Crítica: «Bodas sangre» Veranos Villa Por Cristina Marinero
El 2 de abril de 2024 se cumplirán 50 años del estreno en Roma del ballet de Antonio Gades, Bodas de sangre, basado en la obra teatral de Federico García Lorca, de 1933. Fue presentado por primera vez en España poco después, en el III Festival Internacional de Danza del Teatro Monumental de Madrid, el 9 de octubre de 1974. Lorca se había recuperado para la cultura española desde 1950, un cuarto de siglo antes, cuando se estrenó en teatro La casa de Bernarda Alba. Crítica: «Bodas sangre» Veranos Villa
El Ballet de Antonio Gades tenía en 1974 once años de vida y Bodas de sangre sería el título que le proporcionaría al bailarín nacido en Elda, Alicante, en 1936, el giro de timón tan trascendental en su carrera. Su estilizada danza teatral llegó para contar historias, particulares o locales que se tornan universales, con el movimiento, la música y, en algún momento concreto, la palabra, utilizada ésta con escasez, pero con precisión, dentro de la trama. Esta etapa creativa de Antonio Gades, que comenzaba en los últimos meses pre-democráticos, duró con éxito, prestigio y numerosas giras nacionales e internacionales (con recesos más o menos largos) 30 años, hasta su muerte en 2004.
A este título que ahora ha repuesto la Compañía Antonio Gades -presidida por su hija, María Esteve, y dirigida por su viuda, Eugenia Eiriz-, junto a Suite flamenca, en el Patio de Conde Duque, inaugurando el festival Veranos de la Villa 2023, le siguieron cronológicamente entonces los ballets Carmen (1983, a partir de la película homónima), Fuego (1989, inspirado también por la película predecesora, El amor brujo, 1985, tercera y última que realizó el coreógrafo con Carlos Saura), y Fuenteovejuna (1994).
Con una duración de solo 35 minutos, Bodas de sangre es una obra maestra de la danza española del siglo XX. El movimiento es el encargado de narrar la historia de la novia que se escapa con otro durante su fiesta nupcial, y la tragedia que desencadena. Ese “otro” es el único personaje con nombre propio, Leonardo, y su aparición durante el baile a ritmo del pasodoble ¡Ay, mi sombrero! y cómo hace el quite para bailar con La Novia es de esos momentos que se quedan en la memoria para siempre. Como sucede también con la instantánea de la foto de grupo. Qué genialidad la de Gades para construir, con la sabiduría de que menos es más, escenas icónicas cuyo eco continúa.
En el papel de La Novia, María Nadal aporta su hondura en la construcción del personaje, comprendiendo desde el primer momento las sensaciones encontradas que mueven sus decisiones fatales. Como gran conocedora del estilo gadesiano –entró en su compañía todavía en vida del mito, cuando ella tenía 19 años-, la bailarina solista nos permite apreciar con su danza los matices que el coreógrafo marcó para La Novia, que lidera este drama local que se despliega universal. Junto a ella, Miguel Lara, como El Novio, desvela con su baile de hombre enamorado su ilusión por las nupcias, acompañado por La Madre, interpretada con aplomo por Stella Arauzo, directora artística de la Compañía Antonio Gades y protagonista femenina de sus obras desde finales de los años 80. El personaje de Leonardo fue creado para sí mismo por el coreógrafo y su personalidad rotunda, de baile seco y sin movimiento superfluo, marca la línea que tienen que seguir quienes lo interpreten. Álvaro Madrid camina por ella con ese torso elevado, los brazos desplegados en alto con las manos recias y las cuartas posiciones tan ‘marca de la casa’ Gades, pura estilización de pasos y variaciones muy contados, con los que aporta solidez a sus creaciones. En Bodas de sangre todo está madurado y trabajado para ofrecer el drama con la danza y el gesto, sobre la adaptación del texto de Lorca que hizo Alfredo Mañas y la composición musical de Emilio de Diego contienen la sustancia del dramático relato, con diseños de Francisco Nieva. Crítica: «Bodas sangre» Veranos Villa
Con estas funciones en Madrid, recordamos a Antonio Solera, primer guitarrista de la Compañía Antonio Gades desde 1972, fallecido el pasado mes de febrero y uno de los pilares de la vida del creador y del inicio de la nueva etapa de la compañía, en 2005. Antonio Solera era uno de los artistas gadesianos que atesoraba su estilo, la forma en la que sus ballets debían ser puestos en escena y la ética de la danza -y la música- que desarrolló junto a sus fieles el coreógrafo a lo largo de su carrera. Con su marcha, el mundo de la danza y las artes escénicas ha perdido a quien era un pozo de sabiduría sobre Gades y su obra. Además, gran persona, esposo de Stella Arauzo, a quien conoció en la compañía, y un emblema de nuestro arte.
Madrid (Patio del Conde Duque), Veranos De la Villa 2023. Compañía Antonio Gades. Bodas de sangre y Suite flamenca.