Por Gonzalo Roldán Crítica: «Ariadne auf Naxos» Sevilla
Hilarante Ariadne auf Naxos de Strauss
El Teatro de la Maestranza de Sevilla presentó el pasado fin de semana una magnífica puesta en escena de Ariadne auf Naxos de Richard Strauss, en una producción propia que recupera una idea del Theater Regensburg (Ratisbona). El acierto de la puesta en escena y el alto nivel de un elenco versátil, tanto en lo lírico como en lo actoral, fueron los componentes de una representación de calidad que hizo las delicias del público y que confirma al teatro sevillano como una de las mecas de la lírica española.

Con un título como Ariadna auf Naxos alguien que no conociera la obra podría pensar que se trata de una ópera seria de tintes mitológicos, en la tradición operística que desde el siglo XVII se fue perpetuando hasta llegar al drama wagneriano. Sin embargo, nada más lejos de la realidad. La ópera de Richard Strauss, compuesta en 1916, en realidad es una comedia de circunstancias que entremezcla el teatro de variedades y la ópera seria, uno desde una visión desenfadada y fresca, la otra desde el prisma de la farsa cómica a partir de los estereotipos del género. La risa y el equívoco estuvieron garantizadas al más clásico estilo de las comedias de Ernst Lubitsch, cuyo mítico “toque” flotó en el ideario escénico de Maestranza. La premisa de la historia es bien simple: en casa de un adinerado miembro de la alta sociedad vienesa se dan cita dos compañías escénicas para amenizar la velada tras una cena que ofrece el señor de la casa. La primera viene presentada por el compositor lírico, que ha creado imponentes melodías para el grandilocuente drama que narra el abandono de Ariadne en Naxos por Teseo, y su redención por medio del amor al dios Baco. La segunda, una compañía de variedades, está liderada por Zerbinetta, una artista que aúna ingenio y belleza y que pronto se hará con el control de la situación. El azar y la voluble voluntad del pagador hará que ambos elencos representen, de manera conjunta, sus distintos espectáculos, en una aparente improvisación que, en manos de Strauss, se convierte en un hilarante homenaje al teatro dentro del teatro y en una joya del género.
Para ambientar la acción el director de escena Joan Anton Rechi se ha inspirado en los convulsos años 1930, que el propio autor de la ópera pudo vivir, y ha ideado una velada llena de enredos y situaciones cómicas que se desarrollan en una feliz sociedad que prefiere el hedonismo y la frivolidad a la cruel realidad que suponía el auge de los fascismos. Como escenografía Gabriel Insignares ha concebido un pabellón semicircular con cinco puertas, que en el prólogo hace las veces de antesala del teatro donde los personajes van coincidiendo y se van presentando, y que en el segundo acto se configura como escenario teatral para la improvisada farsa de tintes mitológicos, añadiendo en el centro un estrado para los personajes principales. La iluminación, hábilmente diseñada por Alberto Rodríguez Vera, y un efectista vestuario, obra de Sandra Münchow, contribuyen a la transformación del espacio en la segunda parte de la obra.

Así pues, con este argumento y un espacio aparentemente sencillo pero eficaz, se presenta una representación de lo más cómica, que sin embargo esconde tras de sí una labor artística y un arduo trabajo escénico, verdaderos valores de la producción. Es fácil, cuando el público está disfrutando, obviar los elementos técnicos que llevan al éxito de la comedia, pero es de recibo poneros en valor, ya que fueron verdaderamente extraordinario.
En primer lugar, durante el prólogo, hay que dar valor a dos personajes: el maestro de música, encarnado por José Antonio López, y el compositor, al que dio vida magistralmente Cecilia Hall. Ambos estuvieron muy a la altura de las exigencias escénicas, además de desplegar una capacidad vocal clara y de perfecta dicción, haciendo creíble la situación de aparente caos en bambalinas en los momentos previos de la representación. Y entre ambos, fulgurante y pizpireta en cada intervención, la magnífica Elena Sancho como Zerbinetta se perfila como la factótum de la trama que consigue hacerles creer que el éxito de la descabellada empresa es posible; la soprano brilló con luz propia, acompañando su interpretación con gracia y vis cómica, pero a la vez apoyada en un dominio de la técnica sorprendente, que le permitió articular las complejas coloraturas de su personaje a la perfección dentro de cada uno de los múltiples matices y situaciones que Strauss dejó escritos. Crítica: «Ariadne auf Naxos» Sevilla

En un plano lírico más “tradicional” se nos presentan dos cantantes que encarnan los protagonistas de la acción teatral: Ariadne, que contó con la prodigiosa voz de Lianna Haroutounian, y el dios Bacchus, encarnado hábilmente por el tenor Gustavo López Manzitti. Ambos cantantes desplegaron un perfecto control del fiato y una proyección vocal potente y llena de matices tímbricos y riqueza de armónicos, puestos al servicio de estos dos personajes que representan la tradición operística enraizada en siglos de repertorio; sin embargo, sus avatares se ven envueltos en una serie de circunstancias cómicas inesperadas, que resolvieron magistralmente los cantantes, demostrando igualmente tener unas dotes actorales excepcionales.
Merece una especial mención el trío de cantantes que interpretan a ninfas que velan a Ariadne en su desesperación: Sonia de Munck, Anna-Doris Capitelli y Ruth Rosique dieron vida a Najade, Dryade y Echo, y regalaron momentos de adorable vis cómica, acometiendo sus intervenciones con gran expresividad vocal. También hay que mencionar el cuadro cómico que acompañaba a Zerbinetta, formado por los cantantes Carlos Daza, Emanuel Faraldo, Daniel Noyola y Juan Antonio Sanabria; todos ellos contribuyeron a crear escenas hilarantes y sirvieron de contrapunto cómico a la aparente seriedad del drama representado. Crítica: «Ariadne auf Naxos» Sevilla

En definitiva, una feliz idea escénica estuvo acompañada por una brillante interpretación vocal y actoral, todo ello dirigido por el maestro Guillermo García Calvo al frente de la Real Orquesta Sinfónica de Sevilla, que como de costumbre desplegó una riqueza y una fuerza sonora maravillosas. Un gran acierto que esperemos tenga la proyección que merece esta producción, ejemplo de cómo mantener vivo el repertorio lírico con coherencia y altas cotas de calidad. Crítica: «Ariadne auf Naxos» Sevilla
Sevilla (Teatro de la Maestranza), 14 de diciembre de 2024
Ariadna auf Naxos, ópera en un prólogo y un acto de Richard Strauss (1916) con libreto de Hugo von Hofmannsthal.
Real Orquesta Sinfónica de Sevilla
Dirección Musical: Guillermo García Calvo
Dirección de escena: Joan Anton Rechi, con asistencia de Pia-Rabea Vornholt y Elena Salvatierra en dramaturgia. Diseño de escenografía: Gabriel Insignares. Vestuario: Sandra Münchow. Iluminación: Alberto Rodríguez Vera.
Reparto: Lianna Haroutounian (Ariadna, primadonna), Gustavo López Manzitti (Bacchus, tenor), Elena Sancho (Zerbinetta), Cecilia Hall (el compositor), José Antonio López (maestro de música), Sonia de Munck (ninfa Najade), Anna-Doris Capitelli (ninfa Dryade), Ruth Rosique (ninfa Echo), Carlos Daza (Arlequín), Emmanuel Faraldo (Scaramuccio), Daniel Noyola (Truffaldin), Juan Antonio Sanabria (Brighella), Vicenç Esteve (un maestro de baile), Michael Witte (mayordomo), Juan Ramos (un oficial), Andrés Merino (un peluquero), Javier Povedano (un lacayo). OW