Bryn Terfel. Recital. Bruselas. Opera World

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Bryn Terfel triunfa en Bruselas (pese a su voz)

El afamado barítono galés Bryn Terfel ofreció el pasado jueves 5 de Febrero un recital, tras más de un lustro de ausencia, en el Palacio de Beaux Arts de Bruselas, acompañado por la Orquesta Sinfónica Nacional Belga, a cargo del director inglés Gareth Jones. Se interpretaron obras de Mozart, Tchaikovsky, Gounod y Verdi en la primera parte, mientras que después del descanso Terfel se centró en el repertorio wagneriano.

La velada comenzó con páginas de Don Giovanni: la obertura, interpretada por una orquesta aun en busca de su sitio; y el aria del catálogo. Aquí Bryn Terfel demostró sus grandes dotes actorales, que tal vez pecaron de cierto histrionismo. Su cantar comenzaba anquilosado, como contagiado del frío reinante fuera de la sala. Pese a un evidente esfuerzo por mantener la limpieza en la línea de canto, esta resultaba demasiado oscilante, con asperezas en la zona media de la tesitura. Sin embargo, arrancó unos aplausos entusiastas de un público que no llenaba por completo el aforo del auditorio. Atrás quedaron los días en los que Terfel abarrotaba estadios. Ahora lucha por mantener una fama que cada vez pesa más. Después vino el aria de concierto Io ti lascio, de un Mozart tardío, que no presentó un verdadero desafío para el galés. Aquí el barítono resolvió con gran inteligencia, apianando graciosamente al final de cada frase. Antes de interpretar cada pieza, el cantante la comentaba, como si se tratara de una lección magistral, o una conferencia musical. Sabiéndose simpático, Terfel empleó con frecuencia el recurso del chiste y la anécdota. Es una manera poco ortodoxa de congraciarse con el público antes de su actuación, pero que indudablemente contribuye a amenizar un espectáculo de bajo interés musical.

Tras la polonesa de Evgeny Onegin, donde la orquesta Nacional de Bélgica desplegó un sonido ciertamente colorista, Terfel se remangó para encarnar al Mefistofeles de Fausto de Gounod. Cantó con gusto e intención, pero su voz ya no es la que fue, y acusó una evidente escasez de medios, que le hacía echar mano de los más variados recursos para reforzar el canto. Golpes de glotis, engolamientos, sonidos caprinos o demasiado nasales. Todo ello resultaba, no obstante, interesante; pues, pese a ver mermado su instrumento, el artista seguía sobre el escenario; y se vislumbraba, tras las dificultades, una musicalidad innegable.

Llegó Verdi con su Falstaff, un papel fetiche para Terfel, que lo ha cantado con gran éxito por medio mundo. La voz se ha ido, pero queda el personaje. Cantando Ehi Paggio! L´onore! Ladri!, regaló los momentos más deliciosos de la tarde. Está claro que le tiene tomada la medida al personaje, que conoce cada recodo de la partitura, si bien la delgadez de su zona media le hace abusar del canto de sbalzo, algo que paradójicamente no afeó el conjunto. Jones asistió aquí con gran inteligencia al galés, demostrando que no es la primera batalla que comparten. La ovación fue, entonces, enorme. Sonó a despedida, en cierta manera. Bryn Terfel comentó con gracia y emoción (y sin que viniera al caso) sus comienzos en Bélgica de la mano de Gerard Mortier cantando la Flauta Mágica. También, en un alarde de descaro, anunció su próxima intervención en un Fausto de Londres en abril con Calleja, Netrebko y Keenlyside. Terfel se ha convertido en un vendedor profesional, y se gana al público, que parece permitírselo todo. No olvidemos, antes de analizar la segunda parte del recital, que con su Falstaff nos hizo recordar sus grandes interpretaciones, plenas de tensión y verdad dramáticas.

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Tras el descanso la orquesta demostró una gran solidez interpretando el preludio al tercer acto de Lohengrin, aunque desaprovecharon la oportunidad de cuajar una interpretación más detallista. Por momentos, aunque briosa y homogénea, la orquesta ofreció un Wagner de brocha gorda, que Bryn Terfel no mejoró. Pese a emocionar en alguna frase a media voz, y a sonar muy íntimo y lánguido en la bellísima aria “O du, mein holder Abendstern” de Tannhäuser, recogiendo con destreza la voz y acomodándola al vaivén de la melodía, acusó de nuevo sus carencias vocales. Se vio obligado a apianar en exceso, y ni su inteligencia y musicalidad, ni la ayuda de Jones en el podio fueron suficientes para enmascarar una actuación ciertamente pobre.

La triste guinda vino con el Wotan de la Walquiria, tras la famosísima Chevauchée (que así llaman a la Cabalgata en Bélgica). Para la disminuida voz de Terfel, fue imposible ser Wotan y Falstaff la misma noche. La Orquesta Nacional de Bélgica, por su parte, mantuvo un nivel digno de mejores ocasiones.

La ovación que le dedicó el público de Bruselas motivó la propina del Mefistofele de Arrigo Boito, de nuevo cantado con intención. Comprobamos entonces que los agudos metálicos que lucía el galés hace no tanto han dado paso a sonidos algo nasales, y su zona grave se ha estrechado y suena ahora gutural y hosca. Mantiene Bryn Terfel intacto, sin embargo, su silbido para Mefistofele.

No hubo silbidos, sino muchos aplausos, para despedir a un artista que aun recoge los éxitos de los papeles que cantó hace tiempo.

Bryn Terfel (barítono), con la Orquesta Nacional de Bélgica dirigida por Gareth Jones. Sala Henry Le Boeuf del Palais de Beaux Arts de Bruselas. Dos tercios del aforo completos.

Carlos Javier López Sánchez

@CarlosJavierLS