Concierto de Año Nuevo: Riccardo Muti o la misión de la música

                                Concierto de Año Nuevo: Riccardo Muti Por Germán García Tomás

La música como misión más que como oficio y entretenimiento. Ese es el mensaje que ha trasladado a los hogares de todo el planeta el maestro Riccardo Muti por sexta ocasión al frente de la Orquesta Filarmónica de Viena en el Concierto de Año Nuevo más atípico de su historia. Una tradicional e ineludible cita que, pese a las circunstancias actuales de la pandemia global, ha dado la calurosa bienvenida a este 2021, con una Sala Dorada de la Musikverein vienesa completamente desierta pero repleta de la acostumbrada decoración floral de los parques y jardines de la capital austriaca, y que como ha querido resaltar el director napolitano, de flores precisamente están cargadas esas armas de los músicos, los instrumentos, lanzando así un emotivo y esperanzador mensaje y llamada de atención para que, más que nunca en estos tiempos aciagos, la cultura sea tomada en cuenta por los gobernantes de todo el mundo como bien de primera necesidad capaz de hacer una sociedad mejor. Una alocución que, tras la preceptiva felicitación de los músicos (Prosit Neujahr!) precedió a la interpretación del celebérrimo Danubio Azul.

Concierto de Año Nuevo: Riccardo Muti
La sala Dorada del Musikverein sin público en el primer concierto del año 2021. Concierto de Año Nuevo: Riccardo Muti

Las maneras elegantes y señoriales de don Riccardo, que está a punto de cumplir unos muy bien llevados 80 años, fueron la nota dominante de un concierto en apariencia frío y distante por la ausencia de público, pero que fue ganando en intensidad emocional según avanzaba su curso, a través de la musicalidad y el carisma que transmitió un director que ha dirigido a los filarmónicos vieneses durante más de 50 años en más de 500 ocasiones, un entendimiento total que se hizo patente desde el primer momento, hasta el hecho de que en ocasiones Muti dejaba solos a los músicos, ese perfecto engranaje que cada 1 de enero hace honor a su catalogación como mejor orquesta del mundo y que va abriéndose cada vez en mayor medida a la presencia femenina, pues contamos más de diez profesoras, entre violines, violas, clarinete, flautín y arpa.

El concierto había abierto con una de las siete obras que por primera vez se daban cita en este evento seguido por 90 países a través de la ORF austriaca, la marcha de la opereta Fatinitza de Franz von Suppé, cuya marcialidad impregnó las paredes de la sala vacía. El optimismo y las ganas de vivir las contagiaron el ritmo de la polca rápida Sin preocupaciones de Josef y del galop Vive la vida de Karl Millöcker, que cerró la primera parte. Antes tuvimos ocasión de asistir a amplias dosis de rubato en el vals Ondas sonoras de Johann hijo, todo un poema sinfónico a ritmo de tres por cuatro descrito con imágenes de rollos de pianola, o el también vals Lámparas de minero de Carl Zeller, otro invitado de excepción ante la casi primacía absoluta de la familia Strauss en un concierto anual que en las veces que le ha sido encomendado Muti siempre ha abierto a nuevas y desconocidas partituras vienesas, como también lo era la polca Niko, que finaliza con los sutiles arpegios del arpa. Tras la primera ronda de piezas, la reacción del público llegó de forma virtual, gracias a una iniciativa de la organización del concierto en la que 7.000 espectadores dejaban sus contribuciones en forma de aplausos individuales a través de una plataforma online creada exprofeso, con la deferencia de ver aparecer sus fotografías en tiempo real en pantalla mediante un abigarrado mosaico. Concierto de Año Nuevo: Riccardo Muti.

El documental del intermedio estuvo dedicado al primer centenario de la creación del estado austriaco de Burgenland (1921-2021), el llamado país de los castillos, algunos de los cuales se pudieron disfrutar en esta cinta de Felix Breisach, que nos trasladó a las ciudades de Eisenstadt y Esterházy o Raiding, aderezado por las melodías de cámara de Haydn y Liszt, entre otros, además de asistir al recorrido de un fotógrafo de la época por los pueblos y aldeas de la región, muchas de ellas repletas de gitanos húngaros, donde apreciábamos sus labores en el campo.

Precisamente, y conectando con ese espíritu, la segunda parte del concierto dio inicio de nuevo con una opereta de Suppé, una excelente versión de la obertura de Poeta y campesino de tempo marcado y exquisito fraseo, sin precipitaciones rítmicas, donde se lució el chelista en su solo de la melancólica introducción, antes de que el presidente de la formación vienesa, Daniel Froschauer, dirigiera unas palabras a los televidentes en relación a las circunstancias excepcionales del concierto de este año y la voluntad de los músicos de ofrecerlo pese a todo. Acto seguido, nos llamó la atención el vals del desconocido Karl Komzák Muchachas de Baden, todo un descubrimiento y un nuevo ejemplo de cómo el maestro napolitano rubateaba, saboreando la esencia de esta forma bailable. El ballet apareció por primera vez en la interpretación de la polca Margarita de Josef, con la coreografía, por segundo año consecutivo, del español José Carlos Martínez, ex director de la Compañía Nacional de Danza, en unas galerías de la modernista Casa Loos donde tres de las bailarinas terminaban colocando graciosamente una venda en los ojos al único varón. La segunda se trasladó al imponente Palacio Liechtenstein, con 4 parejas elegantemente vestidas por el diseñador Christian Lacroix bailando sobre la tierra y el césped de los jardines mientras sonaba el vals Voces de primavera de Strauss II, una lectura que estuvo en la línea del posterior Vals del emperador (descrito con imágenes relacionadas con el Kaiser Francisco II), este último de transparentes y etéreas texturas, muy lento en tempo por la sobreabundancia de rubatos y ritardandos, una constante durante todo el concierto en todo el jugo que quiso sacar Muti a los valses en lo que atañe a cuestiones agógicas.

Antes habíamos tenido un buen popurrí de temas operísticos verdianos en la animada cuadrilla Nuevas melodías de Johann, todo un guiño a la faceta de director teatral del italiano, que se solazaba en recrear melodías de Rigoletto, La traviata o Il trovatore. El aspecto cinegético siempre es una buena baza en todo Concierto de Año Nuevo, y los ruiseñores y el cuco hicieron acto de presencia en la polca francesa En los bosques de Krapfen de Johann, que contrastaban con los pájaros disecados que nos mostraba la realización televisiva. Dos polcas rápidas del rey del vals, en las que Muti demostró que no se pueden dirigir más ágil, ligera y aéreamente estas piezas (Fogoso en el amor y la danza y Furioso, que hicieron honor a sus respectivos títulos) coronaron este concierto, que rubricó una refinada versión del Danubio Azul, antes de que la Marcha Radetzky, de nuevo en el arreglo desnazificado del año precedente, impusiese toda su pujanza, este año sin las palmas del público en la sala, que no obstante lo formaban millones de espectadores desde sus casas disfrutando con el esperanzador poder de la vitalista música vienesa canalizada a través de un concierto de muchos quilates.

Si te perdiste el concierto más famoso del inicio del año 2021 puedes disfrutarlo en RTVE a la carta.