El maestro indio Zubin Mehta dirige a la Filarmónica de Viena en la septuagésimo quinta edición de su tradicional concierto de Año Nuevo en la Sala Dorada del Musikverein de Viena. Es el quinto de Mehta que, después de Willi Boskovsky, Clemens Krauss y Lorin Maazel, es el director que más veces ha comenzado el año en el podio vienés.
Esta vez hemos podido disfrutar de una primera parte brillante, con una briosa interpretación de Mañana, mediodía y noche en Viena, de Franz von Suppé. Una magnífica obra para abrir el concierto, con un interesante sabor a obertura operística. Le han seguido momentos de gran exquisitez interpretativa, como la polca de Josef Strauss Vida Vienesa y el vals Golondrinas de Austria, pese a la profusión de gorjeos avícolas. La polca rápida Desde la orilla del Danubio de Johann Strauss fue lo último que sonó antes del descanso.
Al concierto de Año Nuevo en Viena se le achaca una legendaria sequía innovadora. Ciertamente, la elección de Zubin Mehta no contribuye a desterrarla. Sin embargo, lo emocionante de lo tradicional (casi deberíamos decir aquí, de lo rutinario) radica en los detalles. En las músicas de los Strauss y sus contemporáneos, pese a ser piezas que destacan más por su belleza melódica, su poder evocador y la alegría propia del baile que por su complejidad artística, podemos encontrar un bálsamo infalible contra la tristeza. Por ello, el acontecimiento no pierde pujanza ni brillo, y sigue siendo un valiosísimo activo cultural; una fábrica de aficionados a la música clásica y una referencia mítica para muchos melómanos.
Tras el descanso la Filarmónica sonó rutinaria en Moto perpetuo y muy expresiva en el vals Aceleraciones, ambos de Johann Strauss. Siguieron las polcas Electromagnética y A todo gas, de temática tecnológica y poco bellas; y el vals Al Elba de Johann Strauss, una pieza novedosa por inhabitual, más que por su temática fluvial. Aquí es donde más lució el trabajo de Mehta. La polca de los Estudiantes, en la que pudimos disfrutar de una divertidísima coreografía del Staatsballett. No han faltado los brindis de la orquesta en plena actuación en el Galop del champán ni la explosión de confeti en la primera propina, la Polca de las explosiones. El momento más divertido de esta 75ª edición ha ocurrido justo al final, con la Marcha Radetsky, cuando Zubin Mehta ha comprobado que es más difícil dirigir al público asistente que a los músicos de la Filarmónica de Viena. La incapacidad de los espectadores para llevar el ritmo de la Marcha sin ayuda ha sido ciertamente cómica.
Este año la retransmisión por televisión ha sido dirigida por Michael Beyer, que más allá de las intervenciones del ballet en la Polca de los estudiantes y en Vino, mujeres y canciones, no ha sacado al espectador de la Sala Dorada en demasiadas ocasiones. En los últimos años, el programa se había convertido en una insufrible sucesión de vídeos sobre Austria que más tenían de folleto turístico que de apoyo a la música. Sin embargo, seguimos sin poder seguir las evoluciones de la orquesta en el Danubio Azul sin interrupciones visuales. Este año, al menos, el vals se ha acompañado con imágenes del río que le da nombre.
El resultado final ha sido, como acostumbra, un gran espectáculo que, no obstante, sigue teniendo una exasperante aversión al riesgo en lo musical, y cierto gusto por lo kitsch en lo visual.
Carlos Javier López Sánchez @CarlosJavierLS