Por Federico Figueroa Crítica: «Adriana Lecouvreur» Teatro Real
El Teatro Real inicia su programa operístico, tras dos estupendos conciertos, el de Anna Netrebko y el Juan Diego Flórez, con una ópera que nunca había sido vista o escuchada en su escenario: Adriana Lecouvreur. Y no es que la ópera por la que se le recuerda a Francesco Cilea sea una rareza, pues en la última década se ha visto en Bilbao (2014), Sevilla (2016) Oviedo (2022), Málaga (2023) y recientemente cerró la temporada del Liceu, hace apenas dos meses, con la misma propuesta escénica, firmada por David McVicar, que hoy llega al Real y que también había estado en el Liceu en 2012, dado que el teatro barcelonés es uno de los coproductores con la Royal Opera House de Londres, la Staatsoper de Viena, la Opéra National de París y la Ópera de San Francisco.
La puesta de McVicar es magnífica en su grandilocuencia barroca, con una escenografía espectacular (Charles Edwards), un vestuario bellísimo (Brigitte Reiffenstuel), una preciosista iluminación (Adam Silverman) y una coreografía vistosa (Andrew George). El director escénico recreó, con su equipo artístico, un teatro barroco para inscribir en él la muy teatral vida -real o imaginada- de la actriz Adrianne Lecouvreur (1690-1730) que Cilea y el libretista Arturo Colautti, basándose en la obra de teatro de Eugène Scribe y Ernest Legouvé, aprovechan hasta dar con la esencia del drama en el que no falta el amor (y todos sus componentes), la intriga política y los planos sociales. Esta puesta en escena cuenta, casi al pie de la letra, lo que marca el libreto y esa es su principal virtud. Lo hace de manera lujosísima, llena de detalles hasta el punto de saturación. Se ha convertido en la «Adriana» de referencia porque su propuesta, estrenada en 2010, dentro de 40 años será igual de disfrutable que hoy. Crítica: «Adriana Lecouvreur» Teatro Real
Nicola Luisotti realizó una lectura preciosista de la gran obra de Cilea, buscando el equilibrio de volúmenes entre las voces sin perder la riqueza tímbrica de la orquesta, que tuvo una estupenda prestación sonora, al igual que el coro (preparado por José Luis Basso). La soprano Ermonela Jaho hace lo que puede con su preciosa voz, que no es la más apropiada para una obra como esta. En el Real tiene fans que la aplaudieron a rabiar desde su primera aria, la bellísima «Io son l’umile ancella». Los susurros, medias voces y bien proyectados agudos no hacen olvidar que su registro grave no tiene la enjundia que la densidad sonora que surge del foso necesita para sobrepasarle. A su recitado de «Fedra» le faltó «carne». Es una buena actriz y en eso pone el acento, para darle más carácter a su personaje, que como sabemos, fue una actriz que encandiló a quien tuvo la suerte de verla en directo. La mezzosoprano Elīna Garanča tuvo una aproximación a la Princesa de Bouillon de libro. Con su potente voz no tuvo problemas para hacerse oír como una mujer autoritaria, celosa y capaz de transfigurarse en estatua de hielo si la ocasión lo requiere. Su primera presentación en escena, en el segundo acto, con «Acerba volutà» fue radiante y muy merecidamente recibió una gran ovación del público. El hombre en discordia, Maurizio de Sajonia, fue defendido por el tenor estadounidense Brian Jadge con mucha potencia y poco de otras cosas que tanto hacen en el canto. Su fraseo rudo afeó las partes más delicadas de «L’anima ho stanca» y tuvo sus mejores momentos en los dúos (uno con Jaho y otro con Garanča). En cualquier caso es un tenor que, al menos, se hace oír y ver. Redonda la actuación, vocal y actoral, del barítono Nicola Alaimo como Michonnet, el director de escena de la compañía que está enamorado de Adriana. Al igual que el personaje, Alaimo sabe donde está su posición en el entramado de la vida que les tocó vivir, y así lo hace notar con el meritorio control del caudal y sonido de su voz.
Del resto de personajes que pueblan esta ficción de la vida real de Mademoiselle Lecouvreur, destacan el Abate, muy bien cincelado, del tenor Mikeldi Atxalandabaso y el caricato Príncipe de Bouillon del bajo Maurizio Muraro, sin menoscabo a las certeras intervenciones de David Lagares (Quinault), Vicenç Esteve (Poisson), Sylvia Schwartz (Jouvenot) y Monica Bacelli (Dangeville). Completan el reparto visible los bailarines y actores, muy bien utilizados, en las muchas caras que tiene esta brillante propuesta escénica de Adriana Lecouvreur. Aplausos para todos por un público que, en esta ocasión, pareció disfrutar de todo, desde el boato de la llegada y presencia de SM los Reyes, acompañados del Ministro de Cultura (Ernest Urtasum), la presidenta de la Comunidad de Madrid (Isabel Díaz Ayuso) y el alcalde de Madrid (José Luis Martínez-Almeida), hasta las muchas caras conocidas que se dejan ver en las pausas, como la de Plácido Domingo. Las funciones de esta ópera son en homenaje a José Carreras, que no estuvo presente en esta gran ceremonia de apertura. Crítica: «Adriana Lecouvreur» Teatro Real
La función de 28 de septiembre, con el elenco principal formado por la soprano Maria Agresta, el tenor Matthew Polenzani, la mezzosoprano Ksenia Dudnikova y el barítono Manel Esteve, será retransmitida en directo en plazas y salas de España. Si puede verla, ¡no se la pierda!
Madrid (Teatro Real), 23 de septiembre de 2024. Adriana Lecouvreur Ópera en 4 actos con música de Francesco Cilea y libreto de Arturo Colautti.
Dirección musical: Nicola Luisotti Dirección de escena: David McVicar
Solistas:Ermonela Jaho, Brian Jagde, Elīna Garanča, Nicola Alaimo, Mikeldi Atxalandabaso, Maurizio Muraro, David Lagares, Vicenç Esteve, Sylvia Schwartz, Monica Bacelli.
Coro y orquesta titulares del Teatro Real. OW