En el prólogo de la obra de su traductor y anotador Blas Matamoro, “El rey virginal y su genial cortesano”, tenemos una introducción histórica que sirve para poner el contexto a la época, la relación de Wagner y Luís II y, como extensión, a las cartas que envía Wagner:
“Lo que sigue es una suerte de novela histórica. Novela por lo que su documentación tiene en sí misma de novelesca, e histórica por su apego a los hechos contrastados. Cuando empiezan a tratarse Wagner y Luís II de Baviera, los Estados que formarán el Imperio Alemán se hallan todavía dispersos.”
Contexto que queda ampliamente explicado, sobre todo su relación con Luís II, una relación que rozó lo prohibido en la época:
“Wagner tiene entonces cincuenta y un años. Como siempre, está angustiado y enfermo, impedido de componer, torturado y con sensaciones de final. Pero cuenta con una confesora –más que confidente-: Cósima, hija de Franz Liszt y esposa del director Hans von Bülow, de la cual será amante y con la que, tras engendrar un par de hijas con apellido del marido, se casará mediante el debido divorcio.
Como en las malas novelas, el encuentro con el tierno reyecito de diecinueve años resulta providencial. Hay un coup de foudre, propio de un enamorado primerizo. El rey lo quiere consigo, no como maestro de capilla sino como amigo íntimo, y que se quede en Múnich, donde seguirá componiendo y estrenando sus obras.”
Conocer esta relación es imprescindible para entender el mecenazgo que gozó Wagner en su época; este patrocinio sería fundamental para el desarrollo sin cortapisas de su teoría del drama musical.
Es indudable que el propio Luís II fue muy consciente de lo que había ayudado a Wagner en su vida, solo tenemos que ver lo que dijo del músico a su muerte: “El artista que deja el mundo entristecido fui yo el primero en reconocerlo y salvarlo de ese mismo mundo.”
La relación fue tan fructífera en todo lo material que parece ciencia ficción si tenemos en cuenta los tiempos que corren en la actualidad; de dicho mecenazgo surgiría el templo de las óperas de Wagner: Bayreuth (“Bayreuth representa la obra maestra del dúo Luis-Ricardón. Con todo hay que decir que la inauguración no salió perfecta.”)
Lo que motivo este mecenazgo queda explicado según la infancia que vivió Luís II, le atraía el arte por encima de todo y buscó la forma de que perdurara:
“Luís II fue un niño fantasioso y tempranamente incomprendido. Su padre, Maximiliano, apenas se ocupó de él y la madre, María, fue incapaz de compensarlo. […]
Los hijos apenas veían al padre en el desayuno y en la cena. Él y la madre casi nunca los visitaban en sus habitaciones. En consecuencia, se criaron entre una multitud de preceptores, servidores y cortesanos, una suerte de estadillo dentro del Estado, bajo la férula del mayordomo. Se practicaba el arte de la conversación durante los paseos, pero Luís atendía escasamente a los temas políticos y se enviscaba en su amor al arte. Así de simple. Desde muy joven se aficionó a la lectura nocturna, con molestas consecuencias visuales. Leía casi exclusivamente libros sobre el arte teatral, la historia del teatro, textos de dramas y comedias, libretos de óperas, álbumes con bocetos y figurines.”
Una vez acabado este prólogo que nos pone en contexto, Matamoro nos desvela la faceta de Wagner que quizá menos conocíamos en las “Notas sobre la edición”, la de epistológrafo:
“La obra de Richard Wagner como epistológrafo es una torrentera solo comparable con su igualmente torrentosa obra de compositor. Baste recordar que su correspondencia general, en la edición de Leipzig de 1912, suma 17 volúmenes.”
Dicho todo esto, es fácil ubicar temporal y temáticamente la selección de cartas realizada; simplificando tenemos tres tipos distintos de cartas, en primer lugar aquellas en las que se refería a su relación con Luís II como esta que mandó a Eliza Wile; donde refleja su suerte sin igual, ya que se podrá dedicar a su idea musical, no le faltará de nada para hacerlo.
“Usted sabe que el joven rey de Baviera mandó buscarme. Lamentablemente es tan hermoso y espiritual, animoso y excelente, que temo que su vida se pierda en este mundo vulgar como el fugitivo sueño de un dios. Me ama tan íntima y ardientemente como si fuera su primer amor: conoce y sabe de mí y me entiende como mi propia alma. Quiere que yo permanezca siempre junto a él, trabaje, descanse, represente mis obras; quiere darme todo cuando yo necesite; yo he de terminar mis Nibelungos y él desea ponerlos en escena como yo quiera. Tendré un ilimitado poder, no como maestro de capilla sino como yo mismo y amigo suyo. Y esto lo entiende seria y precisamente según hemos hablado los dos. Todas mis necesidades serán satisfechas, tendré cuanto me haga falta sólo con permanecer junto a él.”
Otras cartas se refieren a Bayreuth y las gestiones dedicadas a su construcción y gestión, como en esta carta a Karl Riedel donde se queja sobre el recorte de aforo que va a tener que realizar:
“En Bayreuth hay dificultades. El arquitecto no puede situar en la escena a más de 200 cantantes, según las noticias que me acaban de llegar. Entonces me veo obligado a desperdigar el coro por la platea. Cómo hacerlo ni cuánto costará, no lo sé. En la sala apenas caben 700 personas. Debo reducir las entradas para los invitados de la orquesta y el coro; 100 músicos y 300 cantantes dan una suma de 400 invitados, por lo que habrá que limitarse al expolio, por lo menos, en 100 personas.”
No faltan las cartas en las que refiere a aspectos musicales, aunque son más esporádicas, especialmente ilustrativa es la que dirige al bajo-barítono Franz Vess donde acaba refiriéndose a sus dificultades (como actualmente) para encontrar un tenor que pueda cantar Sigfrido:
“Después de que le comunique mi plan definitivo de funciones, le pido su colaboración para realizar lo circunstanciado de antemano. Dado que le he elegido a usted para la gran tarea de encarnar a Wotan, he destinado a otros colegas suyos a distintos papeles, aunque todos pretendían el indicado. De la misma forma que escogí a nuestro amigo Nemann para el rol de Sigmundo, aunque no le oculto que, como también le he adjudicado el de Sigfrido, temo que no le den fuerzas para resolver los dos. De modo que, por el momento, no tengo en realidad a ningún tenor que cante Sigfrido.”
Interesante la propuesta de la editorial Fórcola que nos ayuda a entender la libertad creativa de la que gozó Richard Wagner gracias al mecenazgo de Luís II además de presentarnos históricamente la época, los personajes y las vicisitudes que rodearon dicha relación.
Traducción, edición y prólogo de Blas Matamoro de “Cartas sobre Luís II de Baviera y Bayreuth” de Richard Wagner en la editorial Fórcola