Concierto del Jerusalem Chamber Music Festival en Buenos Aires

Concierto del Jerusalem Chamber Music Festival en Buenos Aires
Concierto del Jerusalem Chamber Music Festival en Buenos Aires

Ensamblar cualquier conjunto instrumental representa un desafío que crece cuando el grupo en cuestión es integrado por instrumentos cuya matriz sonora es totalmente diversa (viento, cuerda frotada, cuerda percutida). La posibilidad de ensamblar sonoridades, masas sonoras y energías en la ejecución, más allá de las dificultades técnicas individuales de cada instrumento, representa uno de los mayores desafíos de la música de cámara.

En el concierto que reseñamos ese desafío se vio resuelto estupendamente por profesionales que, tanto en la musicalidad individual como en la interacción con los otros músicos, demuestran una profunda experiencia camarística y un criterio de alto vuelo.

El concierto se inició con el entrañable trío para clarinete, violoncello y piano Op. 11 de Beethoven. Obra de juventud del maestro de Bonn, nos permitió apreciar el fluído devenir musical del planteo de Chen Halevi (clarinete), Frans Helmerson (cello) y Elena Bashkirova (piano); y también una característica que se mantendría a lo largo de todo el recital: la sensación de que la energía de la gran pianista rusa es un poco mayor que la del resto de los músicos. No por una cuestión de volumen o de exaltación de movimientos, sino por una sutil pero palpable autoridad en la conducción musical y en el temperamento que se percibe en Bashkirova.

El trío de Beethoven fue vertido con refinamiento y claridad especialmente en el maravilloso 2º movimiento.

La obra que siguió, y con la que se cerró la primera parte del recital, fue el Cuarteto para clarinete, violín, cello y piano de Paul Hindemith, compuesto en 1938 en una etapa sumamente angustiosa no sólo para la historia europea sino también para la historia personal del compositor. La técnica compositiva del maestro alemán, siempre sólida y con una sonoridad personalísima, fue servida por los miembros del Jerusalem Chamber Music Festival con notable detalle, con profundo respeto por la partitura pero al mismo tiempo con personalidad interpretativa convincente. La sutileza es un punto fuertísimo de este ensamble camarístico, no amigo de desbordes o exaltaciones. En este sentido todos los momentos de intimismo de las diferentes obras fueron tal vez los momentos más tocantes del concierto.

Luego del intervalo, pudimos escuchar los Contrastes para clarinete, violín y piano de Béla Bartók; obra también del año 1938 compuesta por el gran músico y estudioso húngaro a instancias del famosísimo clarinetista estadounidense Benny Goodman.

Concierto del Jerusalem Chamber Music Festival en Buenos Aires
Concierto del Jerusalem Chamber Music Festival en Buenos Aires

Las importante dificultades técnicas y camarísticas de la obra fueron resueltas con solvencia por el trío, destacándose la figura de Halevi en la compleja parte del clarinete. Los juegos tímbricos fueron tratados con el refinamiento que caracteriza al grupo, inclusive en el 3º movimiento de esta obra asociado (como el 1º número y gran parte del corpus musical de Bartók) a la música folklórica centroeuropea. El movimiento central, Piheno (descansado, relajado), fue interpretado y resaltado con un extremo detalle por el pianissimo y el color instrumental, lo cual llevó a valorar los “Contrastes” con los dos movimientos extremos.

Y si de sutilezas hablamos todo el tiempo cuando nos referimos a los intérpretes, la última obra fue el summum en ese sentido. El trío Op. 99 de Schubert para violín, cello y piano, es de esas obras maestras que requieren músicos de altísimo vuelo y gran exigencia al oyente. Los cuatro movimientos de la obra, compuestos poco tiempo antes del prematuro fallecimiento del maestro vienés, nos lo muestran ya en su madurez profunda, esa que, detrás de una aparente sencillez de recursos, nos dejan ver a un prodigio de 30 años capaz de pasar de la tragedia a la alegría, de las cimas a los abismos espirituales, en pocos compases.

La lectura de Mihaela Martin (violín) junto a Helmerson y Bashkirova, fue magnífica, nunca exaltada ni sensiblera, sino siempre buscando que lo virtuoso de los medios de cada instrumentista no fuera lo que sobresaliera sino que sirviera a los intereses del Arte.

En suma, un estupendo recital con grandes músicos y una inteligentísima conducción que, sin emocionar desde el recurso fácil y grandilocuente, buscó siempre llegar al espíritu de cada oyente, servir a los autores y a las obras y trasladar esa seriedad y compromiso a quienes tuvimos la dicha de estar allí.

María Laura Del Pozzo