Sinfonía nº 2 en Mi bemol mayor Op. 63 (Elgar). Staatskapelle Berlin. Daniel Barenboim (director). Decca, 2014.
El Elgar de Barenboim: el espíritu de la delicia
Tras su última grabación del imprescindible Concierto para violonchelo de Edward Elgar junto a la solista Alisa Weilerstein, el maestro bonaerense Daniel Barenboim vuelve a ponerse al frente de su orquesta, la prestigiosa Staatskapelle de Berlín, brindando la grabación en estudio para Decca de la segunda de las sinfonías completadas por el compositor británico, tras su mítico registro de hace cuarenta años con la London Philarmonic.
Aunque en una primera escucha para el oyente la Segunda de Elgar, fechada en 1911 y escrita a la memoria del fallecido rey Eduardo VII, pueda contener mucho de la estética y el espíritu solemne de sus celebérrimas cinco Marchas de Pompa y Circunstancia, lo cierto es que los pentagramas de esta obra reflejan muchísimo más de la cambiante y compleja personalidad del músico de Worcester. Se trata ésta de una sinfonía íntima y de contrastes, provista de un carácter enigmático que la acerca en cierta medida a sus célebres Variaciones Enigma. El intimismo de la pieza está apoyado por la descripción que de ella hizo el propio autor: “el apasionado peregrinar de un alma”.
La concepción formal tradicional en cuatro movimientos viene complementada por un planteamiento temático sumamente personal, con ideas y motivos de carácter expansivo que fluyen como la corriente sonora sin retorno de un caudaloso río de ideas musicales, en un audaz diseño de clímax y claroscuros. El carácter enérgico y heroico exhibido en los arrebatadores compases iniciales del extenso primer movimiento contrasta de lleno con los posteriores pasajes, entre serenos, meditativos, melancólicos y de cierta ambigüedad emocional. El cierre optimista del primer tiempo cederá el paso al aire fúnebre no exento de lirismo muy “a lo Elgar” del Larguetto. Tras el clima obsesivo y sombrío del movimiento más breve, Scherzo (marcado como Rondó, pero que por la complejidad de armonías y ritmos hilvanados dista mucho de ser un rondó al uso), la aparentemente desenfadada andadura inicial del Finale desembocará en el clima serio y resignado con el que concluye la obra, que sume en el mayor sosiego al oyente.
Aunque no se hallarán recapitulaciones literales de temas previamente escuchados, sí podemos considerar de alguna manera a la Segunda de Elgar una obra cíclica, ya que su autor presenta bajo diferentes formas un contrastado leitmotiv ascendente y descendente escuchado en el primer tiempo y que describe lo que el poeta Shelley (inspirador de la obra) denominaba el “espíritu de la delicia”.
En éste su último registro discográfico, Barenboim consigue extraer de su Berlin Staatskapelle un sonido técnicamente perfecto, y lo que es más importante, típicamente “elgariano”. Hallamos aquí una marmórea y vigorosa sección de metales (gran protagonista en la obra) de la formación berlinesa, que arrastra abrumadoramente al oyente desde el episodio inicial del primer movimiento, además de un empaste exquisito y una adecuada combinación de dinámicas que consiguen una natural fluidez en las transiciones entre pasajes sumamente cambiantes. Lo que más fascina de esta sensacional lectura de Barenboim, aparte de apoyarse en una orquesta soberbia, es la capacidad de penetrar en la naturaleza más profunda e inasequible de la obra, en ese oscuro abismo de emociones vertido por Elgar. En definitiva, el maestro argentino-israelí, al, ha conseguido reafirmar su pleno conocimiento sobre la producción del compositor inglés acercándose de nuevo a una de sus obras más complejas y poliédricas. Escuchar este disco es sumergirse de lleno en el expansivo (y enigmático) caudal sinfónico del autor de las Variaciones Enigma.
Germán García Tomás
@GermanGTomas