En Naples, al otro lado del parque nacional de los Everglades, desde hace diez años se hace ópera en la compañía que lleva el nombre de la ciudad en la costa oeste floridana. El emprendimiento es modesto pero ambicioso, no pretende ni necesita competir con sus hermanas mayores- léase la Opera de Sarasota al norte, la Florida Grand Opera de Miami y la Palm Beach Opera al este – sino abrirse camino y conquistar la audiencia de una rica ciudad con grandes posibilidades para el florecimiento de una compañía regional.
En su décima temporada ha tenido la atinada idea de incorporar a Ramón Tebar como flamante director artístico. El valenciano alterna su ocupada agenda con la dirección de la Orquesta Sinfónica de Palm Beach, el Festival de Santo Domingo, compromisos internacionales y la Florida Grand Opera donde ha dejado de ser director musical para pasar a ser Principal Conductor. Así Naples parecería beneficiarse con la experiencia y solidez musical del maestro español que no sólo está tentando a nombres de calibre internacional a pasar por el escenario de esta playa del Golfo de México, sino que evidencia una programación balanceada denotando un sano matrimonio entre lo tradicional (La boheme, Cosi fan tutte) y lo novedoso (Maria de Buenos Aires, Tango y La tragédie de Carmen). Las representaciones se llevan a cabo en el Hayes Hall del centro multidisciplinario ArtisNaples y en el Black-Box en la sede de la organización donde el fin de semana pasado tuvo lugar el Mozart con localidades agotadas.
Convocada por su conciudadano fue Fiordiligi la soprano Isabel Rey, figura de renombre internacional capitaneando un elenco joven que funcionó ajustadamente bajo las precisas órdenes de Tebar que viene de dirigir la misma ópera en Miami. La sazonada cantante valenciana prestó experiencia, soltura, chispa y por sobre todo, dió cátedra de estilo en el elusivo mundo mozartiano aportando además una impostación vocal diferente a la acostumbrada en estos lares, sintiéndosela mas cómoda en las arias que los ensambles. A su lado, no quedó atrás la Dorabella de Leah Summers, equiparándosele con esmalte rico y profundo. Otra buena sorpresa fue la exacta Despina de la jovencísima Amy Owens. En las filas masculinas impresionó el material vocal de Guglielmo del coreano Joo Won Kang frente al menos eficaz Ferrando de Joshua Dennis aunque es obligación destacar que el mejor trabajo corrió por cuenta de Adam Lau, un Alfonso notable en todo sentido, tanto vocal como histriónico, estilísticamente aún mas acertado que sus jóvenes colegas.
En el pequeño escenario se logró enfatizar diversión, desenvoltura y estilo, elementos que jugaron un papel fundamental para una velada íntima que tuvo la musicalidad como vector y que gracias al régisseur Marc Verzatt no cayó en las exageraciones y amaneramientos que tienden a deslucir un producto tan delicado como Così. En cambio, el renglón mas flojo fue la excesiva iluminación de Thaloc Lopez-Watterman y las proyecciones que fallaron en sugerir la atmósfera apropiada.
En síntesis, una oferta cada vez mas tentadora para la audiencia de Naples y para aficionados que no se defraudarán aventurándose mas allá de los Everglades. Cuanto más ópera, mejor para todos.
Sebastian Spreng