El tenor francés Roberto Alagna publica el CD Ma vie es un opéra, un recital en estudio con tintes autobiográficos, que incluye arias y dúos de Puccini, Tchaikovsky, Rossini, Gounod y Massenet entre otros. Roberto Alagna está acompañado por Aleksandra Kurzak e Yvan Cassar, al mando de la London Orchestra.
Roberto Alagna ha vuelto al disco una década después con la publicación de Ma vie est un opéra, una suerte de repaso biográfico de la carrera del tenor francés, que se centra en su público más fiel, el del país galo, en el que sigue manteniendo una legión de admiradores. El CD incluye un recorrido por la historia personal y artística del cantante, incidiendo en aquellos papeles y compositores que mejor ha abordado.
Desde el punto de vista vocal, son más las luces que las sombras en este trabajo, lleno de colores amables en la atractiva voz de Roberto Alagna. En su contra juega la colocación de la voz en el agudo, que en muchas ocasiones suena demasiado abierta, poco embridada en la línea del canto, como pudieron comprobar los aficionados de Bilbao y de Madrid. Alagna es, siempre lo ha sido, un artista de los pies a la cabeza, pero nunca se ha caracterizado por un canto ponderado, detallista o elegante. Basten como ejemplos de esto último las versiones de Vesti la giuba, Donna non vidi mai, o Il est dix heures… de Le dernier jour d’un condamné, todas ellas de una teatralidad desproporcionada, rayana en la caricatura. Más adecuada para Alagna resulta la Danza de Rossini, tarantela que no requiere el arte refinado de un estilista. Sin embargo, la voz suena recia, corpórea, rotunda y agradable. Algún malvado podría pensar que Alagna tiene un instrumento merecedor de un mejor cantante, pero lo cierto es que su canto, que es pura emoción, tiene un público que se sigue entusiasmando en sus actuaciones.
También hay espacio en el CD Ma vie est un opéra para aportar momentos de interés para la discografía de Roberto Alagna: como su Che faro senza Euridice (con arreglos de su hermano) que es servido con singular empaque; el Roberto Devereux junto a su pareja Aleksandra Kurzak, empastado y poético; y el aria de Lensky de Eugeny Oneguin de Chaikovsky, cantada en francés, y que Alagna consigue hacer suya, cuajando una versión sorprendente por su eficacia expresiva. Mención aparte merecen las incursiones de Alagna en el repertorio francés, poco desafiante para el tenor pero que resulta un campo abonado para desarrollar el talento expresivo del artista. Destacamos aquí Ne pouvant réprimer… Adieu donc de Hérodiade de Massenet y Esprits gardiens de ces lieux, del Sigurd (Sigfrido) de Ernest Reyer interpretados con generosidad, talante dramático y sincero, voltaje vocal y carnosidad. Muy disfrutables, pese a sonar un tanto fuera de estilo.
London Orchestra, comandada por un cumplidor Yvan Cassar, consigue a duras penas pasar desapercibida, y no aporta nada destacable al disco. Se asemeja a un soniquete que igual ataca un estilo que otro, tal es su automatismo.
El resultado, un personalísimo cajón de sastre de dudosa vocación pop y un tanto caprichoso, que se caracteriza por la belleza tímbrica del tenor, así como su conocida pasión mediterránea y una energía descontrolada que atestigua las ganas que tenía Alagna de desquitarse con un nuevo recital.
Carlos Javier López @CarlosJavierLS