Canal Connect 2022 Por Cristina Marinero
En su segunda edición, el ciclo Canal Connect diseñado por la directora de Teatros del Canal, Blanca Li, se ha iniciado el 24 de marzo con la presentación de (La)Horde/Ballet National de Marseille y la creación A Room With A View, y ha concluido el 3 de abril con el estreno de Centaur, del sueco Pontus Lidberg, interpretada por el Danish Dance Theater de Copenhague que dirige. Canal Connect 2022
De las tres creaciones vistas y que ocupan el titular, es sin duda Centaur la más redonda, casi magistral. Y lo de “casi”, en el caso de su representación en Madrid, se añade porque al ser una coreografía donde las voces en off forman parte esencial de la narrativa, no es comprensible que no hayan ido acompañadas de la pantalla pertinente con su traducción, como se hace en las óperas, por ejemplo. Muchos de los espectadores se habrán quedado sin comprender la interacción entre las voces -¡y el sentido de sus palabras!- de la “inteligencia artificial” que domina gran parte de la obra, con los bailarines casi como títeres. Canal Connect 2022
Pontus Lidberg plantea aquí la pregunta “¿puede una inteligencia artificial (IA) tener sentimientos?”. Junto a la artista visual Cecilie Waagner Falkenstrom, ha creado una computadora parlante que podría ser la descendiente, muy actualizada y humanizada, del icónico HAL 9000 de 2001: una odisea en el espacio. Lo interesante es que esa IA primero domina lo que se hace en escena, las evoluciones de los bailarines, de manera calculada, para después ir perdiendo ese poder y preguntar al solista que empieza a danzar de manera más orgánica que qué hace, porque esa coreografía no le consta.
En esta pérdida de poder de la inteligencia artificial hasta ahora dominante, cuando la música del compositor japonés Ryoji Ikeda es sustituida por la de Schubert y Puccini, es cuando vienen a cuento las cuestiones que se plantea el coreógrafo y director del Danish Dance Theatre, “¿puede la inteligencia de la máquina y la de los bailarines completarse una a otra?, ¿o tiene una que dominar necesariamente a la otra?”. Y la sólida escritura de danza de Lidberg hace de nexo entre la frialdad de la máquina del inicio y la textura humana que reina al terminar, ya sin las proyecciones automáticas del inicio. La belleza rodea la conclusión final a la que llegamos: una no podría existir sin la otra y, tal como vamos, ya nosotros no podemos vivir sin ella, sin la inteligencia artificial que es compañera de viaje imprescindible. Pero por ahora son los humanos -¡y el arte!- quienes siguen en la delantera…
A Room With A View fue estrenada hace un año en el Teatro de Châtelet, de París, sin que su título tenga que ver con la icónica película de James Ivory, de 1986. El colectivo (La)Horde, que basa su mundo coreográfico en la cultura pop y ahora está investigando sobre el mundo de internet, dirige el Ballet de Marsella desde 2019 y con esta obra lanza su mensaje bailado contra la violencia del mundo. Canal Connect 2022
En el contexto de una cantera, con ese aire de desastre que la piedra caliza a medio picar y esparcida, ofrece, la ventana abierta en el muro que preside la parte izquierda del escenario es el lugar desde el que comienzan todos los bailarines su acción.
Se mueven al ritmo despreocupado de la música electrónica del también francés DJ Rone. Quizás es demasiado tiempo el que nos obligan Marine Brutti, Jonathan Debrouwer and Arthur Harel, los tres componentes de (La)Horde desde su fundación en 2013, a estar presenciando esa particular rave. Se hace eterno y esto no beneficia; si hubiese sido más corto, hubiésemos tardado menos en coger el tono cuando verdaderamente comienza el show. Canal Connect 2022
Eso sí, una vez que empieza la verdadera coreografía, el derroche de energía y de danza es imparable, con grandes momentos donde las variaciones diseñadas nos permiten ver lo buenos bailarines que son los diecisiete intérpretes que protagonizan A Room With A View. Porque logra introducirnos el mensaje. A veces, la excesiva violencia de los movimientos y los “portés” por los que lanzan al aire a algunas de las bailarinas, entre dos, nos dejan una sensación auténtica de que esta danza se realiza casi in extremis. Es esa sensación de que no hay vuelta atrás y el grupo de artistas aparece como un todo, como un caballo desbocado intentando huir del apocalipsis. Los creadores de (La) Horde manifiestan que su inspiración está en los movimientos contestatarios que agitan el planeta y se han apoyado en las ideas del escritor de ciencia ficción Alain Damasio para construir su discurso coreográfico. Es el autor de la famosa novela La Horde du Contrevent, galardonada en Francia con el grand prix de l’Imaginaire 2006, cuyo título ha inspirado a este colectivo.
En otra línea más austera en términos humanos y escenográficos transita la creación Huang Yi & Kuka. El artista del título ha encontrado en el robot de la empresa Kuka el compañero de viaje que ansiaba desde niño y ha creado una obra poética entre humano y máquina que resiste en su propuesta veinte minutos. Es el tiempo aproximado de su primera escena, donde nos deleitamos con ese paso a dos entre bailarín y robot, en el que hay momentos donde el ser automatizado parece tener vida.
Y nos da esa impresión porque sus movimientos poseen una sutileza solo posible por la dedicación del coreógrafo de “instruir” a la máquina en una dedicada programación que lleva horas para cada uno de ellos. Lo que sucede es que el resto de la coreografía es más de lo mismo e, incluso, repitiendo tema musical, lo que hace que la propuesta sea genial en ese extracto de tiempo, cuando nos permite descubrirla y admirarla.
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Teatros del Canal, ciclo Canal Connect. 24 (A Room With A View), 30 (Huang Yi) de marzo, y 3 de abril (Centaur) de 2022. Opera World