Siberia Teatro Real Por María Pardo
La trama de Siberia dibujada por su libretista, Luigi Illica, no es posiblemente su fuerte; la redención a través de la muerte de una mujer que se está entregando a muchos hombres ya está muy visto y puede resultar hasta incómodo para nuestra sociedad, cuyos valores van poco a poco evolucionando. Sin embargo, es fácil imaginar una puesta en escena de esta ópera impactante, que saque partido a ese viaje por la estepa siberiana y a las condiciones de vida de los que tienen que trabajar en las minas, en contraste con el lujo de las clases dirigentes, cómodamente instaladas en sus palacios de San Petersburgo. Y además, en toda esta historia, es el amor el que prima; el amor de una mujer que lo abandona todo para seguir al hombre que ama, y eso no pasa de moda. Al final, Estefania, la protagonista, tendrá dos amores, Vassili y Siberia, la tierra donde ha podido conocer el amor verdadero.
Durante el descanso, los asistentes a la representación iban tarareando por los pasillos del Teatro Real melodías que habían escuchado durante los dos primeros actos, un buen síntoma para ser la primera vez que exponían sus oídos a esta música que tiene algo de Puccini (hace pensar en los recitativos conversacionales de La Rondine, por ejemplo), de Wagner (música continua sin estructura de arias) y destellos del sinfonismo ruso. Por otro lado, parte de la música es bastante descriptiva; el público puede sentir desde su asiento el viento y el frío en el segundo acto, la oscuridad y el miedo durante la huida en el tercero…, produciendo efectos de gran belleza.
La Orquesta del Teatro Real sonó impresionantemente bien. El director, Domingo Hindoyan, tuvo el control todo el tiempo, consiguiendo una perfecta unidad entre instrumentos y voces. No obstante, sin desmerecer a lo que acabo de decir, el protagonista de la noche fue el Coro (entrenado por Andrés Máspero). Su intervención en el segundo acto quitaba el aliento. Se oía el sufrimiento creciente de un pueblo condenado a las minas de Siberia, que fue coronado por un forte de la orquesta sobrecogedor. Los contrastes de dinámicas y tempi así como el maravilloso empaste de sus voces conformaron un personaje en sí tan importante y con tanta presencia como los de los protagonistas.
Entre estos, el nivel fue también altísimo, empezando por la veterana mezzosoprano Elena Zilio (debutó en 1965) en el papel de Nikona. Es todo un acierto haberla contratado; aporta a su personaje de ama de llaves una veracidad de la que no es capaz un solista más joven. Cantó e interpretó con una elegancia encomiable, demostrando que no solo los hombres merecen seguir en activo superada una cierta edad. Sonia Yoncheva (Estefania) hizo gala de su bella voz, desplegando unos agudos potentes y redondos, un expresivo registro central y unos graves estupendos. Sonó holgadamente por encima de todo el coro y la orquesta, y si bien su actuación fue magistral, creo se le podría haber pedido un canto más matizado en los momentos intimistas.
A su altura estuvo el barítono George Petean (Gleby), un malo magnífico. Dotó a su personaje de una voz importante, redonda y potente como la de la Yoncheva. Ambos cantaron a la par y fueron muy aplaudidos. Por su parte, Murat Karahan no se encontraba a gusto como Vassili y no tuvo su mejor noche. A pesar de mostrarnos un registro central bien timbrado y salvar su parte atinadamente, su voz velada, con una zona aguda comprometida y problemas para traspasar el entramado sonoro de la obra, indicaba algún tipo de problema a nivel vocal.
No fue el caso del tenor Alejandro del Cerro, quien ofreció un Príncipe Alexis soberbio. Su hermosa voz, con un sonido limpio y honesto y una mezzavoce que se proyectaba asombrosamente, conquistó al público. El bajo-barítono Fernando Radó (El Capitán / El gobernador) exhibió presencia vocal con un bonito color y dejó también buen sabor de oído. La soprano Mercedes Gancedo, con una voz bonita en el centro, se vio perjudicada por unos agudos demasiado tirantes que comprometían su línea de canto. Y finalmente, Albert Casals (Iván / El Cosaco) y Tomeu Bibiloni (El Banquero Miskinsky / El Inválido) cumplieron su cometido con gusto y solvencia.
En conclusión, es de agradecer que el Teatro Real haya tenido a bien programar este título poco conocido de Umberto Giordano, que creo procuró una agradable velada operística a todos los asistentes. El buen hacer de orquesta, coro, y solistas, dirigidos por la eficiente batuta de Hindoyan, fue correspondido, al término de la función, con una merecida y calurosa ovación, mientras que más de uno nos preguntábamos por qué Siberia no forma parte del repertorio de los grandes teatros. Su estreno, el 19 de diciembre de 1903 en la Scala de Milán, conoció un gran éxito, que se vio reforzado dos años más tarde en París, cuando la ópera fue recibida con entusiasmo. ¿Logrará salir Siberia, pues, de su largo letargo invernal? Solo el tiempo lo dirá.
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Teatro Real de Madrid, 6 de mayo de 2022. Siberia, con música de Umberto Giordano y libreto de Luigi Illica, versión de concierto. Domingo Hindoyan, director musical. Sonya Yoncheva (Estefania), Murat Karahan (Vassili), George Petean (Gleby), Elena Zilio (Nikona), Alejandro del Cerro (Príncipe Alexis), Mercedes Gancedo (Niña), Albert Casals (Iván / El Cosaco), Tomeu Bibiloni (El Banquero Miskinsky / El Inválido), Fernando Radó (El Capitán / El Gobernador). Opera World