Por Gonzalo Roldán Herencia Crítica: «Carmen» Maestranza Sevilla
El Teatro de la Maestranza de Sevilla vuelve a acoger a una de las óperas más emblemáticas en su historia: la Carmen de Georges Bizet, una página llena de tipismo y referencias a la música española que puso Sevilla en el centro de interés lírico. Para esta ocasión se volvió a contar con la dirección de escena de Emilio Sagi, quien conoce bien las posibilidades de teatro y cuya propuesta ha cautivado una vez más al público sevillano con una aparente sencillez de medios e inteligentes referencias icónicas basadas en el color y la luz. Resulta casi un tópico referirse a Carmen como una de las óperas más representadas y amadas del repertorio lírico. Sin embargo, cada nueva producción tiene el reto de redescubrir ese equilibrio entre exotismo, fatalismo y teatralidad que Bizet plasmó en su música con una lucidez visionaria. En el 150 aniversario de su estreno, el Teatro de la Maestranza acoge una producción del Auditorio de la Diputación de Alicante que ofrece una nueva lectura del célebre drama gitano. Un elenco de gran profesionalidad y un equipo artístico hábil y oportuno en escena lograron momentos de notable inspiración, sostenidos por un altísimo nivel coral y una propuesta escénica de considerable ingenio y eficacia dramática.

Mención especial merece la dirección escénica de Emilio Sagi, que volvió a demostrar su capacidad para convertir lo escueto en esencial. El espacio escénico, diseñado por Daniel Blanco, se construyó a partir de un rectángulo de albero rojo, símbolo inequívoco de la geografía y pasión hispánicas. Las calles del teatro fueron utilizadas como vías de entrada y salida, sugiriendo con eficacia los callejones, edificios – la fábrica de cigarros, el acuartelamiento, la cueva de Lillas Pastia – y espacios donde transcurre la acción. Sagi hizo un uso dramáticamente inteligente de un conjunto de sillas, que mutaban con agilidad escénica en distintas funciones (taberna, cárcel, plaza o refugio montañés), articulando así el espacio con pocos elementos, pero gran expresividad. Su labor como diseñador de vestuario resultó igualmente acertada, con trajes estilizados que huían del folklore impostado y dialogaban sutilmente con la dramaturgia; el acertado uso del blanco de las cigarreras contrastaba con el rojo del albero y las sillas, y se complementaba con el caqui de los uniformes. Y en el centro siempre destacaba el papel de Carmen, que siempre portaba rojo carmesí en sus apariciones – el clavel del primer acto, la falda roja con mantón negro en el centro de la trama o la chaqueta torera bordada de pedrería negra del acto final – y engrandeció la de por sí magnífica interpretación de Maria Kataeva. Las proyecciones videográficas de Pedro Chamizo añadieron dinamismo visual con escenas urbanas animadas y simbólicas, mientras que la iluminación de Eduardo Bravo moduló con precisión los estados anímicos de cada escena, equilibrando luz y sombra con sentido pictórico.

La dirección musical de Jacques Lacombe al frente de la Real Orquesta Sinfónica de Sevilla fue eficaz y detallista, con una lectura que no renunció al carácter francés de la partitura, articulada con claridad y colores bien perfilados. Lacombe demostró especial cuidado en la dosificación del sonido y en la interacción entre foso y escena, consiguiendo que los tutti orquestales no sepultaran a las voces, aunque en algunos pasajes dramáticos se hubiese agradecido mayor empuje dinámico. En términos técnicos, la ROSS se mostró en forma, con unos metales empastados, maderas expresivas y una cuerda tersa, especialmente en las transiciones armónicas del tercer acto. En el plano vocal, María Kataeva ofreció una Carmen de firme presencia tanto escénica como vocal, con potencia interpretativa y un fraseo refinado. Su voz, de centro cálido y registro agudo bien proyectado, se mostró segura en todo momento, con un canto matizado, sensual sin artificios y un dominio escénico que rehuyó el estereotipo para construir una figura humana y trágica. Frente a ella, el Don José de Pietro Pretti destacó por su expresividad emocional y su implicación actoral; el tenor logró transmitir con solvencia la progresiva obsesión de su personaje, y estuvo a la altura de su partenaire en las apasionadas escenas a dúo. La Micaela de Giuliana Gianfaldoni convenció y cautivó a partes iguales por su timbre luminoso, su dicción limpia y una técnica depurada que le permitió abordar su gran aria del tercer acto con musicalidad y hondura.
Los personajes secundarios aportaron solidez y carácter al desarrollo dramático. Dalibor Jenis encarnó un Escamillo de presencia escénica rotunda, si bien su instrumento mostró cierta fragilidad en los graves y falta de brillo en los agudos más expuestos. Mercedes Arcuri y Anna Gomà, como Frasquita y Mercedes, estuvieron espléndidas; aportaron vivacidad y un empaste muy logrado, especialmente en el quinteto del segundo acto. También destacaron Javier Castañeda (Zúñiga), Alejandro Sánchez (Morales), Pablo Gálvez (Dancaire) y Pablo García López (Remendado), todos ellos de impecable línea de canto y excelente compenetración en los conjuntos. También mencionar al poderoso cuerpo de baile, que coordinados por la coreógrafa Nuria Castejón dotaron de color y del necesario toque folklórico las escenas de baile del segundo acto y los festivos preparativos de la corrida de toros previos al fatal desenlace de la ópera.

Finalmente, pero no por ello menos importante, cabe mencionar la espléndida actuación del Coro del Teatro de la Maestranza, preparado por Íñigo Sampil, que brilló tanto en potencia como en articulación, mostrando un fraseo dramáticamente eficaz y notable afinación en las secciones a cappella. La Escolanía de Los Palacios, por su parte, aportó un fresco timbre infantil bien empastado y teatralmente creíble, completando un cuadro colectivo de gran fuerza escénica.
En definitiva, una Carmen que no solo brilló por su solvencia vocal y orquestal, sino que logró una lectura escénica plenamente contemporánea sin traicionar la esencia de la obra. Una producción que, en suma, devolvió al público el vértigo de las pasiones sin medida que Bizet supo codificar en este legado musical con trágica perfección.
Sevilla (Teatro de la Maestranza), 13 de junio de 2025. Carmen, ópera dramática en cuatro actos de Georges Bizet (1875) con libreto de Henri Meilhac y Ludovic Halévy. OW
Real Orquesta Sinfónica de Sevilla Dirección Musical: Jaques Lacombe.
Coro del Teatro de la Maestranza (Íñigo Sampil, dirección) Escolanía de Los Palacios (Enrique Cabello y Aurora Galán, directores)
Dirección Escénica y diseño de vestuario: Emilio Sagi. Diseño de escenografía: Daniel Blanco. Iluminación: Eduardo Bravo. Videoproyección: Pedro Chamizo. Coreografía: Nuria Castejón.
Reparto: Maria Kataeva (Carmen), Pietro Pretti (Don José), Giuliana Gianfaldoni (Micaela), Dalibor Jenis (Escamillo), Mercedes Arcuri (Frasquita), Anna Gomà (Mercedes), Javier Castañeda (Zúñiga), Alejandro Sánchez (Morales), Pablo Gálvez (Dancaire), Pablo García- López (Remendado).
Bailarines: Cristian Lozano Porras (solista), Lidia Gómez López (coordinadora), . Quique Martínez Sánchez, Jairo Morilla Vega, Salud Pérez Alcántara, Isabel Ponce Rodríguez, Mª José Ramón Rabanera, José Luis Vidal Cárdenas.