Crítica: “Amazonas” en el Merkin Hall de Nueva York – La guitarra española como puente entre dos mundos
En una ciudad como Nueva York, donde cada noche ofrece un caleidoscopio sonoro distinto, hay conciertos que no solo destacan por su nivel artístico, sino por su capacidad de traspasar fronteras, conmover y despertar conciencia. Tal fue el caso de Amazonas 2025, el concierto protagonizado por el guitarrista, compositor y productor Nilko Andreas Guarín y su Orquesta Azo junto con el Ensemble Ibérica, en Merkin Hall del Kaufman Music Center, un viaje musical deslumbrante que abrazó siglos de historia, paisajes culturales y esperanzas compartidas.

Nilko Andreas, nacido en Colombia y formado entre Bogotá y Nueva York, se ha labrado una carrera singular: con la guitarra clásica como brújula, ha llevado la música iberoamericana a escenarios de todo el mundo, renovando su lenguaje y conectándola con nuevas audiencias. Su irresistible carisma artístico y su visión como creador encontraron en este programa el vehículo ideal para una propuesta tan ambiciosa como inspiradora: tender puentes entre las músicas de Iberoamérica —desde la península ibérica hasta los Andes— y celebrar a través de ellas la diversidad cultural como una fuerza de unidad.
La primera parte del concierto, compartida con el Ensemble Ibérica bajo la dirección del telentoso Beau Bledsoe, abrió con piezas de Manuel de Falla y Enrique Granados, cuyos ecos impresionistas y flamencos fueron tratados con refinamiento y vitalidad. La vida breve de Falla sonó con embrujo y una elegancia natural, mientras que la Andaluza de Granados brilló por su españolísimo estilo, pura emoción desde la primera nota. La inclusión del maestro portugués Carlos Paredes, figura emblemática del fado instrumental, aportó una melancolía vibrante que el conjunto interpretó con delicadeza y misterio, tocando con mimo y poesía.

La emoción se elevó aún más con la aparición del cantaor Alfonso Cid, cuyo duende flamenco se desbordó especialmente en Lo Bueno y Lo Malo de Ray Heredia, arrancando espontáneos olés del público por su autenticidad y profundidad expresiva.
Entre los momentos más memorables estuvo la aparición de Mireya Ramos, una de las voces más emblemáticas de la nueva música mexicana, que interpretó su tema Quiero volver con una entrega conmovedora. La conexión emocional con el público fue inmediata, una muestra del poder que tiene la canción tradicional cuando se renueva desde la autenticidad.
Otro punto alto fue el estreno de Chicharrita, obra del contrabajista y compositor Pedro Giraudo, escrita especialmente para este concierto. Inspirada en el folclore argentino y salpicada de guiños a Piazzolla, la pieza resultó refrescante y entregada, a la vez romántica y actual, interpretada con gran complicidad por un ensemble que parecía respirar al unísono.
No menos destacable fue el arreglo de Nilko Andreas del pasillo colombiano Vino Tinto, en el que la violinista Blanca González y el multipercusionista Felipe Fournier desplegaron un virtuosismo cálido, rítmico, pleno de sabor local pero a la altura de cualquier auditorio internacional.

La segunda parte del concierto comenzó con una joya del repertorio español: el Adagio del Concierto de Aranjuez, reinventado por Nilko Andreas en una versión para quinteto de cuerdas y vibráfono que conservó la solemnidad del original mientras aportaba una textura contemporánea y sorprendente. Fue una interpretación virtuosa, monumental, como cincelada en piedra. Durante el sonoro aplauso que le siguió, el guitarrista no pudo evitar una sonrisa que parecía un compendio de orgullo, alivio y satisfacción.
Luego llegaron los homenajes a la tradición colombiana, con arreglos de un currulao del maestro Petronio Álvarez y un pasillo de Pedro Morales Pino, ambos tratados con respeto, conocimiento y libertad creativa. Tránsito, un bambuco que juega con métricas cruzadas y se abre a la improvisación jazzística, enamoró al público por su música hermosísima, directa al corazón, y confirmó a Nilko Andreas como un compositor con voz propia, capaz de dialogar con las formas populares celebrándolas desde las formas de la música culta, siempre desde una perspectiva contemporánea.
El tramo final, con Cucurrucucú Paloma de Tomás Méndez y dos canciones tradicionales bolivianas interpretadas con lirismo por la cantante Gian-Carla Tisera, preparó el terreno para el epílogo poético del concierto: Yo soy el río, una obra escénica compuesta también por Andreas, inspirada en el mítico coronel Aureliano Buendía de Cien años de soledad. Fue un cierre de una belleza serena y evocadora, en el que los músicos se iban sumando a la interpretación de a poco, como si ninguno quisiera perderse este fin de fiesta, y como si la música misma se fundiera con los ríos del Amazonas y las palabras de García Márquez para recordarnos que, en tiempos de división, el arte puede y debe ser un puente entre distintos.

Amazonas 2025 no fue fue un concierto más del ciclo Amazonas de la Orquesta Azlo: fue una noche donde la guitarra se convirtió en símbolo de diálogo entre culturas, donde el virtuosismo no eclipsó la emoción, y donde el mensaje ambiental y social del proyecto resonó con fuerza sin necesidad de alzar la voz. La iniciativa de AZLO Productions y Nilko Andreas Guarín es un ejemplo de cómo se puede hacer música con excelencia y, al mismo tiempo, construir una visión del mundo más justa, más diversa, más solidaria.