Divino Ardor, cantadas españolas del siglo XVIII en la Iglesia de las Mercedarias Góngoras de Madrid: voz en estado puro.
Aeterna Musica persevera en ofrecernos sin decaimiento propuestas musicales originales, variadas y siempre atractivas. El sábado, 21, nos brindó un delicioso programa, «Divino ardor. Cantadas españolas SigloXVIII a solo y dúo para el tiempo de Cuaresma y Semana Santa», piezas musicales mucho más ágiles y gozosas de lo que cabría esperar de su condición de música para tiempos de gravedad y recogimiento religiosos. Sus autores son tres compositores españoles entre el siglo XVII y el XVIII que no suelen frecuentar las programaciones musicales al uso, pese a que en su época fueron extraordinariamente apreciados: José Español, Sebastián Durón y José de Torres. El primero fue maestro de capilla de Santo Tomás de Haro, donde aún se conserva el órgano que tocaba y en cuyo archivo se guarda una cincuentena de obras suyas. Su hallazgo y el trabajo, siempre anónimo para el gran público, de los musicólogos que editan y difunden obras antiguas, de otro modo condenadas al olvido, permitió su rescate para la posteridad. Además de las piezas del propio Español había en el archivo otras copiadas por él de compositores de su época, como Sebastián Durón, del que también se presentaron dos piezas en este concierto. Durón fue uno de los compositores más famosos de su época que, tras ejercer de maestro de capilla en diversas catedrales españolas, lo fue en la Capilla Real de Carlos II, aunque debió exiliarse en 1706 por haberse inclinado por el bando equivocado en la Guerra de Sucesión. Completaban el programa obras de José de Torres, quien sucedió a Durón, tras el exilio de este, ya que ejerció como maestro titular de la Capilla Real de Carlos III y del Real Colegio de Niños Cantores. La música de estos autores, pese a las evidentes influencias italianas (ninguna música en la Europa de la época se sustraía a los todopoderosos modelos italianos), muestra una profunda huella de los ritmos y las melodías españolas, que la dotan de una personalidad particular. Las piezas elegidas destacaban por su enorme frescura y su poderosa capacidad para evocar y conmover, en especial gracias a una interpretación impecable en lo técnico, sobria , íntima y profundamente emotiva.
Los encargados de traducir la música escrita a emociones sonoras fueron dos magníficas sopranos, Carmen Botella y Julieta Viñas, que poseen registros y estilos diversos, pero complementarios, y que supieron crear y transmitir una hermosa complicidad. Cantaron a solo una pieza cada una y cuatro a dúo. Les acompañaban otros dos excelentes intérpretes, Paula Brieba del Rincón, a la tiorba y Fernando Aguilá, al clave. Este último también presentó solo una Gatilla de mano izquierda de Durón. Se advertía que los intérpretes se sentían perfectamente integrados en el hermoso marco de la iglesia de las Mercedarias Góngoras, la sobria y elegante iglesia del convento, escenario perfecto por su excelente acústica y por su belleza formal, de los conciertos barrocos organizados por la asociación.
Una vez más debemos manifestar nuestra gratitud, tanto a la incansable actividad organizadora de Aeterna Musica, como a la generosa hospitalidad de las Mercedarias y sobre todo, a unos excelentes intérpretes, que nos ofrecieron una velada para la emoción y para el disfrute de placeres estéticos con las Cantadas españolas siglo XVIII
Alberto Bernabé