Desde su inauguración el 7 de diciembre del 2010 y hasta el día de hoy, el Teatro del Bicentenario de León Guanajuato (ubicado a 380 kilómetros de la capital mexicana) ha logrado consolidar una temporada anual de ópera, además de la variada oferta de espectáculos de música, danza, ballet y teatro que se ofrecen de manera paralela. Como segunda producción lirica del 2015, después de El Barbero de Sevilla, se eligió la doble cartelera conformada por Cavalleria Rusticana de Pietro Mascagni y Pagliacci de Ruggero Leoncavallo. En primer plano se pudo ver el atractivo marco ideado por el diseñador Jorge Ballina, quien situó la acción en una época moderna, con una imagen en perspectiva de simétricas y detalladas miniaturas de casas al fondo, así como la fachada de una iglesia, inspiradas en la arquitectura de Sicilia. El concepto de Ballina fue dinámico, con cambios de escenografía sobre la escena, fachadas de construcciones que subían y bajaban, y el uso de un telón que se cerraba y se abría contantemente; así como un pequeño escenario en la plaza principal donde se llevó a cabo la representación de los payasos. Apropiados fueron los vestuarios, como también la iluminación, en brillantes tonos y colores que iban desde el amarillo solar mediterráneo hasta la oscuridad que presagiaba la tragedia, a cargo de Víctor Zapatero. La dirección escénica de Mauricio García-Lozano fue concisa y clara, y en su idea, la trama de ambas óperas puede ocurrir en el mismo lugar y al mismo tiempo, con payasos deambulando por el escenario y entre las butacas del público al inicio de la función, y con la procesión por la muerte de Turiddu que atravesó el escenario durante el intermezzo de Payasos. Otro aspecto que introdujo, fue la presencia de un niño con un globo rojo que observaba desde fuera las escenas, y en propia visión, la fantasía se convertía en realidad.
En términos generales se obtuvo un equitativo balance entre la parte visual y la musical, comenzando por el desempeño del Coro del Teatro Bicentenario, convertido ya en un activo del teatro, que estuvo participativo cuando tuvo que hacerlo, emitiendo un sonido homogéneo. La orquesta fue bien llevada por la mano segura del maestro estadounidense Arthur Fagen, quien condujo con seguridad y brío, extrayendo las amplias posibilidades y riqueza contenida en las partituras. En lo que respecta a la parte vocal, ambas operas contaron con la presencia del barítono Carlos Almaguer, quien demostró experiencia con los personajes de Alfio en Cavalleria y Tonio en Pagliacci, y cantó con profunda y potente voz. Belem Rodríguez personificó una enérgica Santuzza con su oscura voz de mezzosoprano y José Manuel Chu mostró una voz de cálido timbre como Turiddu. Lydia Rendón como Lola y Eva María Santana como Mamma Lucia cumplieron de manera satisfactoria. El papel de Canio en Pagliacci fue cantado con voz amplia y buena proyección por el tenor lituano Kristian Beneditk, y la soprano Violeta Dávalos aportó grata tonalidad, fáciles agudos y jovialidad al personaje de Nedda. El tenor joven Gilberto Amaro tuvo una destacada interpretación vocal como Beppe/Arlecchino, y correcto estuvo el barítono Carlos Sánchez como Silvio. Un espectáculo a tener en cuenta en la agenda futura del teatro ocurrirá en el mes de octubre con el Tributo a Farinelli, un lujo, que contará con la presencia de la destacada mezzosoprano sueca Ann Hallenberg que será acompañada por Les Talens Lyriques bajo la conducción de Christophe Rousset.
Ramón Jacques