Crítica: Concierto de Ermonela Jaho en Oviedo

Crítica: Concierto Ermonela Jaho Oviedo Por Pablo Álvarez Siana

Espléndida Jaho

Ermonela Jaho volvía por tercera vez a Oviedo, “La Viena Española”, tras su cancelación por enfermedad del concierto previsto en octubre de 2022 con otro nuevo revés, esta vez el tenor Antonio Corianò que durante los ensayos en Oviedo debido a una repentina y severa afección respiratoria hubo de cancelar su participación. Ante esta situación sobrevenida, la soprano de origen albanés asumiría en solitario esta Gala Lírica incorporando nuevas arias a las inicialmente previstas y programadas (sin tiempo para cambiar los programas de mano, y al menos solventado con una hoja),emitiendo un comunicado la Fundación Municipal de Cultura que deseaba “una pronta recuperación al señor Corianò y agradeciendo muy especialmente a la señora Jaho su generosidad en asumir íntegramente la gala lírica”. Crítica: Concierto Ermonela Jaho Oviedo

Ermonela Jaho en un momento del concierto en Oviedo / Foto: Oviedo Filarmonía
Ermonela Jaho en un momento del concierto en Oviedo / Foto: Web de Oviedo Filarmonía

Los Conciertos del Auditorio ya nos trajeron en abril de 2019 a una Jaho con legión de admiradores que repetiría en la ópera ovetense hace ahora dos años en una Adriana Lecouvreur comentada en estas mismas páginas. Si el formato de recital compartido presupone la alternancia de números instrumentales a cargo de la orquesta con arias y dúos que permiten a las voces un ligero descanso, pues cada página conlleva un esfuerzo mayor que la propia ópera a la que pertenecen, está claro que asumir las nuevas arias en solitario y con tan poco tiempo, le traería a la soprano un extra que solventó con la misma profesionalidad y entrega a la que nos tiene acostumbrados, espléndida incluso con las propinas tras una “carrera de fondo” luchando contra los elementos y volviendo a enamorar a un público que casi llenó el auditorio ovetense, con muchos “operófilos del Campoamor” y una buena legión de fans, poniéndose en pie al finalizar el recital.

Si de esfuerzo hablamos también el de la Oviedo Filarmonía debiendo armar en dos días el ‘nuevo’ programa aunque su experiencia acumulada en estos veinticinco años en el foso es un tanto a su favor y más con su titular Lucas Macías que se ha hecho plenamente con ella, llevándola a crecer en cada función y concierto, tanto en el “templo lírico” como en este auditorio que con la orquesta celebra sus bodas de plata. La formación de la capital abrió la velada con la obertura de las Vísperas de Verdi disfrutando de la sonoridad fuera del foso y con refuerzos que le dieron un “músculo” extra, desde la parte inicial para acallar toses (algo difícil en estos días), teléfonos y alarmas, que siguen siendo pandémicas, hasta el cambio de tempo para dejarnos lo mejor de este gélido viernes con el que comenzaba un enero lírico en la capital asturiana. Destacable igualmente el siempre bello Intermezzo de la Cavalleria de Mascagni para degustar una cuerda hoy homogénea, vigorosa, cálida, con el arpa de José Antonio Domené que estaría impecable a lo largo de toda la velada. La segunda parte abriría de nuevo Verdi con el Preludio de Macbeth, algo más destemplado y un “Adagietto” de la Quinta de Mahler que pese a carecer de lógica en una gala operística, al menos se inspiraba en el texto de Rückert “He muerto para el mundo”, lo que daba el carácter dramático (y casi cinematográfico de Visconti) tras el dolor de Suor Angelica, volviendo a disfrutar de una cuerda madura y ya con sonoridad propia, siempre bien entendida por el maestro onubense que alterna titularidad con Granada.

Ermonela Jaho y Lucas Macías / Foto: Oviedo Filarmonía
Ermonela Jaho y Lucas Macías / Foto: Oviedo Filarmonía

La entrada elegante en escena de “La Jaho” marcaría las líneas generales de la gala, los atributos ya conocidos de la albanesa que ya apuntase en su primera visita al auditorio (entonces con el tenor Benjamin Bernheim): su entrega total en cada papel, su presencia escénica, su técnica e incluso su color vocal que se ha enriquecido, así como la plena implicación en todas las arias elegidas, escenificando las heroínas operísticas que todos esperábamos aunque siga “abusando” de recursos como el vibrato por momentos desmedido, los fiatos que han ganado en amplitud dinámica y todavía algunos portamentos hacia el agudo, dificilísimos por otra parte, rozando una afinación no del todo limpia en algún “tutti” con la orquesta, que tampoco ayudó por sus dinámicas poderosas detrás de la soprano y no abajo en el foso, lo que nos hizo perder intensidades dramáticas en los graves, pero deshaciéndose en estos años del amaneramiento que le pasaba factura global en cuanto a calidad.

Este frío viernes en Vetusta se mantuvo un interesante duelo operístico entre Verdi y Puccini, decantándose por el de Lucca por poca diferencia (la prórroga desequilibraría el empate pese al gran instrumental del de Busseto), aunque abriría recital con su Adriana Lecouvreur, con la famosísima aria de Cilea “Io son l’umile ancella» de gran poder emocional (que bisaría como segunda propina), y que volvió a enamorar por su dramatización y entrega, haciéndonos volver atrás en el tiempo hasta el centenario teatro carbayón con las temporadas líricas de ópera y zarzuela que han sido auténticos referentes en España. Y de nuevo Verdi tras una rápida salida y entrada del escenario para “cambiar el chip”, pues tras la “Canción del Sauce” de Otello, el Ave María supone un cambio drástico por la amplia tesitura de una Desdémona evocadora que presiente la muerte, y donde el registro grave tan exigente quedaría algo tapado por una orquesta poderosa más que misteriosa. Pero esta oración siempre emociona y Jaho transmite el intimismo del rol y el dramatismo de su celoso y asesino esposo, miedo y angustia cantado en el “Egli era nato per la sua gloria, io per amar” (Él nació para su gloria y yo para amar…), el mismo sentimiento hacia Otello escrito por Verdi y cantado por Ermonela Jaho con toda la carga emocional que el personaje pide.

El siguiente grande, Puccini primero de la tarde, llegaría con Magda de Civry y su aria “Chi il bel signo di Doretta” de La rondine, nuevo cambio escénico y actoral donde la voz de Ermonela Jaho voló como la golondrina, bien proyectada, fiatos “marca de la casa ” y la tentación orquestal por ser águila imperial en esta “opereta vienesa a la italiana”. Aún quedaba un nuevo contraataque verdiano, la Violetta Valéry del último acto, todavía cercana en nuestros oídos (con “La Bakanova” también comentada desde estas páginas) y el aria inmortal “Addio del passato” con la Jaho saliendo transmutada, otra transformación escénica leyendo la carta a Alfredo, melancólica belleza, tosiendo (ayudada por parte del público), creyéndose y sintiendo ese papel que está haciéndola triunfar: el lamento de su vida descarriada y llena de excesos así como de su amor perdido. Emoción y respeto antes de los atronadores aplausos, al menos hubo química con la orquesta y el maestro Macías sacó el mejor concertador, con el oboe de Jorge Bronte tan lírico como la propia albanesa. Público entregado y agradecido por la generosa Jaho que da todo sobre las tablas.

El aria más conocida de La Wally, “Ebben ne andrò lontana” , la sexta y última ópera de Catalani (calificada como “verismo blando” por Arturo Reverter en sus notas al programa) y que personalmente nunca vi en directo, sería donde Ermonela Jaho arrancaría vocalmente la segunda mitad con otro vestido (las cantantes suelen hacerlo contrastando igualmente color y hechura) antes del Puccini que en el actual momento vocal de la soprano de origen albanés es su mejor tarjeta de presentación. Maravillosos sus cambios de roles, pasando de Suor Angelica a Cio-Cio-San y sin apenas respiro a Flora Tosca, tres arias donde explotar las dotes de una Ermonela que transmite cada página, que las escenifica, que las siente, que emociona y hace creíbles. De nuevo sobrevoló la tentación sinfónica del inigualable orquestador Puccini que opacó por momentos los registros graves, pero la ópera es escena, texto y música. La Jaho lo sabe y el público lírico asturiano lo agradece: la madre y monja sacrificada del “Senza mamma” nos hizo añorarla en el último díptico pucciniano del Campoamor (no llegó a tríptico), ya más mimada por Macías y corpórea en los graves con toda la emoción de los agudos. La japonesa, hasta en la gestualidad, de “Un bel dì vedremo” haciéndonos sentirnos Suzuki a todo el auditorio, divisando la esperada nave entrando en puerto, la fragilidad del personaje y la fortaleza vocal de esta “geisha”. Por último “Vissi d’Arte”, el destino hecho música y personificado por Ermonela Jaho, a merced de los teatros o el público igual que Cavaradossi del terrible Scarpia, testamento propio y ajeno cuando canta “He vivido del arte, he vivido del amor…”, Ermonela Tosca triunfadora de la noche. Crítica: Concierto Ermonela Jaho Oviedo

Si había un incierto empate en este particular duelo lírico entre Busseto y Lucca, la primera propina lo decantó por el último gran operista, el toscano frente al parmesano rememorándonos nuevamente el ya comentado díptico del Campoamor, “Gianni Schicchi” y el aria más cantada, “O mio babbino caro” donde Lauretta Jaho completó sus personajes puccinianos: angustia y tormento para poder casarse con Rinuccio, esfuerzo dramático y amor por la ópera, regalándonos esta “gala de gala” en solitario con el carácter de “espléndida” en el amplio sentido del adjetivo. Auditorio en pie, rendido a “La Jaho” y bisando la “humilde esclava del genio creador”, Ermonela verdadera trabajadora lírica, quien en una entrevista para la prensa local contestaba que su ópera favorita es “aquella con la que puedo llevar al público en un viaje espiritual en el que ambos alcanzamos la catarsis”, y realmente lo consiguió, rompiéndonos el corazón con todas las protagonistas.


Oviedo (Auditorio Príncipe Felipe), viernes 12 de enero de 2024, 20:00 horas.                 Conciertos del Auditorio (25 años): «Gala Lírica». Ermonela Jaho (soprano), Orquesta Oviedo Filarmonía, Lucas Macías (director). Entradas: 29€ y 25€. OW