La Metropolitan Opera de Nueva York luce su nueva «Aida» con un reparto en el que destacan Christina Nilsson, Judit Kutasi y Brian Jagde.
La Metropolitan de Nueva York continua estrenando su flamante nueva «Aida» en la nueva producción de Michael Mayer. Esta vez encontramos una dirección escénica más precisa, en la que los desbarajustes típicos en las nuevas producciones se van subsanando, consiguiendo un espectáculo cada vez más redondo.

En la propuesta de Mayer destancan los colores y la dimensión de la escenografía, muy adecuada al gran tamaño de la caja escénica. Nos sigue soprendiendo para bien el inspirado ballet del segundo acto, compuesto enteramente de bailarines masculinos y firmado por el coreógrafo ruso Oleg Glushkov. Glushkov puede estar contento con la respuesta del público de Nueva York que, lejos de acusar la diferencia estilística con el resto del montaje, aprecia la frescura y la elocuencia de un ballet que se imbrica en la ópera de manera muy convincente.
En esta ocasión encontramos en el foso al batuta inglés Alexander Soddy, que propone una versión fácil y cercana de la partitura verdiana, comedida en los duetos y expansiva en los ensembles, con tempi más bien cansinos y un fraseo relamido, pero con una dirección sobresaliente del siempre preparado coro del Met.

La soprano noruega Christina Nilsson dejó una Aida delicada y sensible. Su voz, de timbre bello y fraseo delicado, es de pequeño tamaño para el personaje. La zona aguda suena limpia y seductora, pero se adelgaza hasta el suspiro en la zona grave, donde las notas suenan huecas, cuando suenan. Con todo, Nilsson canta una Aida musical y creíble, y se muestra segura en la parte, convenciendo a gran parte del público.
Tras las apariciones de Piotr Beczała y SeokJong Baek, Brian Jadge ofreció una interpretación robusta de Radamés. En sus manos, el general egipcio resulta de todo punto viril y directo, casi brutal, soslayando las frases de su papel que requieren finura, como cuando Aida avoca en el guerrero pensamientos amorosos. El agudo rotundo, explosivo y perfectamente colocado, que es marca de la casa, no basta para jsutificar una actuación que se antoja parcial y acaso desaprovechada.
La mezzosoprano rumana Judit Kutasi cantó una Amneris juvenil y energética.Kutasi se mostró más comedida en la gestualidad, con lo que pudo conectar con el público mejor que en su estreno de enero. En el juicio del cuarto acto, Kutasi volvió a emocionar. El suicidio de la princesa egipcia al final de la ópera le otorga a la cantante un protagonismo bien ganado.

Roman Burdenko interpretó el papel de Amonasro, el padre de Aida. El barítono ruso canta con elegancia y buen estilo verdiano, sacando buen partido de un instrumento más bien discreto. Alexander Vinogradov cantó un Ramfis interesante, con la guturalidad propia de su origen aunque con una línea un tanto anquilosada. Por su parte Krzysztof Bączyk cumplió como el Rey, con una proyección justa y un sonido un tanto pobre, gracias a una línea homogénea y notas completas y bien apoyadas. Yongzhao Yu como el Mensajero y Ann-Kathrin Niemczyk como la Sacerdotisa fungieron eficazmente en sus roles, con apariciones atentas y de calidad.
Volveremos a ver esta Aida de Michael Meyer, que parece estar cuajando en el Met. La puesta en escena está diseñada para ser la pasarela por la que desfilen las mejores voces verdianas de la actualidad. Esperamos que aparezcan pronto.
★★★★☆
Metropolitan Opera de Nueva York, a 29 de marzo de 2025. Aida, ópera en cuatro actos con música de Giuseppe Verdi y libreto en italiano de Antonio Ghislanzoni.
Dirección Musical: Alexander Soddy. Dirección de escena: Michael Mayer. Escenografía: Christine Jones. Vestuario: Susan Hilfery. Iluminación: Kevin Adams. Proyecciones: 59. Coreografía: Oleg Glushkov, Asesor de Produccion: Stepehn Pickover.
Reparto: Alexander Vinogradov, Brian Jadge, Judit Kutasi, Christina Nilsson, Krzysztof Bączyk, Yongzhao Yu, Ann-Kathrin Niemczyk, Roman Burdenko.