Brouwer, Rodrigo y Martin: el exquisito protagonismo de la guitarra

Brouwer, Rodrigo y Martin: el exquisito protagonismo de la guitarra
Brouwer, Rodrigo y Martin: el exquisito protagonismo de la guitarra

El sello Naxos ha publicado un C.D. el que la Real Filharmonía de Galicia, bajo la dirección de Óliver Díaz, y con la participación del guitarrista Miguel Trápaga, interpreta obras de Brouwer, Rodrigo y Martin, siendo la guitarra el eje central del mismo por el enorme peso que tiene en las piezas y por lo históricas de las mismas, gozando este instrumento de un exquisito protagonismo.

Esta discográfica siempre ha demostrado valentía al apostar por intérpretes jóvenes, gente de un gran nivel cuyas carreras artísticas están empezando y que, en numerosos casos, se han convertido en músicos de referencia pocos años después. En esta ocasión, esta valentía no está tanto en el solista, pues Trápaga es un guitarrista consolidado que ya ha trabajado con esta discográfica, sino en dos de las obras recogidas que suponen la primera grabación mundial de las mismas. La visión de la guitarra de Brouwer, Rodrigo y Martin y su gigantesca aportación a este instrumento se ejemplifica en este caso en el famosísimo Concierto de Aranjuez, Guitare y el extraordinario Concierto de Benicássim.

Precisamente la obra que abre el C.D. es la apuesta segura, pues el Concierto de Aranjuez de Joaquín Rodrigo es quizás la obra más famosa escrita para guitarra y orquesta, cambiando el devenir de este instrumento y convirtiendo su presencia como solista junto a una orquesta en algo aceptado, marcando por lo tanto un punto de inflexión en su historia. No creo que sea necesario hablar a estas alturas de la belleza de esta obra y sí de la versión aquí recogida, muy correcta y con unos resultados musicales muy buenos. Trápaga se muestra muy seguro en todo momento, haciendo un primer movimiento muy dinámico, ejecutando con fuerza y vitalidad los rasgueos, con un sonido muy limpio en las escalas y con musicalidad. El famosísimo adagio es aquí interpretado con una velocidad ligeramente superior a la de algunas versiones históricas de referencia pero sin perder el lirismo y delicadeza que conlleva este genial pasaje. Jugando con cambios en la dinámica, haciendo variaciones tímbricas y con un sonido muy limpio, el guitarrista se muestra solvente en todo momento, muy eficaz en la cadencia y sin perder la musicalidad en ningún momento. Meritoria es también la participación del viento madera en todo momento y especialmente destacable es el papel del corno inglés, co-protagonista del movimiento, dialogando con la guitarra en la hermosa melodía en que se basa el mismo. En el Allegro gentile que cierra esta obra universal, Trápaga sigue mostrándose muy seguro, ejecutando con mucha claridad los pasajes polifónicos que lo conforman, dándole un carácter agresivo a los rasgueos y luciendo, como en toda la obra, un sonido muy limpio. La coordinación con la orquesta es buena, siendo esta bien llevada por Díaz, sabiendo equilibrar bien su papel junto al solista.

El C.D. que recoge obras guitarrísticas de Brouwer, Rodrigo y Martin continúa con una obra injustamente olvidada como es la Guitare de Frank Martin. La versión aquí recogida es una orquestación de la original para guitarra solista y constituye la primera grabación mundial de la misma. Consta de cuatro brevísimos movimientos en los que el autor crea hábilmente una atmósfera misteriosa, inquietante, buscando efectos tensos con una buena utilización del viento, especialmente la madera, y con los cambios dinámicos. La utilización en algunos momentos de los modos lidio y frigio proporciona un especial aire a la obra que, en la humilde opinión del firmante, merece más repercusión de la que tiene.

Para finalizar este C.D. que recoge obras de Brouwer, Rodrigo y Martin podemos escuchar la primera grabación mundial de una obra extraordinaria, excelente, que esperemos que pase a entrar dentro del repertorio habitual de las orquestas y de los guitarristas, pues el nivel y la calidad de la misma son elevadísimos; se trata del Concierto de Benicàssim para guitarra y orquesta del compositor cubano Leo Brouwer. Este músico es, sin ninguna duda, una de las figuras más importantes en la composición actual, con una personalidad muy fuerte y un estilo único en el que las influencias étnicas, la armonía modal, los efectos rítmicos, la riqueza melódica, etc. confluyen junto al enorme talento y creatividad del cubano para brindarnos una música magnífica, recogida en un catálogo iniciado a mediados del siglo XX y que se extiende muy fructíferamente en lo que llevamos del XXI. Además Brouwer es un compositor que, si nos centramos específicamente en el mundo de la guitarra, adquiere una relevancia mayor si cabe, pues el dominio técnico que tiene del mismo es absoluto; escribe de una forma totalmente idiomática para este instrumento, saca todo el partido posible de la guitarra y sabe equilibrar perfectamente la orquesta con las posibilidades sonoras del instrumento, marcando una línea que muchos jóvenes compositores están intentado seguir.

El concierto de Benicàssim consta de los tres movimientos habituales; el primero, Introducción-Allegro moderatto nos presenta dos temas básicos, iniciándose con uno muy rítmico y lleno de fuerza, presentado en principio por la madera, con el soporte de los timbales, y sirve a la orquesta para dialogar con la guitarra; el segundo mucho más lírico y tranquilo, muy hermoso, presentado por la cuerda. Estos dos temas constituyen la base de un movimiento con cierto aire étnico, con mucha riqueza rítmica, con desplazamientos de acento que causan un gran efecto y en el que la dinámica es también un recurso muy hábilmente utilizado por el compositor. El solista se enfrenta a una escritura muy guitarrística pero muy exigente técnicamente, con continuas escalas ejecutadas con un sonido muy limpio y brillante. Junto a él, es también meritorio el buen trabajo de la orquesta, muy bien equilibrada y eficaz en esos continuos diálogos con el el solista, en esa ejecución de la dinámica y en esa preciosa combinación de fuerza, de ritmo con aire de danza étnica y ese lirismo melódico del movimiento.

El segundo movimiento, Lento, se inicia con el cantabile toque del oboe y poco después, junto a la orquesta, la guitarra acompaña arpegiando a una hermosa y relajante melodía que es realizada por distintos instrumentos de madera antes de ser el propio solista el que interpreta la misma. Lirismo puro el que consigue Brouwer a pesar de las disonancias que busca con efectismo. La dinámica es también importante en este movimiento, realizando crescendos que, junto a los golpes de timbal, ocasionan breves instantes de mayor tensión. La armonía modal está también presente en algunos pasajes en los que el compositor usa el modo lidio, en los que la guitarra canta un motivo sencillo. Nos parece bueno el trabajo de Trápaga y Díaz, uno con el buen sonido y musicalidad que aporta y el otro en su buena conducción de una orquesta equilibrada en la que el viento adquiere un gran protagonismo Este bello movimiento da paso a un Allegro que cierra el concierto en el que de nuevo el compositor juega en algunos momentos con el modo lidio para dar paso a momentos con mucha vitalidad y riqueza rítmica. Otra vez fundamental la dinámica y los efectos tímbricos, que dan una sonoridad especial a la obra; la aportaciones de la percusión y el viento vuelven a ser muy enriquecedoras, especialmente las notas que la madera realiza evocando, con uso de alguna disonancia, una atmósfera casi fantasiosa. Muy bueno el papel de Trápaga de nuevo, con un sonido solvente, agresivo en los rasgueos y eficaz en la cadencia; buena también la dirección de Díaz al frente de la orquesta, siendo capaz de transmitir la fuerza y vitalidad de algunos momentos muy rítmicos que parecen recrear danzas tribales, reflejando el lirismo y dulzura de algunos fragmentos melódicos y consiguiendo estas mágicas sensaciones que la magistral obra de Brouwer evoca.

Este C.D. en el que Óliver Díaz y la Real Filharmonía de Galcia interpretan obras de Brouwer, Rodrigo y Martin y que cuenta en la guitarra solista con la participación de Miguel Trápaga es algo que no puedo dejar de recomendar, pues junto al conocidísimo Concierto de Aranjuez tenemos dos obras por primera vez grabadas que merecen la pena sin ninguna duda, siendo especialmente importante desde mi humilde punto de vista la presencia del fabuloso Concierto de Benicàssim en el que, una vez más, Brouwer demuestra su enorme categoría musical, haciendo una obra que debería ser muy tenida en cuenta.

Emilio Lacárcel Vílchez