El concierto ofrecido por el quinteto del pianista Daniel del Pino en la sala Toccata en A, el pasado 28 de diciembre, no fue consecuencia de su onomástica.
En el programa dos quintetos. Dos quintetos en mayúsculas. Shostakovich y Brahms. El Quinteto op. 57 y el op. 34, respectivamente.
Abrieron el concierto unas palabras de Daniel del Pino resumiendo el proceso de formación del quinteto. Músicos, compañeros y amigos reunidos por y para la música.
A continuación, la música. Shostakovich no fue un compositor ruso, sino un compositor soviético. Su obra no sólo era observada, sino que también fue revisada para satisfacer las necesidades del régimen político. El Quinteto op. 57 es una pieza profundamente serena, caracterizada por la simplicidad de la textura, especialmente en la escritura del piano: las líneas se duplican dos octavas por debajo, y hay pocas cosas complejas en la composición (a excepción de la fuga). Todo esto proporciona una mayor amplitud, claridad y accesibilidad, reflejado en la popularidad de la obra inmediatamente después de su estreno.
La obra se abre con una introducción “bachiana” a cargo del piano e interpretada con sobriedad por Daniel del Pino, a la que responde la cuerda con tensión e intensidad. Especial mención merece el trabajo del equilibrio de planos sonoros en formaciones camerísticas. El quinteto de cámara escuchado en Toccata en A resolvió esta problemática con profesionalidad. Frente al fantástico, por cierto, piano Steinway D con el que cuenta la sala, se presentó un cuarteto de cuerda equilibrado (a veces saturado en los fortes) y que contaba en el violín primero con un Strad.
Destacaron la fuga del segundo movimiento, llevada con dirección y la desnudez desgarrada típica de la música del compositor soviético, y el tercer movimiento, el más conocido de la obra. Brillante en el agudo del primer violín y algo estresada en la parte grave. Presente rítmicamente.
Así llegamos a Brahms, entre “soviéticos” aplausos que casi colgaron el cartel de no hay billetes.
De nuevo, una introducción sobria. Preludio de lo que iba a pasar y presentación del material temático que desarrollará el quinteto. Piano con violín y chelo. Todos al unísono, provocando al resto de cuerdas y a los asistentes de la sala que aplaudieron notoriamente la obra en su final.
Destacó el primer tema cantabile del primer movimiento pronunciado elegantemente por el violín y acompañado por Daniel del Pino con maestría. En algunos momentos cupo reseñar el lirismo en los agudos en equilibrio con el grave del piano.
En general, rítmicamente quizá no muy preciso. Cabe destacar el scherzo (hecho con “bravura”), aunque algo rápido. Muy bien resuelto.
El Quinteto de Brahms está lleno de figuraciones anacrúsicas. Difíciles de medir e interpretar. Todo ello, crea una dificultad añadida en la estabilidad de tempos a lo largo de toda la obra.
El final fue llevado con dirección. Con mucho matiz, que a veces pudo dificultar la afinación.
El concierto fue muy aplaudido debido a la dificultad y complejidad de las obras y la entrega en la interpretación. Esperamos escucharlos muy pronto.
Francisco García-Rosado