Desde que Barrie Kosky se hizo con la dirección de la Komische Oper de Berlín acostumbro en mis viajes a esta ciudad a dedicar un día a los espectáculos de esta compañía de ópera. Aquí no hay cantantes de relumbrón ni tampoco maestros de campanillas, pero se pueden ver producciones escénicas originales y atractivas. En esta ocasión no he podido asistir sino a esta representación de Così Fan Tutte, aunque mi mayor interés radicaba en la nueva producción de Moses und Aron, pero los fechas no me cuadraban.
Una de las costumbres – desde mi punto de vista rechazable – de la Komische Oper es la de ofrecer las óperas en alemán, lo que hoy resulta muy poco adecuado, al existir los sobre títulos en todos los teatros, que en el caso de éste se sitúan en las propias butacas, pudiendo elegirse idioma. La propia versión en alemán se ha visto alterada por la indisposición de la intérprete de Dorabella, lo que ha hecho que ella mimara el personaje en escena, mientras otra colega suya cantaba a un lado del escenario con partitura. Esto ha traído consigo la necesidad de que se cantara tanto en italiano como en alemán, ya que la nueva Dorabella no conocía la versión alemana. Hubo momentos en que dúos y cuartetos se hacían mezclando idiomas y en más de una ocasión los cantantes lo hacía en italiano. Un auténtico lío, que podría haberse resuelto mucho mejor.
La producción de Così fan tutte en la Komische Oper se debe al director de escena letón Alvis Hermanis y se estrenó hace dos años. Su trabajo resulta interesante al principio, al situar la acción en un taller de restauración de pintura, en el que Don Alfonso es el jefe, las dos parejas de enamorados trabajan como restauradores, mientras que Despina es la mujer de la limpieza. Lamentablemente, el interés de la producción va decayendo conforme avanza la representación, saliendo a la luz incongruencias notables con el libreto, que se intenta que pasen desapercibidas cambiando intencionadamente la traducción alemana. Ferrando y Guglielmo vuelven vestidos con pelucas y trajes del XVIII y no de albaneses, haciendo el regista que Dorabella y Fiordiligi en el segundo acto también se vistan de la misma manera. La mayor incongruencia de la producción es hacer que el médico del final del acto I y el notario del segundo no sea Despina mascherata, como dice el libreto, sino pura y simplemente Despina, la señora de la limpieza. La cosa no puede ser más absurda.
La escenografía única (Uta Gruber-Bellehr) representa el taller de restauración de Don Alfonso, haciendo uso de proyecciones de cuadros famosos. El vestuario (Eva Dessecker) es simplemente eficaz y moderno (restauradores con batas blancas), al que se unen los cuatro enamorados con vestuario atractivo del XVIII. Iluminación casi inexistente de Diego Leetz. La dirección de actores es francamente buena. Lo que falla es la escasa credibilidad de la farsa.
La dirección de Uwe Sandner no pasó de la eficacia y faltó en muchas ocasiones esa ligereza tan identificable con Mozart. La Orquesta de la Komische Oper estuvo bien. No hablaré del Coro, porque no lo hubo, sino que sus intervenciones (Bella vita militar) eran grabadas y aquí transmitidas por radio.
Fiordiligi fue interpretada por la soprano Brigitte Géller, una de las artistas más conocidas y habituales de esta compañía de ópera. Su actuación fue discreta y aceptable, aunque no tiene la voz que requiere Fiordiligi, quedando corta de graves en sus dos arias. Por lo demás lo hizo bien.
La mezzo soprano Anna Borchers tuvo que mimar la parte de Dorabella en escena, demostrando una gran soltura, siendo el personaje cantado por María Markina, que ofreció una voz un tanto ligera y acidilla. Salvó la representación y no mucho más.
Adrian Strooper fue un adecuado Ferrando. No pasa de ser un tenorino de voz agradable, que se queda corta en algunos momentos, especialmente en Tradito, schernito. Lars Möller fue un Gugielmo adecuado, con una voz más amplia que su compañero de reparto.
Stefan Sevenich hizo un buen Don Alfoso, notable en escena y cantando siempre con intención, un tanto blanquecino por arriba. Finalmente, Despina era la soprano ucraniana Olga Pasichnyk, muy desenvuelta en escena y cantante expresiva y adecuada, aunque la producción la hace ser bastante exagerada. No tengo claro si estaba muy embarazada o era cosa de la producción.
El teatro ofrecía una entrada de algo menos de 2/3 del aforo. El público se mostró bastante frío durante la representación y tampoco hubo entusiasmo al final.
La representación de Così fan tutte en la Komische Oper comenzó puntualmente y tuvo una duración de 3 horas y 8 minutos, incluyendo un intermedio. Duración musical de 2 horas y 39 minutos. Cuatro minutos de aplausos.
El precio de la localidad más cara era de 68 euros, habiendo butacas de platea por 29 euros. La entrada más barata costaba 12 euros.
José M. Irurzun