Existen en activo pocos cantantes que reúnen, por una parte, el talento artístico mezclado con un potencial vocal deslumbrante y, por otra, una imagen carismática que se proyecta en los escenarios y también en los medios masivos de comunicación, todo lo cual logra un producto artístico que seduce y cautiva al público más exigente, tanto como al aficionado que recién se acerca al espectáculo lírico.
Así es la mezzosoprano letona Elīna Garanča (ella lo pronuncia Élina Garancha), una de las figuras estelares de la ópera internacional en años recientes, que por primera vez y en total esplendor de su carrera visitó nuestro país para una gira de cuatro presentaciones: Ciudad de México; León, Guanajuato; Torreón, Coahuila; y Álamos, Sonora, en el marco del 33 Festival Alfonso Ortiz Tirado. La expectación entre la comunidad operística mexicana era, como pocas veces, alta, y no desmereció ya desde que Elīna Garanča ofreciera una conferencia de prensa el día 9 de enero en la Sala Nezahualcóyotl de la Ciudad de Mexico, en vísperas del concierto que brindaría dos días más tarde, presentada por la Orquesta Sinfónica de Minería y la asociación Pro Ópera A. C.
Ahí, en ese primer contacto de la cantante con el público mexicano, fue sencillo entender que se trata de una personalidad refinada, elegante y, sobre todo, muy consciente de sus cualidades vocales, tanto como de la evolución de su instrumento. Sobre ello habló justamente, que se manifiesta en el cambio paulatino pero innegable de repertorio que ha emprendido. Si bien no deja atrás su pasado, sí quedarán a un lado los personajes travestidos que tan bien ha interpretado en los últimos años; los personajes de una naturaleza más ingenua e infantil, quizás.
Elīna Garanča dijo estar cansada de esos papeles pues ahora como mujer también tiene otras necesidades expresivas a través de su voz y de los roles que interpreta. Ahí también confesó que no todas las grandes figuras son grandes en todos los repertorios y que, considerando el panorama de la ópera actual, ella se siente muy contenta de ser joven pero ya no tanto, pues 20 años respaldan su trayectoria. “No me gustaría volver a empezar mi carrera hoy en día”, dijo en un español mucho más que aceptable, ya que la intérprete pasa un buen periodo de tiempo anual en Málaga, Andalucía, en el sur de España.
La noche de su concierto en México, la Sala Nezahualcóyotl del Centro Cultural Universitario lució, prácticamente, abarrotada para ver a la letona, para presenciar su hechizo vocal. Y ahí estuvo, en la primera parte del programa con ‘Das chas nastal’ de Orleanskaja deva (La doncella de Orleans) de Piotr Ilich Chaikovski, y dos piezas que ya va colocando en voz, como parte del nuevo repertorio: el aria de Santuzza ‘Voi lo sapete o mamma’ de Cavalleria rusticana de Pietro Mascagni y ‘Mon coeur s’ouvre a ta voix’ de Samson et Dalila de Camille Saint-Säens. El aria ‘O mon Fernand’ de La favorite de Gaetano Donizetti dio pie al intermedio de un concierto que, pese a incluir obras del verismo y del romanticismo italiano, se caracterizó por su refinamiento y clasicismo vocal.
Porque si bien la altura de la Ciudad de México fue un factor que jugó en contra de la afinación y de algún intento más extendido del fraseo, como días más tarde la misma artista expresó, Elīna Garanča dio muestras contundentes de su escuela y del despliegue de cualidades. Ello se debe, en principio, a una esmaltada voz que maneja con maestría técnica y delicado gusto interpretativo, que no grita al cantar, no empuja, no corre, como por cierto recomiendan los carteles de emergencias. La emisión se aprecia natural, quizás en estricto sentido fría, calculada, pero irreprochable y ejemplar. Si todo ello hace de Garanča una referencia obligada en el panorama operístico actual (no pocos la ven como la mejor mezzosoprano del planeta en el presente), su canto, su idea de canto, su filosofía vocal, se suma a una belleza escénica deslumbrante. No por exótica o estrafalaria, sino justo por una imagen cuidada, que agrada e invita al deleite sutil, que se aleja del aspaviento. Luego del intermedio, la mezzosoprano siguió con lo que sin duda podría entenderse también como una clase de canto, acompañada en esta ocasión por el concertador estadounidense Constantine Orbelian, al frente de la Orquesta Sinfónica de Minería, agrupación que intercaló a lo largo del programa piezas estrictamente orquestales, como lo fueron la Obertura de Ruslán y Ludmila de Mijaíl Glinka, la “Bacchanale” de Samson et Dalila, una “Danza” de La vida breve de Manuel de Falla y el preludio de Carmen de Georges Bizet. Queremos tanto a Fotos: Ana Lourdes Herrera Al final del triunfal concierto inaugural de Elīna Garanča en México pro ópera Garanča ofreció la “Chanson bohème” de Carmen, además de romanzas de zarzuelas como El barberillo de Lavapiés de Francisco Asenjo Barbieri, El barquillero de Ruperto Chapí y El niño judío de Pablo Luna. Los encores ‘O mio babbino caro’ de Gianni Schicchi de Giacomo Puccini, ‘Carceleras’ de Las hijas del Zebedeo de Ruperto Chapí y ‘Granada’ de Agustín Lara cerraron una velada lírica dominada por la exquisitez, más que por la intensidad.
La musicalidad, la intención rítmica, las inflexiones y los matices de Garanča fueron sorprendentes y admirables, y terminó así de abatir felizmente al público mexicano que, por cierto, la quería y la adoraba desde antes del concierto y lo seguiría haciendo, hasta que en Álamos Sonora le entregaría la Medalla Alfonso Ortiz Tirado 2017, presea por primera vez entregada a un artista extranjero. El mérito de los no es menor. Porque justo radicó en presentar a una estrella en pleno fulgor.
José Noé Mercado