No podía faltar el Requiem de Verdi en la programación del Tutto Verdi de ABAO, aunque se haya ofrecido fuera de abono y en representación única. Digo que no podía faltar, porque para mí este Requiem no es sino la ópera número 29 de Giuseppe Verdi. Son muchos los tipos de Requiem que se han compuesto a lo largo de la historia, no todos religiosos, pero ninguno tan operístico como el del compositor de Busseto. De lo que no cabe ninguna duda es que las dificultades que tiene esta obra son muy grandes, tanto para orquesta y coro como para los cuatro solistas, que requiere auténticas voces verdianas. El concierto de ayer era quizá el mayor atractivo que ofrecía la actual temporada de ópera de ABAO, al contar con un cuarteto de indudable prestigio. El resultado no ha decepcionado, aunque para mí ha faltado continuidad en la versión musical, que ha sido brillante en general y emocionante de manera intermitente
En algún medio de comunicación leía estos días que era la primera vez que se ofrecía el Requiem de Verdi en Bilbao. Claramente, esto es un error y debido a confundir Bilbao con ABAO. Bastará recordar que en el propio Palacio Euskalduna se pudo asistir a un Requiem de Verdi en Diciembre de 2013. Mis últimas experiencias con esta gran obra de Verdi han tenido lugar en San Sebastián (Agosto 2014) y Pamplona (Febrero 2015). La primera de ellas dirigida por Yannick Nezet-Seguin y la segunda por Vladimir Jurowski. Las comparaciones son a veces inevitables y considero que el resultado de este Requiem de ABAO se queda entre los dos que acabo de mencionar.
Volvía a dirigir en ABAO el italiano Francesco Ivan Ciampa, que me dejara un buen recuerdo en su paso por Attila hace año y medio. Su lectura del Requiem ha sido cuidada, segura y enérgica, aunque para mí la emoción – fundamental en esta obra – ha estado presente de forma intermitente. Junto con el notable arranque de la obra, me resultó convincente su interpretación de páginas como Lacrymosa, Agnus Dei y el Libera Me final, quedando corto de emoción en otras ocasiones. Obtuvo una buena respuesta de la Orquesta Sinfónica Verum, formada por jóvenes músicos y fundada por una compañía vinícola, de la que no esperaba mucho, pero que cumplió bien. Menos convincente me resultó el Coro de Ópera de Bilbao, que tuvo una pronunciada tendencia a cantar forte. Si el Orfeón Donostiarra fue un perfecto colaborador de Nezet- Seguin en el Kursaal de Donostia, no ocurrió lo mismo aquí. El cuarteto solista ofrecía voces de gran interés y no defraudaron.
Me resultó particularmente convincente la soprano americana Angela Meade, que ofreció un canto muy matizado y emocionante, especialmente en el Libera me final, con una voz de calidad, muy bien manejada. Nada que objetar a la actuación de Dolora Zajick, que a sus 64 años conservas una notable frescura en su voz y cantó con gustó y emoción, sin hacer alardes fuera de lugar. Su única sombra consistió en estar con la cabeza muy metida en la partitura.
En cuanto a las voces masculinas, contar con Gregory Kunde es siempre un lujo, aunque en esta ocasión no me resultó particularmente brillante. Cantó con mucho gusto y buenas dosis de emoción el Hostias et Preces, mientras que su Ingemisco, una de las más bellas arias (¿por qué no?) escritas por Verdi, quedó corto de brillantez. Ildebrando D’Arcangelo sustituyó al previamente anunciado Erwin Schrott, quien canceló, como no podía ser de otra manera, ya que hacer en Buenos Aires Don Giovanni el día 12 y cantar el ensayo del Requiem en Bilbao el día 14 no está ni al alcance de Supermán. D’Arcangelo no es un bajo para cantar Verdi y fue el menos adecuado del cuarteto solista, aunque lo hiciera bien. Simplemente, le falta mayor amplitud a su instrumento, que queda mucho mejor en Mozart que aquí.
El Euskalduna estaba prácticamente lleno, lo que no había ocurrido hace mucho tiempo. El público se mostró muy cálido con los artistas en los saludos finales, que fueron siempre en conjunto.
El concierto comenzó con nada menos que 11 minutos de retraso y tuvo una duración de 1 hora y 22 minutos. Ocho minutos de aplausos.
El precio de la entrada más cara era de 100 euros, costando 40 euros la más barata.
José M. Irurzun