Coro y Orquesta de RTVE. Concierto. Madrid

7/3/2014. Teatro Monumental (Madrid). Temporada de la OCRTVE. Annett Fritsch (soprano), Clara Mouriz (mezzosoprano), Paul Nilon (tenor), Robert Holl (bajo). Orquesta Sinfónica y Coro de RTVE, Carlos Kalmar (director). Programa: Música para el acompañamiento de una escena cinematográfica (Schönberg), Réquiem en Re menor KV 626 (Mozart).

Revisitando la muerte

Dos concepciones musicales de la muerte se presentaron en este atípico concierto sin descanso por la Orquesta Sinfónica de RTVE y su director titular Carlos Kalmar, comenzando con la breve música que le fuera encargada al descubridor del dodecafonismo, Arnold Schönberg, por el editor alemán Heinrichshofen a finales de los años veinte. Para ilustrar la conocida independencia musical que el compositor austríaco poseía como para subordinarse a exigencias de terceros, el maestro Kalmar, en su habitual explicación de las obras del programa previa al concierto, contó al respetable una curiosa anécdota de Schönberg a su llegada a Hollywood, donde el director de los estudios de la Metro-Goldwyn-Mayer, después de saludarle efusivamente le transmitió con disimulada ironía: “Querido Schönberg, soy un gran admirador de su bonita música”, a lo que el compositor replicó tajante: “Mi música no es bonita”.

La paradójica particularidad de Música para el acompañamiento de una escena cinematográfica estriba, tal y como señaló el director uruguayo, en que no estaba destinada a ilustrar ninguna escena de película, y se concibió como el abordaje de una composición abstracta sin apoyo visual de imágenes. Por lo tanto, los tradicionales valores programático y descriptivo que se atribuyen a una banda sonora tradicional aquí no se encuentran, únicamente la referencia conceptual de las palabras Peligro amenazante, Miedo y Catástrofe, con lo que la idea de la muerte recorre en cierta medida toda la obra, ora de forma más explícita, ora de manera latente. Esta composición, imbuida de un riguroso estilo serial, está destinada a generar una serie de sensaciones y emociones abrumadoras en la imaginación individual del oyente. Desde el inquietante trémolo inicial en pianissimo de las cuerdas hasta la macabra calma final, se asiste a una sensación de riesgo constante sufrida por el personaje ficticio de la hipotética secuencia de cine, que alcanza el máximo clímax en su parte central. Schönberg estructura esta expresionista y opresiva obra en base a los principios del serialismo, mediante la confección de pequeñas secciones o episodios que se interconectan e hilvanan de manera sucesiva, cuyo continuo proceso de transformación armónica, melódica, rítmica o tímbrica sugiere el paso de los trágicos acontecimientos.

La versión que acto seguido venían a ofrecer Kalmar y la Orquesta de RTVE del inacabado Réquiem mozartiano no era la ampliamente grabada e interpretada en las salas de concierto, y ya universalmente aceptada como válida, es decir, aquélla que completara el competente discípulo del compositor de Salzburgo, Franz Xaver Süssmayr. En esta ocasión asistimos a la versión de un musicólogo y pianista americano del siglo XX, Robert Levin, en base a la manifestación de Kalmar de que existía cierto consenso entre investigadores al considerar que Süssmayr no había hecho demasiado bien la tarea de reconstrucción de la obra póstuma de su maestro. Aun así, escuchando esta versión revisada del Réquiem no podemos sino echar de menos la tradicional, disentir con el maestro uruguayo y manifestar muy seriamente que las cosas que quedaron hechas en su día, sería mejor no tocarlas.

Se anunció que esta versión contenía más música, pero que utilizaba únicamente la original del genio de Salzburgo, con lo que supuestamente se consideraría una versión más “mozartiana” del Réquiem de Mozart. Lo cierto es que no se perciben prácticamente cambios hasta el Lacrimosa, última pieza compuesta por el puño y letra del salzburgués, pero que en el presente caso, en vez de concluir manteniendo el inicial ritmo doliente en la palabra “amén”, ésta es sometida a una ortodoxa fuga que concluye en un victorioso modo mayor, lo cual deja un regusto extraño en los que estamos acostumbrados a escuchar el austero patetismo con el que cierra este estremecedor pasaje coral. A partir de ahí es donde más aparecen las modificaciones de esta nueva versión. Siguiendo con otra de las fugas del Réquiem, concretamente la del Sanctus (repetida posteriormente al final del Benedictus), en la propuesta escuchada es mucho más elaborada armónicamente y en duración que la concisión que realiza Franz Xaver. También se hallan detalles a nivel de instrumentación que cambian visiblemente respecto a los que esbozó Süssmayr. Por ejemplo, en el cuarteto de solistas Benedictus las fanfarrias que se escuchan en dos ocasiones originariamente en los trombones se sustituyen aquí por acordes del viento madera.

Kalmar brindó una versión ágil, flexible y un tanto acelerada de esta obra cumbre de la música sacra, consiguiendo embridar a un Coro de RTVE que en los primeros acordes del Introitus pareció un tanto deslavazado entre sus secciones, manteniendo a partir de ahí el nivel acostumbrado de eficiencia de esta formación que hizo entera justicia a la partitura mozartiana. Algo recurrente fue que el director uruguayo concluía algunos pasajes como el Kyrie o el final de la obra, Lux aeterna (en el que se respeta el mismo material musical fugado del mencionado Kyrie), con una tendencia al piano que contrasta radicalmente con la magnificencia que imprimen otras versiones a estas partes, y que bien pudiera tratarse de un detalle interpretativo más de esta versión revisada de la obra que ha sido descubierta para gran parte del público madrileño.

En lo relativo a los cuatros solistas vocales, el equilibrio y la concertación en general fueron aceptables en sus tres números de protagonismo. Reparto variopinto en nacionalidades, lo que más deleitó del mismo fueron el timbre y la emisión puras de la joven soprano alemana Anett Fritsch, una voz idónea para este tipo de repertorio, así como la del tenor inglés Paul Nilon, voz que conserva brillo tímbrico pero no suficiente emisión. Es todo un privilegio contar con la venerable presencia del bajo-barítono holandés Robert Holl, aunque su voz denota una cierta dificultad a la hora de emitir notas rápidas y ascender al agudo, pero capaz de mantener la dignidad de su canto, como por ejemplo en su solemne primera intervención del Tuba mirum. Por su parte, poco tuvo para lucirse la mezzo española Clara Mouriz, a la cual recordamos en el gran éxito de público y crítica que obtuvo en la producción de la zarzuela barroca Viento es la dicha de amor de José de Nebra que se pudo ver la temporada anterior en el Teatro de la Zarzuela.

Germán García Tomás

@GermanGTomas