Alisa Weilerstein, (violonchelo) Staatskapelle Berlin, Daniel Barenboim (director). Decca, 2012.
El violonchelo se reencarna
Dos conciertos para violonchelo de estéticas diametralmente opuestas suponen el debut discográfico en el sello Decca de la jovencísima chelista Alisa Weilerstein (Rochester, 1982). Y lo hace de la mano del afamado Daniel Barenboim al frente de la orquesta de la que es titular desde 1992, la Staatskapelle de Berlín. Confianza y veteranía musical aseguradas para la consolidación artística de la instrumentista americana. Hija del violinista Donald Weilerstein y de la pianista Vivian Hornik Weilerstein con los cuales toca activamente en el familiar trío Weilerstein, Alisa hizo su debut a los trece años con la Orquesta de Cleveland interpretando las Variaciones Rococó de Tchaikovsky.
De un lado en esta grabación en directo (si el disco no lo llegara a especificar es imposible darse cuenta debido a la limpieza de sonido del registro) Weilerstein interpreta el Concierto en Mi menor opus 85 de Edward Elgar, pieza de repertorio para el chelo que siempre supone un colosal reto para todo solista que se enfrenta a él. Weilerstein reconoce que en su infancia la audición de la mítica grabación de la británica Jacqueline du Pré (la cual llegó a ser la esposa del director argentino-israelí hasta su prematura muerte) junto a Sir John Barbirolli y la London Symphony era un ritual cotidiano para ella, hasta el punto de que du Pré llegó a convertirse en su heroína considerando su versión como referencia indiscutible. A pesar de ello, en los años posteriores a su estudio de la obra, se impuso dejar de lado la insuperable grabación de Jacqueline para hallar su propia visión de la obra maestra de Elgar. Aun así, la óptica de Alisa, que toca un chelo fabricado en 1790, mantiene mucho de la de du Pré en cuanto al carácter ensoñador con que hace dialogar a su instrumento en los pasajes más líricos (como ese memorable Adagio), y trazas de un contundente desgarro o apasionamiento que la inglesa era capaz de imprimir como ningún otro a ciertos pasajes del primer movimiento. Alisa está magníficamente secundada por el maestro que dirigió a su mujer en múltiples conciertos y grabaciones; es indudable que Barenmboim conoce los múltiples detalles y planos sonoros de la pieza, y se permite ofrecerle a Alisa, como ella misma asegura, sugerencias de digitación para lograr una mayor expresividad.
A pesar de su innegable lenguaje vanguardista, el Concierto para violonchelo (2001) del longevo compositor estadounidense y recientemente fallecido Eliott Carter (1908-2012), mantiene ciertas similitudes con el de Elgar en los primeros y secos acordes del comienzo. No obstante, todo él entraña una dificultad añadida en relación a su aristada escritura para el solista. La obra está estructurada en un único movimiento compuesto por pequeñas secciones con múltiples cadencias para el chelo y atravesado por una continua transición entre pasajes lentos y enérgicos. Las audaces texturas tímbricas (sobre todo a nivel percusivo) del sobrio acompañamiento orquestal, dotan al solista de un completo y exclusivo protagonismo, que la chelista de Rochester sabe aprovechar al máximo al explorar las múltiples posibilidades técnicas del instrumento que Carter desarrolló en esta obra.
Como Bonus, el CD incluye la pieza más aclamada y popular de Max Bruch tras su primer concierto para violín, el Kol Nidrei op. 47, basado en el cántico arameo recitado por Yom Kippour, un regalo para los oídos en cuanto a placidez, fervor y profundidad con una Alisa Weilerstein que, dirigida por el maestro israelí, casi consigue reencarnarse en la difunta esposa de éste.
Germán García Tomás