Concierto para la paz en Uruguay

Concierto para la paz en Uruguay
Concierto para la paz en Uruguay

Con mucho asombro, los graduados que asistíamos a un curso sobre la música en el período hispánico en nuestras tierras sudamericanas, escuchamos una explicación acerca del llamado “villancico”. Era invierno y la nieve caía en los jardines de la School of Music de CUA University, en Washington D.C.

Vimos entonces que, a lo largo de los siglos XV y XVI se desarrolló en tierra española una forma poética basada en los más variados textos. Tenía algunas estrofas y a cada una de ellas le seguía un estribillo. A esa forma se la llamó “villancico”. Fueron composiciones a tres o cuatro voces. En el 1500 ellas aparecen dentro del “Cancionero de Palacio” y en Francia se las conoce con el nombre de “virelai”.  Más adelante, esa composición fue para una sóla voz con acompañamiento de cuerdas. Un siglo más tarde, el villancico adoptó una forma parecida a una cantata o un himno para coro y solista aunque mantiene el estribillo.  De esta manera, el villancico sufre algo así como una transformación. En Francia recibe el nombre de “carol” para unirlo a la celebración de la Navidad como un cántico de alegría.  Se conservan colecciones de obras francesas y alemanas con motivo del nacimiento de Cristo. Era evidente que aquellas obras poseían sus dificultades para la interpretación. Para no dejar mal a un colega, transcribo sus palabras en inglés, después de ensayar trabajosamente un carol: “How strange! But at what time did they  work?”  Añado que en los cursos, todos teníamos que hacer de todo: tomar la partitura,  cantarla, subirla o bajarla de tono, cotejarla con  otras.

Con mucha pena, debo admitir que, en la actualidad y para muchos, un villancico es una solamente un cántico navideño. Así también lo entiende el diccionario de la Real Academia Española. Lo describe como una cancioncilla popular, principalmente de asunto religioso, que se canta en Navidad y otras festividades. A ello se opone, a mi parecer y por ejemplo, un villancico compuesto para la entrada del virrey en la catedral de Lima, Perú, que no tiene nada de navideño.

Bien. Pero el villancico no requiere defensa. Ocupa, con sus antecedentes, un lugar en la música. Martin Berbengruen, compositor, director de orquesta y de coro uruguayo, pergeñó un programa   en el cual se volcó. El 10 de diciembre al atardecer, cuando el mar cercano quiso   empañar  el  “Concierto para la paz”, una verdadero multitud se agolpó junto a las escalinatas del Hotel Carrasco Sofitel de Montevideo. El programa desarrollado pasó entre otros, por Schubert, Vivaldi, Rutter, Ariel Ramírez. También se escucharon una “Salve Rociera” y “El buen rabadán”.  Bergengruen dirigió dos obras suyas: “Navidad para la Paz” y “Pastores de la montaña”. En ellas, orquesta y voces llegaron verdaderamente a cada uno de los asistentes.

Pero el “Concierto para la paz” tiene su historia. Surgió después del atentado de las Torres Gemelas en 2001. Martin Bergengruen ideó llevar a la práctica unos conciertos para que haya paz en el mundo. Para el gran evento que he comentado en el antiguo balneario de Carrasco y al aire libre, reunió a un grupo de instrumentistas e integrantes de varios coros junto al de “Los Pilares”, que lo tiene siempre “accanto cuore”. Me parece que el público que asistió con avidez se vio muy recompensado. Los testimonios recogidos lo dicen: “Fue una caricia para el alma” o “un canto con el corazón” o “se los veía contentos”.

Dicen los españoles que “hablar de bóveda” puede resultar a veces majestoso. No ha sido mi intención aunque reconozco que el “Concierto para la paz” me impresionó mucho. Hubo entrega y verdadera pasión a lo largo de la velada. No soy sensiblero y pude admirar del otro lado del Plata un trabajo hecho con perfección.

Roberto Sebastián Cava