Esta representación de Carmen en Viena ha tenido un resultado un tanto irregular. La producción es bellísima y de las que ya no se estilan en los teatros de ópera, habiendo contado con una notable ejecución musical. Sin embargo, el reparto vocal ha ofrecido escaso interés, con un resultado un tanto mediocre.
La producción escénica es especialmente apta para nostálgicos, ya que es de la que no se ven hoy en día. Su autor es el afamado Franco Zeffirelli y lleva ya casi 40 años de vida. Estamos ante una producción grande, realista, muy apegada al libreto y de una gran belleza plástica. Es de las producciones que en Metropolitan levantan aplausos nada más abrirse el telón. Particularmente destacable es el primer acto, que hace un gran uso de toda la profundidad del escenario, y nos sitúa en una soleada plaza de una inconfundible Sevilla, con los toldos que todavía hoy se ven cubriendo algunas calles del casco viejo para proteger a los vecinos del sol. Brillante y espectacular también la Taberna de Lilas Pastias, con una enorme escalera por la que baja Escamillo para aparecer en la mencionada taberna. Más discreto el tercer acto, con unas rocas a ambos lados del escenario y que resulta particularmente mal iluminada. En el último acto volvemos a la luz del sol, en una gran espacio detrás de la plaza de toros. Esta brillante escenografía es obra del propio Franco Zeffirelli y no tiene más inconveniente que el de exigir dos descansos, ya que los cambios de escena son evidentemente laboriosos. El vestuario de Leo Bei es en tonos generalmente claros y resulta atractivo. La dirección de escena funciona bien. Aquí no hay relecturas, sino fidelidad al libreto, dentro de una notable belleza plástica.
La dirección musical estuvo encomendada al francés Philippe Auguin, el actual director musical de la Ópera de Washington. Su lectura ha sido brillante, con gran dominio de la partitura y sin que la tensión decayera a lo largo de toda la ópera.
Nuevamente hemos podido disfrutar del sonido de la Orquesta de la Wiener Staatsoper, que es siempre un auténtico lujo. Buena también la actuación del Coro de la Wiener Staatsoper.
La mezzo soprano rusa Elena Maximova está muy familiarizada con el personaje de Carmen, que lo viene cantando en teatros importantes durante los 10 últimos años. Es una destacada intérprete en escena, para lo que le ayuda su atractiva figura, y hasta es capaz de acompañarse en su baile tocando las castañuelas. La voz es amplia, oscura y hay una cierta monotonía en su canto. No es una Carmen excepcional, pero sí una Carmen muy solvente. Algunos se pueden acordar de ella por su interpretación de este personaje en Valencia hace 6 años.
Don José era el tenor americano Brandon Jovanovich. Tenía curiosidad por verle cantar de nuevo, ya que no le había visto en escena desde hacía 6 años y precisamente como Don José en el Liceu. Entonces no me convenció y me llamaba la atención que en los últimos años hubiera a cantado habitualmente en teatros de primera fila. Tras verle ahora, me reafirmo en mi impresión anterior. Su Don José resulta más o menos adecuado para el dramatismo de los dos últimos actos, pero ofrece muy poco interés tanto en el dúo con Micaela como en una Romanza de la Flor, donde el SI que corona el aria fue un filado fingido, ya que aquello sonaba a falsetón. Sin duda, le tiene que haber ayudado el físico a hacer la carrera que ha hecho.
La soprano rumana Cristina Pasaroiu me resultó una decepcionante Micaela, aunque quizá sea yo el único espectador de la Staatsoper que piense así. Es una soprano muy ligera, demasiado para Micaela, totalmente ayuna de graves y con un centro un tanto reducido. Me resulta increíble que haya podido cantar en escena Adriana Lecouvreur, la Rachel de La Juive e incluso la Valentine de Hugonotes. A mí me pareció una voz de Barbarina.
El barítono Clemens Unterreiner forma parte establece la Staatsoper, donde canta habitualmente en personajes de no gran relieve. Su Escamillo tampoco me convenció, ya que la voz se queda atrás, especialmente en la canción del Toreador, que la cantaba bastante atrás en el escenario.
En los personajes de contorno la soprano Hila Fahima fue una Frasquita de voz muy ligera, aunque corre muy bien. Buena impresión la dejada por la mezzosoprano Ilseyar Khayrullova en la parte de Mercedes. Correctos los otros contrabandistas interpretados por el tenor Joseph Dennis (Remendado) y por el bajo Mihail Dogotari (Dancairo). Alexandru Moisiuc ofreció una voz atractiva en la parte de Zúñiga, mientras que Orhan Yildiz fue un Morales bastante basto.
La Staatsoper colgó el cartel de No Hay billetes. El público se mostró muy complacido con la representación, dedicando ovaciones a todos los artistas, siendo los mayores aplausos dedicados a Philippe Auguin y a Cristina Pasaroiu.
La representación comenzó puntualmente y tuvo una duración de 3 horas y 20 minutos, incluyendo dos intermedios. Duración musical de 2 horas y 23 minutos. Nueve minutos de aplausos.
El precio de la localidad más cara era de 228 euros, habiendo butacas de platea desde 151 euros. La localidad más barata costaba 38 euros. Las tradicionales entradas de pie costaban 15 euros.
José M. Irurzun