Por Carlos J. López Rayward
El Carnegie Hall sigue manteniendo su posición en el centro de la cultura neoyorquina, programando una excelente versión en concierto de la ópera de Dmitri Shostakovich «Lady Macbeth de Mtsensk», a cargo de Andris Nelsons y su Boston Symphony Orchestra. El Carnegie demuestra así que en Nueva York hay buena ópera más alla del Met.
Dmitri Shostakovich tenía 26 años cuando compuso «Lady Macbeth de Mtsensk», una obra maestra del arte soviético que le arruinó su carrera operística, malogrando su proyecto de una trilogía entorno a la independencia de la mujer proletaria, de la que finalmente solo vio la luz su primera entrega, Lady Macbeth. Pero aún habría de cobrarse un precio mayor: Tras recibir la crítica del mismísimo Stalin, el joven Shostakovich tardaría muchos años en poder dormir tranquilo, sin la inquietud de que agentes soviéticos lo despertaran en plena noche para embarcarlo en un viaje sin regreso a Siberia, o a un final fatal en una cárcel de Leningrado.
Fuera o no consciente del alto precio a pagar, por inconsciencia o acaso por generosidad artística, lo cierto es que esta Lady Macbeth es una de las óperas más interesantes del siglo pasado y, como los grandes clásicos de siempre, sigue hablando al público contemporáneo con la fuerza irresistible de lo novedoso.
La obra de Shostakovich se pudo ver la temporada pasada en la Metropolitan Opera, en la producción de Graham Vick, con Kery-Lynn Wilson a la batuta y Svetlana Sozdateleva como protagonista. Pero pese a lo reciente de aquella ocasión, el público de Nueva York asistió a esta Lady Macbeth en el Carnegie como si la vieran por vez primera, desprovista esta vez de ropaje escénico.

Con permiso de los cantantes solistas, de los que hablaremos a continuación, la protagonista de esta «Lady Macbeth de Mtsensk» fue la Boston Symphony Orchestra, su director Andris Nelsons, y sus músicos.
Nelsons ha elegido «Lady Macbeth de Mtsensk» para su gira internacional, pues sabe que al presentarse en versión concierto, la obra deslumbra por su orquestación, empleada por el compositor para abofetear al espectador con su crítica social y política, y que produce innumerables momentos en los que la amplia orquesta puede lucir sus prestaciones.
Como vemos, Nelsons no reprimió a los músicos, que tocaron demasiado fuerte en ocasiones. La versión de la Boston Symphony Orchestra que se pudo escuchar en el Carnegie Hall nos resultó por ello algo torrencial, donde los momentos de quietud destacaban entre el estruendo general. Con todo, la Boston Symphony se reivindicó como un conjunto perfectamente empastado y preciso, con una profundidad dramática muy estudiada, capaz de alumbrar cada detalle de la partitura.
Dejando a un lado el innecesario recurso al cañón orquestal, Andris Nelsons, quizá más centrado en el sonido sinfónico que en el detalle dramático, rebaña la partitura hasta agotarla, sin dejar nada sin señalar, en una versión que se fue tornando más atmosférica e imaginativa en los dos últimos actos.

El director de orquesta letón confía para el papel de Katerina en la que fuera su esposa hasta 2018, la soprano Kristine Opolais. La cantante, que no ha tenido una carrera tan brillante en Nueva York como en otras ciudades, no se arrugó ante el desafío, y consiguió convencer al público del Carnegie Hall.
El canto de Kristine Opolais sigue siendo más bien aéreo y sin centro. Por momentos, resulta algo chillona, con portamentos exagerados y una línea hiperrealista, vulgar por momentos, más pensada para convencer que para halagar. Pese a ello, su Katerina es sólida, pues el canto de Opolais es tan expresivo y personal que sale al paso de sus defectos. Así resulta imposible apartar la mirada de la soprano, que hace suyo el personaje, en una interpretación de gran factura artística.
Junto a la Katerina de Opolais encontramos al tenor Brenden Gunnell en el papel de su amante, Sergei. El cantante norteamericano se mostró muy seguro, superando sin miedos ni tituveos la enorme orquesta, sin necesidad de forzar la emisión. Por su parte, el tenor inglés Peter Hoare firmó una aparición muy meritoria como Zinovy Izmailov, el marido de Katerina. Hoare fue muy celebrado por su gran musicalidad y su efectividad para adueñarse del rol.

Otro de los grandes triunfadores de la velada fue el bajo austriaco Günther Groissböck, que ya triunfó en Nueva York en Lohengrin junto a Piotr Beczala y en Der Rosenkavalier junto a Lise Davidsen. Groissböck estivo fantástico como Boris Izmailov. El bajo usó la Boston Symphony como pedestal para un canto al servicio del drama, pero sin dejar pasar la oportunidad de lucirse como actor y cantante. Aunque más juvenil y exhuberante de lo que aconsejaría el personaje, Groissböck dejó un sabor de boca inmejorable.
Maria Barakova cantó el papel de Sonyetka. La soprano estuvo inspirada y cumplidora, luciendo un timbre muy agradable, así como una proyección clara y un sonido squillante en todo el registro. Su compañera de cuerda Alexandra LoBianco estuvo más discreta en el papel de convicta, e hizo un esfuerzo loable para sobreponerse frente a la pujanza de la Boston Symphony.
Andris Nelsons ha conseguido hacerse con una buena nómina de bajos cantantes, que fungieron a un grandísimo nivel, muchos de ellos cantando por primera vez en el Carnegie. Los amplios graves del Goran Jurić en el papel del cura fueron sólo superados por la lujosa voz de Dmitri Belosselkiy, que adornó la ópera con su corta pero espléndida intervención como presidiario en la última escena. El más liviano, pero convincente y elocuente Anatoli Sivko fue el jefe de la policía. En contraste, el joven Patrick Guetti, sorprendió con una voz importante de bajo en pleno crecimiento, aunque aún por pulir y justa de estilo.
Por último, el coro del Tanglewood Festival se justó solícito a las puntillosas directrices de Andris Nelsons, que los llevó a convertirse en la bisagra indispensable entre escenas, el paisaje social que sirve de trasfondo al drama de Lady Macbeth.
A tenor de la entusiasta reacción del público, que obligó a la compañía a saludar cuatro veces en respuesta a los largos aplausos, el Carnegie Hall hace bien en acoger grandes óperas en concierto, aunque sólo sea como excusa propicia para mostrar las virtudes de grandes orquestas estadounidenses como la Boston Symphony.
Carnegie Hall de Nueva York, a 30 de enero de 2024. Lady Macbeth de Mtsensk, ópera en cuatro actos y nueve escenas de Dmitri Shostakovich a partir de la obra homónima de Nikolai Leskov.
The Boston Symphony Orchestra. Director: Andris Nelsons. Tanglewood Festival Chorus, James Burton, director del coro. Solistas: Kristine Opolais, Brenden Gunnell, Peter Hoare, Günther Groissbök, Michele Trainor, Maria Barakova, Alenxandra LoBianco, Alexander Kravets, Goran Jurić, Dmitri Belosselskiy, Anatoli Sivko, Brandon Cedel.