados por dos estupendos jóvenes bailarines hombres, Reo Morikawa y Takahiro Nakashima, en vez de por bailarinas. La originalidad y minimalismo de la escenografía de Alessio Meloni, pintada por Cristian Mariani de “Los Pacos” aporta novedad y simbolismo: el reflejo de los cisnes en estos paneles y círculo colgante metálicos no es definido, ofrece imágenes borrosas con el consecuente significado sobre cómo vemos a los demás.
Chase Johnsey es Odette en este segundo acto de El lago… –con Heyler Lamela como Príncipe Sigfrido-, ahora ya sin pauta cómica. Vestido con maillot entero blanco, transparente en el torso, y peluca de pelo corto blanca con pequeña diadema-corona, hace una perfecta fusión de estilo, encarnando a un cisne andrógino –en sus notas al programa señalan lo difícil que es saber el sexo de los cisnes…-, con el personaje como mandan los cánones en su interpretación del movimiento ideado por Petipa e Ivanov en San Petersburgo, en 1895.
Como Johnsey ha perfeccionado durante tantos años en Trockadero el bailar como mujer, es lógico que siga demostrando su talento en ese camino. Con su interpretación de Odette en serio, da un paso importante en su camino actual, donde cada vez se acepta (o debería aceptarse) más la diversidad. Que un hombre interprete al icónico personaje Odette sin ser comedia es un hecho histórico, también, para el mundo de la danza. El Ballet de Barcelona ofrece calidad con sus bailarines y con la elección de los dos títulos presentados.
La segunda parte corresponde al estreno absoluto de Tongues, coreografía que han presentado por primera vez en estas funciones. Sus creadores son el español David Rodríguez y el australiano Luke Prunty, ambos bailarines de Gauthier Dance desde 2014, compañía sita en Stuttgart (Alemania) y generadora de atención desde su fundación en 2007.
Si bien los coreógrafos han aprovechado el talento de los bailarines para convertirlos en solistas en uno u otro momento de la pieza, es Lisa-Marie Vervoort la figura destacada de esta coreografía que nos habla de diversidad, de entendimiento y empatía, pilares en los que se asienta la ética y estética del Ballet de Barcelona.
Apoyada en una primera parte con música contemporánea, en la segunda la danza se desliza por el barroco, perfecto porque su sonoridad llega directamente al alma, envolviendo todo nuestro ser. Esa época, además, atendía a una misma preocupación estética entre hombres y mujeres, señalando así la androginia personificada en el cuerpo largo y estilizado de Lisa-Marie Vervoort, destacándose también la española Clara del Cerro entre unos bailarines con personalidad distintiva, férreos en la ejecución y dúctiles en la expresión del cuerpo.
Tongues es muy buena coreografía y, con ella, el Ballet de Barcelona cuenta con un título propio en este buen programa que podrá pasear por España de gira y que, esperamos, llegue a Madrid pronto.