Concierto del 600 aniversario de la Generalitat:Tebar planteó un repertorio de lo particular a lo universal 

600 aniversario de la Generalitat. Foto: Miguel Lorenzo
600 aniversario de la Generalitat. Foto: Miguel Lorenzo

El concierto institucional de la celebración del 600 aniversario de la institución de la Generalitat Valenciana, celebrado el pasado jueves en el Palau de les Arts de Valencia  tuvo una programación muy diversa con obras de López Chavarri, Beethoven, Falla y Albéniz, como queriendo significar la identidad del territorio valenciano, la vinculación con el resto de las comunidades hispanas y la proyección europea tanto en lo político como en lo económico y cultural. 

El maestro José Ramón Tebar se puso al frente de la Orquesta del Palau de les Arts y el Coro de la Generalitat Valenciana, en el único concierto que dirigirá en el coliseo de Calatrava esta temporada y alcanzó un considerable éxito con prodigalidad de aplausos que le ofreció el público, parte del cual a la conclusión de la obra de Falla se puso en pie para homenajear su labor y la de los conjuntos a sus órdenes. Y ya que hablamos de la asistencia bueno será decir que el hecho de ser una audición gratuita hizo que acudieran personas que nunca habían pisado un auditorio, lo que se manifestó en aplausos a destiempo entre los distintos movimientos de las obras. Es algo que molesta a este comentarista pero que disculpa en aras de que si este error aparato motiva que se aficionen los neófitos a la música clásica, bienvenido sea. 

«Legenda» obra con texto en catalán de Teodoro Llorente, hace referencia a la identidad del pueblo valenciano desde la conquista, con un fervor nacionalista de corte muy romántico y profusión de lugares comunes, es muy identitaria de la música de López Chavarri con una armonía modal, y subsiguientes retazos de sentido impresionista. En la versión se confirmó la excelente acción de Tebar como director de ópera puesto que manejó al coro con una precisión, contrastes y soltura encomiables y al tiempo integró sus voces con un esmerado empaste con la orquesta. La obra pasa desde un lirismo de corte popular inicial a establecer postulados de grandeza, sobre todo en los acordes finales, de exaltación patriótica. El coro moduló con dicción ambiental la primera parte y se enervó en intensidad en el final, la orquesta dúctil y esmerada siguió los gestos de la batuta ofreciendo una versión muy identitaria de la música del compositor valenciano.

600 aniversario de la Generalitat. Foto: Miguel Lorenzo
600 aniversario de la Generalitat. Foto: Miguel Lorenzo

Siguió una personal octava sinfonía de Beethoven que el maestro llevó con espíritu muy vivo y jovial en el tiempo algo que parece estar en el criterio de una partitura que no presenta ningún tiempo lento, algo curioso dado el periodo aciago de la vida del genial sordo en el que se escribe. Los acentos a 2/4 del movimiento inicial que es ternario, son significativos de ciertos rasgos de humor que el director precisó muy bien, algo similar a la evocación de la rima del metrónomo (Beeethoven acababa de conocerlo) que aparece en el pulso del segundo tiempo, risueño y juguetón con continuidad de notas repetidas con obsesivo machaqueo evocador del artilugio marcador del compás. En el minueto la batuta volvió a dar muestras de su ingenio alternando el acento de uno a tres. Aplausos para el sugestivo tema del dúo de trompas y el clarinete, que luego recogen los actos que fue un modelo de primor. También tuvo bien establecidas sorpresas el movimiento postrero con alusiones a Haydn, en la repetición de un tema que no llega a producirse en propiedad, lo cual no deja de ser, cuando se hace con la intención con la que lo planteó el director valenciano una sugestiva humorada musical. Una versión nada usual pero si muy revelador, incluso presupone quien esto escribe, del espíritu beethoveniano.  

Conocí a través de una grabación discográfica del fenecido sello Hispavox la instrumentación de Esplá de la Suite española de Albéniz dirigida por Enrique Jordá. La versión que ofreció Tebar estuvo muy lejana de la excesiva uniformidad de aquella, derrochando casticismo y sensibilidad sin ninguna concesión a lo folclórico, antes bien a la gran música y en particular al criterio pianístico del original albeniziano. Se nota que el maestro es además de un excelente director un dotado pianista, porque el acento y los matices tuvieron mucho de inspiración del teclado. Airosa «Sevilla» con un sensitivo uso de los reguladores en el segundo tema, una visión marinera de barcarola en «Cádiz», luminosa y casi sincopada, raveliana (sí, sí, raveliana) «Asturias» y garbosas las seguidillas. Y todo con un ambiente impresionista que exhibió una instrumentación reveladora para este comentarista.

El coro volvió a demostrar sus excelentes cualidades en los fragmentos de «La vida breve» desde la pujante entrada ya llena de dramatismo que cierra el primer acto a las modulaciones subsiguientes de bellísima elegía melódica, a la danza final jaleada con aplausos e intensas cadencias univocales, de modulación semitonal ya significan en su entresijo el inmediato y dramático final que preludia. Mucho coro es éste del maestro Perales, al que Ramón Tebar individualizó en el escenario para que con su orfeón fuera dedicatario exclusivo de los aplausos del público. La batuta puso acento privativo a las dos danzas regocijada la primera a ritmo de seguidillas y hondamente racial la segunda finalizada con temperamental arrojo. 

Antonio Gascó