La Capella de ofrece un programa didáctico y en el auditorio de Castellón
También tuvo un postulado historicista el concierto que ofreció la Capella de ministrers en el auditorio de Castellón. En el repertorio, como suele ser habitual en el colectivo multinacional que dirige el excelente violagambista instrumentador y musicólogo Carles Magraner primaba una argumentalidad que en este caso tenía un postulado geográfico. Un viaje a través de las músicas que en el siglo XV se entonaban o se tocaban en los países de la dilatada ruta de la seda
Las sedas por su condición de atavío de lujo indujeron a actos festivos, ceremoniales, litúrgicos, cortesanos, populares, que tuvieron el mayor de los vínculos con la música. De hecho muchos de los coloridos vocales instrumentales, me atrevería a decir que eran onomatopeyas sonoras de los brillos y tactos exquisitos de los paños que lucían con reverencial fruición hombres, mujeres y niños, incluso de toda índole social o religiosa, porque la seda era un bien especialmente apreciado, que a todos complacía lucir. Pero hay más, la seda inspiró cantos privativos, que combinaron la música de oriente (del más cercano y del más lejano) con la bizantina, la italiana y las de los territorios de la antigua corona de Aragón, que la exportaron a Castilla. Todo ello salió a relucir en la interpretación pulcra, esmerada, consecuente, bien calibrada en unas armonizaciones muy pensadas para la época.
El gran comercio que la seda impulsó, vincula a los puertos del Levante hispano con Italia, Grecia y Bizancio. Suena el nombre de Marco Polo y el negocio implica a judíos, islámicos, conversos, cristianos, e igual que se funden sus hablas se funden sus músicas. Alfonso X en sus Cantigas habla de sedas como atavíos de la Virgen. Los ejemplos se multiplicarían.
El comercio y la actividad artesanal implicaron un periplo de más de 7000 Km de culturas variopintas. En la audición se oyeron músicas de templos budistas, de los imperios persa de los sasánidas, bizantino, turco, los andalusíes y hasta los cantos de los territorios de la corona de Aragón en los que no faltó el enigmático Cant de la Sibila, valenciana de tantas modulaciones arábigas, como sucede en los muy vinculados a este comentaristas de la Peregrinación de les Useres. En todos ellos se podían apreciar individualidades e influencias que las excelentes versiones ponían de manifiesto con preciso relato. Es difícil imaginar un panorama más variopinto, es por ello por lo que el público tuvo la opción de estudiar y conocer formas tonales sonoridades y disonancias insólitas, inauditas, extrañas, enigmáticas, para nuestro sistema diatónico, ritmos de cadencias con cierto propósito de ritual. Ello nos ofreció la facultad de imaginar, de alucinar, de novelar nuestro criterio con ambientes que pudo cuajar la cinematografía mental de nuestra fantasía.
Instrumentos de viejo arcaísmo de nombres enigmáticos con lenguas cripticas (Iavta, guan zi, düdük, nay, tombak, ud, kanun, zaz kura…) se uieron a voces del presente, asimismo de origen territorial muy dispar que entonaron melismas inusitados, intervalos excéntricos abandonados en calendarios sin cronología. Temas poéticos de silabas escritas en orden contrario de sugestión embriagadora. Obras todas, que aparecen en las grabaciones de dos excelentes discos registrados por el colectivo que rige Magraner, didáctico en sus explicaciones y en los prólogos de sus conciertos y en las propuestas de edición de sus registros fonográficos. Una oportunidad mágica, reluciente y rasa como la seda, para viajar por la atmósfera sensorial pictórica, de luces y fulgores distintos desde los imperios del sol naciente hasta el levante mediterráneo a través del sonido que, sin duda, extasió al respetable por su fascinación, arcano, extrañeza y singular novedad, pese a ser tan arcaica.
Antonio Gascó