Buen concierto de la Orquesta Sinfónica Estatal de Rusia en Buenos Aires

Orquesta Sinfónica Estatal de Rusia en Buenos Aires
Orquesta Sinfónica Estatal de Rusia en Buenos Aires

María Laura Del Pozzo

Sobre finales de abril, y en su segundo concierto de abono, Nuova Harmonia nos presentó en el Teatro Coliseo de Buenos Aires a la Orquesta Sinfónica Estatal de Rusia que lleva el nombre de quien fuera su director por 35 años: Evgeny Svetlanov.

El programa se inició con una de las obras orquestales más famosas del compositor noruego Edvard Grieg: la Suite Nº1 de Peer Gynt. Compuesta en 1875 como música incidental para la obra homónima de Ibsen, Grieg reunió en 1888 cuatro números de los 26 originales y presentó esta suite que contiene “La mañana”, “La muerte de Ase”, “La danza de Anitra” y “En la gruta del rey de la montaña”. La Orquesta que hoy reseñamos, bajo la dirección del maestro noruego Terje Mikkelsen, sonó prolija en su afinación y en los detalles que la partitura exige tanto en sus matices como en el ensamble rítmico. Las maderas dentro de los vientos y particularmente las cuerdas nos parecieron lo más destacable del organismo orquestal ruso. No sabemos si por el tipo de acústica de la sala del Coliseo o por la decisión del director en cuanto a balance sonoro, notamos que, desde el último número de esta suite, los bronces y la percusión estaban un poco adelante en la presencia sonora, lo cual desbalanceaba el todo.

La primera parte del concierto se cerró con otra celebérrima obra, esta vez del maestro ruso Sergei Rachmaninov: el concierto Nº2, Op. 18 para piano y orquesta. Actuando como solista el joven pianista ruso Philipp Kopachevsky, el formidable tour de force técnico y sobre todo expresivo que propone el concierto tuvo en Kopachevsky un intérprete sensible a la vez que seguro en el abordaje de una obra que tiene puesta la vara muy alta en versiones históricas que los oyentes tienen en el oído. En el primer movimiento, especialmente después de los acordes iniciales, la orquesta literalmente pasó por arriba al pianista lo cual fue corregido en los siguientes movimientos y allí sí pudimos disfrutar de una meritoria versión. Cálidos aplausos fueron la respuesta del público que fue gratificado por una pirotécnica versión pianística de la Danza húngara Nº6 de Brahms.

La segunda parte de la función fue dedicada íntegramente a otra obra maestra: la Sinfonía Nº5 en mi menor de Chaicovsky. El primer movimiento de esta magistral obra se inicia con un tema que aparecerá en cada uno de los cuatro números variando según las características expresivas de cada uno. La concepción de Mikkelsen nos resultó seria, profunda aunque no particularmente cálida. Tal vez en donde, a juicio de quien esto escribe, se encontró el punto más alto que aunó la expresividad, la excelencia orquestal y la comunicatividad fue en el Vals, el tercer movimiento. Sutileza y calor se unieron en un logradísimo momento. Nos preparamos para un final apoteótico pero nuevamente el desbalance de los bronces le quitó el nivel de sutileza esperado en la interpretación de una obra de un maestro de la orquestación como Chaicovsky y que, pese a lo vibrante del último movimiento, no debe faltar.

Más allá de los elementos consignados, el resultado del concierto en general fue muy bueno y deseamos que la temporada siga ofreciendo espectáculos artísticos de alta calidad. Brindamos por eso.