Lisette Oropesa Les Arts Por Pedro Valbuena
Esta tarde, dentro del ciclo de Lied que ofrece el Palau de Les Arts de Valencia, ha tenido lugar la presentación de la soprano norteamericana, nacionalizada española, Lisette Oropesa. Se trata de una de las sopranos dramático-ligeras más destacada de los últimos años, y su carrera está jalonada de éxitos internacionales incontestados. Una agenda a rebosar había impedido hasta hoy que Oropesa recalase en el auditorio valenciano, y en parte también por ese motivo la expectación era muy grande. En esta ocasión, la soprano ha contado con la colaboración del maestro Rubén Fernández Aguirre, que la ha acompañado al piano.
El programa era de una gran exquisitez, muy bien concebido en su variedad y en su estructura, y podría decirse que en realidad, hubo dos recitales en uno. La primera parte, dedicada a los autores más tradicionales del repertorio lied, estuvo imbuida de melancolía y elegancia y constituyó un excelente ejercicio de recital tradicional, serio, académico y algo rígido quizá. La segunda parte, dedicada completamente a compositores en lengua española fue más fresca y más próxima. Lisette Oropesa Les Arts
Recibida con una gran ovación y vítores variados, dio comienzo a su actuación con dos canciones de Severino Mercadante que cantó con gracia, pero con la voz aún algo fría, lo que se percibió ligeramente en un sobreagudo un poco tenso. Siguieron otras dos hiperestésicas y maravillosas canciones de Schubert, y a continuación vino Schumann, desde mi punto de vista lo mejor del recital. Contenido, emocionante y cantado con una gran expresividad, atrapó al público en una atmósfera de reflexión y trascendencia. Tres canciones de Fauré y otras tres de Bizet cerraban esta primera parte. La última de ellas contenía una cadenza bastante difícil y sin acompañamiento. Ese fue el único momento en que aprecié algo de inseguridad en la afinación. Lisette Oropesa Les Arts
Tras la pausa dio comienzo la segunda parte de la velada y el ambiente devino más cálido y relajado. Oropesa reapareció con un vestido amarillo dorado sumamente estilizado, y tras haber cantado impecablemente en italiano, alemán y francés se dispuso a hacerlo en español por el resto del recital. Muy inteligentemente, seleccionó al maestro Rodrigo, uno de los compositores valencianos más apreciados, para reanudar el concierto. Sus cuatro madrigales amatorios fueron interpretados con la cándida sencillez que requieren. Las siete canciones de Falla fueron caldeando el ambiente con sus armonías complejas sobre motivos populares y el gracejo que Oropesa ya mostraba abiertamente con requiebros y carantoñas. Llegaron entonces las dos canciones de Joaquín Nin y Yo soy Cecilia, de Gonzalo Roig, abanderado del movimiento de renovación de la zarzuela en Cuba. A estas alturas de la tarde el ambiente era ya prácticamente caribeño, a lo que ayudaba eficazmente la tórrida calefacción que se acostumbra en Les Arts.
Oropesa, ya familiarizada con un público que la piropeó en varias ocasiones, se animó a bailar graciosamente. Tanto bailó que acabó por perder un aderezo; no es la primera vez que una de las grandes sufre este contratiempo en un escenario. Oropesa cantó con un torrente de voz prodigioso, una afinación intachable y un gran conocimiento del repertorio elegido. No obstante, y a pesar de esta técnica tan sólidamente adquirida, creo que su punto fuerte es la expresividad. Confiere a cada una de las piezas que interpreta el punto justo de emoción, el grado perfecto de volumen y una dicción dramática adecuada. Su fonética sureña ayudó, en este caso, con casi todos los textos.
El maestro Fernández acompañó al piano con gran delicadeza, estuvo seguro y se mantuvo a tempo, si bien a veces ocupaba un plano sonoro algo alejado de la voz. Es muy difícil acompañar bien, sin sobresalir ni desaparecer. Incomprensiblemente, una continua corriente de aire se empeñó durante todo el concierto en alborotar las partituras y Fernández tuvo que retirar una mano del instrumento en varias ocasiones para sujetarlas. Ofreció a la sala dos obras instrumentales, arriesgadas y efectistas, tocadas con suma maestría. Lisette Oropesa Les Arts
Ambos músicos, que lucían sendos lazos de solidaridad con Ucrania, ofrecieron dos piezas fuera de programa a un público que aplaudía con fervor, ambas romanzas de zarzuela: el final de María la O, de Ernesto Lecuona, y ‘Un pobre nido’ de El húsar de la guardia, de Amadeo Vives y Gerónimo Giménez. Redondearon un concierto extraordinario. Lisette Oropesa Les Arts