El Teatro Argentino estrenó para la Argentina esta bella obra de Bernstein con una estupenda versión musical y escénica.
La celebración del centenario del Mtro. Leonard Bernstein fue la ocasión propicia para que Buenos Aires conociera su opereta en dos actos Candide de la mano de una bella producción del Teatro Argentino de la ciudad de La Plata –el que, mientras se termina de restaurar su sede, viene presentando una limitadísima temporada en otras salas, como en este caso en el Teatro Coliseo porteño- .
Voltaire en el siglo XVIII escribió su Cándido o El optimismo, haciéndonos reflexionar desde el humor y hasta desde el absurdo, sobre las teorías que sostienen dogmáticamente una verdad aún cuando esta choca con la realidad y el sentido común. Hombre del iluminismo, el filósofo nos presenta su crítica a las ideas de Leibnitz quien planteaba que nos hallamos en el mejor de los mundos posibles y que todo es una sucesión de causas y efectos que responden a un orden positivo. Con su mirada mordaz y su humor satírico, le presenta a su personaje mil aventuras que ponen a prueba su optimismo aún teniendo que enfrentar a quien, tan dogmáticamente como él, postula la validez del pesimismo.
La obra de Voltaire debe haber resultado atractiva para el compositor en medio de la guerra fría, volviéndose toda una metáfora de los conflictos nacidos del dogmatismo y la falsa moral sean estas de carácter religioso, filosófico o político; y creó una pieza fresca y atractiva que estrenó en Broadway el 29 de octubre de 1956.
Bernstein compuso una música que sabe mantener frescura y ligereza sin ir en desmedro de la calidad ni de la complejidad. Los ritmos y las formas de inspiración popular se transmutan, como es común en este compositor, y crecen sin volverse pomposos. Por otra parte, los guiños de ciertas escenas a sus inspiradoras célebres óperas (el Auto de Fe de Don Carlo, el aria de las joyas de Fausto, por citar sólo dos.) resultan un disfrute extra para los operómanos.
Desde entonces la pieza sufrió varias transformaciones tanto musicales como textuales y la versión que se estrenó en Buenos Aires tomó como punto de partida la de 1989, esta vez en versión de Rubén Szuchmacher, quien tuvo a su cargo la puesta en escena, con el Mtro. Pablo Druker en la dirección musical.
Szuchmacher realizó junto con Lautaro Vilo su adaptación del libreto original de Hugh Wheeler basándose en el texto original de Voltaire, pero presentándonos la acción ambientada en los años 50 – 60 del siglo XX, es decir en la época en que la opereta fue compuesta, lo que le permitió jugar con la estética del pop art, muy bien resuelta en las escenografías y vestuario de Jorge Ferrari, óptimamente iluminadas por Gonzalo Córdova.
La acción se presentó fluida, graciosa, fresca, sin necesidad de golpes bajos ni de forzamientos ni resaltados arbitrarios. Los personajes quedaron bien delineados y su marcación resultó precisa y eficaz.
Héctor Guedes tuvo a su cargo los roles de Voltaire (que iba relatando la historia) y de Pangloss (el propagandista del optimismo) y de Martín (el adalid del pesimismo). Sus roles pueden entenderse como diversas caras de una misma moneda y fueron descriptos con sutileza y efectividad. Muy bien cantados, la voz de Guedes supo plegarse al ritmo de comedia y su versión convenció.
Santiago Martínez fue un muy buen Candide, todo ingenuidad y simpleza, compuesto tanto desde lo escénico como desde lo vocal. Lució un buen fiato y bellas medias voces en sus pasajes solistas. Tal vez hubiéramos deseado una mayor emoción en su último monólogo de manera de mostrar su decepción y su quiebre del optimismo, pero aún con este reparo, tuvo una muy lucida actuación.
El rol de Cunegonde halló en Oriana Favaro una intérprete ideal. Convincente desde lo actoral y efectiva en lo vocal. Respondió con seguridad a las exigentes coloraturas de su parte, lució su bello timbre, buena línea y fraseo en la difícil aria que el autor le reservó a su personaje. Brava!
Eugenia Fuente fue una Old Lady excepcional. Dúctil, graciosa, efectiva en lo vocal y divertidísima en lo escénico. Su voz lució su bello color oscuro y su fraseo destacó el texto y su sentido. Sus intervenciones fueron sinónimo de disfrute y el público supo premiarla calurosamente. Brava!
Muy bien Mariano Gladic y Rocío Arbizu como Maximilian / Capitain y Paquette, respectivamente.
El resto del elenco no defraudó en cada una de sus intervenciones y otro tanto puede decirse del Coro Estable del Teatro Argentino que dirige el Mtro. Hernán Sánchez Arteaga.
La Orquesta Estable bajo la batuta del Mtro. Pablo Druker tuvo una noche inspirada. Sonó fresca, ligera o incisiva según lo requiera la partitura, homogénea en sus filas… en resumen, una de las más eficaces formaciones del país por su calidad y ductilidad en los más variados repertorios.
En tiempos como los que nos tocan vivir, resulta estimulante encontrarnos con obras que nos plantean repensar nuestras posturas, entendernos humanos; nos incitan a actuar y cultivar nuestro jardín.
Prof. Christian Lauria