PRIMAVERA MUSICAL EN BOGOTÁ: una partida, un homenaje y una visita inolvidables.

PRIMAVERA MUSICAL EN BOGOTÁ: una partida, un homenaje y una visita inolvidables.
PRIMAVERA MUSICAL EN BOGOTÁ: una partida, un homenaje y una visita inolvidables.

La temporada musical de primavera en la capital de Colombia ha resultado particularmente movida. 

Se inició el 11 de marzo, con una invaluable pérdida: la muerte de Gloria Zea, gran dama de la vida intelectual nacional en los diferentes espacios culturales en los que sobresalió por su inagotable y, todo hay que decirlo, también polémica gestión. No obstante, tanto sus admiradores como sus contradictores saben que, sin ella, la cultura en Colombia no tendría las dimensiones tan destacadas que hoy disfruta. Durante cincuenta años fue creadora y/o directora de importantísimas instituciones: El Museo de Arte Moderno de Bogotá, fundado por la crítica Marta Traba, fue dirigido por ella entre 1969 y 2016; dirigió por ocho años Colcultura, organismo institucional que daría paso al ministerio del ramo y, en cuanto a la lírica, Gloria Zea fue fundadora y directora del teatro Camarín del Carmen y, sobre todo de la Ópera de Colombia desde 1988 hasta su muerte. Fundada en 1976 durante la administración de Zea en Colcultura e inicialmente con el apoyo de la Ópera de Colonia, ha sido el proyecto operístico más importante de la historia del país, con un coro estable de gran prestigio, varias generaciones de cantantes de talla internacional y producciones de gran envergadura. Precisamente, a dos días de su fallecimiento , la Ópera de Colombia —en coproducción con el Teatro Mayor Julio Mario Santo Domingo— estrenó Madame Butterfly con el chileno Rodolfo Fischer como director musical invitado, el argentino  Alejandro Chacón,
en la dirección de escena, Fusión Filarmónica Juvenil de la OFB y el Coro de la Ópera de Colombia.

En contraste, el 4 de mayo, el concierto que dio inicio a la XII Serie Internacional de Grandes Pianistas que lleva organizando, hace ya muchos años, el Teatro Roberto Arias Pérez de Colsubsidio, estuvo a cargo  de la gran interprete Teresita Gómez a quien se le rindió un especial homenaje a los 75 años de vida y obra. Inició su formación a los 4 años de edad en el Instituto de Bellas Artes de Medellín donde dió su primer concierto como solista con tan solo 10 años. Fue alumna de pianistas como Tatiana Goncharova, Hilde Adler, Barbara Hesse, Jakob Lateiner o Klaus Bässler.  Comprometida con la difusión de la música colombiana tanto en el país como en el exterior ha llevado a grandes escenarios obras de compositores como Luis A. Calvo, Guillermo Uribe-Holguín, Adolfo Mejía y Luis Antonio Escobar. 

En la Gala tocó piezas de Mozart, Beethoven, Chopin y, el magnífico Preludio, coral y fuga de César Franck, “Una de las diez mayores obras maestras de la literatura pianística”, según Alfred Cortot. En esta temporada en el Teatro Colsubsidio, participarán otros tres pianistas, escogidos bajo el criterio de Gómez: su mejor pupilo, el colombiano José Luis Correa (25 de mayo) y dos pianistas que admira profundamente: el venezolano Sergio Tiempo, (10 de agosto) y a la portuguesa María Joao Pires, que dará cierre al ciclo el 5 de octubre de 2019.

El 11 de mayo pasado, Teatro Mayor Julio Mario Santo Domingo de Bogotá tuvo el privilegio de ser el punto inicial de la primera gira por América del sur de la Orquesta Sinfónica de Londres. Interpretó, bajo la batuta de su carismático director, Simon Rattle, de Benjamin Britten la Sinfonia da requiem y de Gustav Mahler su Sinfonía n° 5 en do sostenido menor. Es difícil poner en palabras la experiencia sensorial que es oír a una de las mejores orquestas del mundo, dirigida por quien convirtió a la de Birmingham (1980-89) en una de las más aclamadas de Europa y, lo que no es poco, quien sucedió en 1999 a Claudio Abbado en el podio de la Orquesta Filarmónica de Berlín hasta el año pasado. 

El público capitalino aclamó con verdadero ímpetu la prodigiosa interpretación dirigida por Rattle, quien salío repetidas veces a recibir el sincero aplauso y que regaló a este, finalmente, como encore, la parte final de El pájaro de fuego, de Igor Stranvinski, con una sabiduría etérea y sutil en ciertos momentos, que el aire de la sala pareció suspenderse en música inefable… instantes preciosos que pocas veces se tiene el placer de vivir y en el que también tuvo parte la excelente acústica de esta gran sala.