Crítica: «Argippo» en el Palau de la Música de Valencia

Por Pedro Valbuena Crítica: «Argippo» Palau Música Valencia

Argippo vuelto a la vida

El Palau de la Música de Valencia va recobrando, poco a poco, el brillo que antaño le situaba entre los auditorios más prestigiosos del país, tras un cierre por reforma (más bien por ruina) más largo de lo que cabía esperar. En sí misma la sala es un alarde técnico respecto a la sonoridad, que muchos especialistas definieron en su día como prácticamente perfecta. A ello se suma una programación variada que combina acertadamente diferentes géneros y estilos, en un intento por recuperar el público perdido. 

Fabio Biondi al frente de «Europa Galante» en el Palau de la Música de Valencia / Foto: PMV

En la temporada de este año nos encontramos un auténtico bocatto di cardinale, la ópera Argippo de Antonio Vivaldi en versión de concierto. Esta ópera, compuesta en el periodo de madurez, reúne  alguna de las mejores arias que escribió el veneciano en toda su carrera, y toda la obra esta jalonada de momentos de gran inspiración y atención a la forma. Tras el éxito de su estreno cayó, como todas las obras de su tiempo, en un largo olvido, del que no se libraron ni siquiera los pentagramas del gran Händel, y hubo que esperar hasta mediados del siglo XX para recuperar algunas de estos tesoros sin precio. Servidor, que no es tan viejo, recuerda cuando esperaba emocionado el lanzamiento de una nueva grabación con los últimos descubrimientos, o la edición de partituras vivaldianas recién exhumadas. Crítica: «Argippo» Palau Música Valencia

Pues bien, el Argippo, además de ser una obra de excelente calidad, cuenta con una historia un tanto romantizada, pero muy curiosa. Se daba por perdida hasta que el musicólo Ondrej Macek recuperó diez arias que con toda probabilidad pertenecían a esta ópera, y arregló los recitativos convenientemente para encajarlas en la trama. Los vacíos que aun persistían fueron rellenados con música proveniente de otras óperas del compositor escritas en la misma época. Con todo este material se grabó un disco que no superó la categoría de anécdota, y fue aquí dónde el gran violinista y director Fabio Biondi vio una oportunidad que no pudo dejar escapar. 

El proyecto, que continúa promocionándose como un redescubrimiento, aunque tiene ya casi veinte años, topó en su momento con un escollo insalvable, la pandemia, y tuvo que ser aparcado hasta que se le ha vuelto a dar impulso recientemente. Biondi tira de su Europa Galante de una forma muy similar a como lo hacía el propio Vivaldi, es decir, dirigiendo él mismo desde el primer atril y con gran economía de medios. De hecho el único lujo que se permite es contar con un laúd que dé variedad a los largos pasajes en recitativo seco, el resto del orgánico es una sección de cuerdas según la plantilla idealizada que fijaron los legendarios I Musici hace casi ocho décadas. Por tanto su manera de hacer Vivaldi forma ya parte de una tradición interpretativa, que aunque poco original, ha sabido mantenerse al margen de los excesos rocambolescos de los últimos tiempos. 

La orquesta sonaba de maravilla, con la precisión de un reloj y una afinación limpísima. Los músicos, que a base de repeticiones se deben de saber de memoria hasta el último matiz, estaban relajados y seguían las instrucciones de Biondi casi por intuición. Se trata de un trabajo muy perfeccionado y que repite en cada una de sus actuaciones exactamente los mismo adormos y fraseos. Se le podría achacar un cierto automatismo a la interpretación, pero no sería justo, porque la música fluía sin angosturas ni tiranteces y todo parecía tener orden, intención y sentido. 

El elenco de cantantes brilló igualmente, tanto por su técnica infalible, (que yo definiría sencillamente como cantar sin respirar) como por su gran conocimiento del estilo. La mezzosoprano sueca Ann Hallenberg dio vida a Zanaida, y, a pesar de que su timbre me pareció bello y su emisión muy redonda y bien apoyada, me dio la sensación de que era engullida por la orquesta de vez en cuando. Cambió mi impresión cuando la vi enfrentarse sin el menor titubeo a las diabólicas filigranas de sus siguientes intervenciones. El bajo Fabrizzio Beggi, que por algún extraño motivo aparece en el programa como tenor, cantó excelentemente y arriesgó con valentía en algunas variaciones bastante comprometidas no prescritas en la partitura. Su voz cálida, rotunda y ligera a la vez me resultó idónea para cantar este Tisífaro. La contralto Michela Antenucci dio vida a Silverio. Salvó su parte con aparente facilidad y proporcionó momentos de gran intensidad dramática. Eleonora Bellocci fue Osira, a la que prestó su transparente voz y su afinación impecable. Pero, sin duda, lo mejor de la noche, dentro de la excelencia general, fue el Argippo de Emöke Baráth, de cuya interpretación no puedo decir otra cosa que bondades. Una voz potente, de prístina entonación, infalible en las agilidades y extraordinariamente expresiva. Me impresionó grandemente y además protagonizó la única anécdota de la noche, cuando entró precipitadamente en su parte recitada, pisando las palabras de Tisífaro, lo que produjo un ligero murmullo en el cultivado y respetuoso público. Yo me quedé más tranquilo al comprobar que esta talentosísima cantante también yerra como humana.

La sala, desgraciadamente, mostraba bastantes butacas vacías, quizá por ser la velada entre semana, o quizá por estar en pleno fervor fallero. En cualquier caso, el espectáculo fue magnífico, el respetable lo agradeció sinceramente y yo pude hacer un paréntesis mental de dos horitas largas, antes de volver a la sinrazón de los petardos, y el imperio callejero del botellón y el mal gusto. Crítica: «Argippo» Palau Música Valencia


Valencia, martes 11 de marzo de 2025. Argippo, RV 697 de Antonio Vivaldi. Fabio Biondi, dirección. Emöke Baráth, Argippo. Eleonora Bellocci, Osira. Michela Antenucci, Silvero. Fabrizzio Beggi, Tisífaro. Ann Hallenberg, Zanaida. Europa Galante. OW